El personaje

Emiliano García-Page: la voz crítica del sanchismo

Observa con preocupación la deriva radical de Sánchez y advierte: «No me siento monaguillo de nada ni de nadie, solo castellano-manchego».

Emiliano García-Page
Emiliano García-PagePlatónIlustración

Ha sido el barón socialista protagonista de la semana. No es la primera vez que Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, critica al Gobierno de Pedro Sánchez y a su propio partido. Pero esta vez elevó el tono justo después del Comité de Política Federal del PSOE en Zaragoza, dónde el secretario General y jefe del Ejecutivo quiso transmitir una imagen de unidad. Ante las elecciones de mayo, García-Page se desmarcó de la línea oficial de ataques contra Alberto Núñez Feijóo, y aseguró tener un buen concepto personal y político sobre el líder del PP. También fue duro contra «las malas compañías» en alusión a los socios de Unidas Podemos, separatistas y bildu-etarras que componen el llamado bloque «Frankenstein». En su opinión, y ante los próximos comicios municipales y autonómicos, si estas alianzas no se corrigen el PSOE «va a sufrir un severo castigo». Tales declaraciones cayeron muy mal en La Moncloa y la sede de Ferraz, máxime cuando las órdenes de Pedro Sánchez son una invocación al cierre de filas, una imagen unitaria del partido y lanzar un mensaje de apoyo a las clases medias trabajadoras frente a lo que él llama «poderes ocultos de los ricos».

Aunque desde Moncloa y Ferraz quisieron pasar página, las declaraciones de García-Page provocaron la reacción de otros barones como el extremeño Guillermo Fernández Vara, quien recordó que su homólogo castellano-manchego fue elegido presidente de su comunidad en el año 2015 precisamente gracias a los votos de Podemos, por lo que tildó sus opiniones de «injustas». El presidente de Castilla-La Mancha evitó polemizar en público con su compañero, pero en su entorno afirman que está recibiendo muestras de apoyo de muchos dirigentes y militantes socialistas, altamente preocupados por el desgaste y las encuestas que pronostican un mal resultado en las elecciones del 28 de mayo. Emiliano García-Page, hombre muy próximo a José Bono y al fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba es un «pata negra» del partido, dónde se encuadra en el ala socialdemócrata. Aunque en su primer mandato pactó con Podemos, su gestión política siempre ha sido moderada en las áreas de economía y sanidad, siguiendo la estela de sus dos antecesores en el cargo, José Bono y José María Barreda, con quienes ocupó diferentes puestos de consejero y portavoz en el Gobierno regional.

«Soy el primer leal a mi partido, pero a mí no me van a callar», dice este toledano muy apegado a su tierra y afiliado desde los dieciocho años a las Juventudes Socialistas. Licenciado en Derecho por la Universidad de Castilla-La Mancha fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Toledo y escaló posiciones hasta llegar a lo más alto en la Junta de Comunidades de Castilla La-Mancha. Mano derecha del expresidente José Bono, en el partido se le conocía como «El Bonín» por su estrecha relación. Hombre campechano, de carácter afable y cercano a sus paisanos, su gestión es bien valorada en sectores empresariales y del campo, estos últimos muy importantes en Castilla-La Mancha. Por ello, no ha ocultado sus duras críticas a los ministros morados, en especial a las leyes radicales ecologistas como la de Bienestar Animal de la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, o las grotescas normas alimentarias del titular de Consumo, Alberto Garzón, que considera «un disparate» contra los sectores afectados. En una comunidad dónde el sector agrícola, ganadero y de la caza es de enorme importancia para la economía de la región, Page alza su voz crítica sin tapujos.

Desde que llegara a la presidencia de Castilla-La Mancha ha protagonizado grandes polémicas. En las primarias del PSOE apoyó sin fisuras a Susana Díaz frente a su rival Pedro Sánchez. También se ha sumado muchas veces a las opiniones críticas de Felipe González contra el «sanchismo» y no comparte en absoluto la estrategia de atacar con crudeza al PP y su nuevo líder. De hecho, García-Page mantiene buena relación en lo personal con la oposición en su tierra y procura que los debates en las cortes castellano-manchegas discurran con corrección. «No le gusta hacer sangre», aseguran en su entorno como prueba de su relación con el adversario. Su estilo de hacer política es similar al de Pepe Bono, en defensa de los principios socialistas pero sin lanzarse a degüello contra sus rivales. Al igual que Bono, «su estado natural es la sonrisa», ironizan algunos compañeros de partido. Su nombre ha estado muchas veces en todas las quinielas para acceder al liderazgo nacional del PSOE, algo que él siempre ha desmentido. En su tierra es bien valorado por sectores económicos y sociales, lejos de las políticas radicales de izquierda que los socios comunistas y separatistas imponen a Pedro Sánchez para mantenerle su apoyo en el poder.

De costumbres muy sencillas, apegado a la tierra, hace un año Emiliano García-Page se separó de su esposa Yolanda Fernández, madre de sus dos hijos, y se fue a vivir en solitario a un piso de alquiler en un bloque de viviendas a las afueras de Toledo. Aborrece el coche oficial, le gusta pasear por la ciudad y se recorre los pueblos de una comunidad tan extensa de cabo a rabo. Mantiene también muy buena relación con los periodistas de la región, sean del color ideológico que sean, con quienes comparte a menudo unas buenas migas manchegas. En una tierra dónde se ubican las mejores fincas agrícolas, ganaderas y cinegéticas de España, le horrorizan los postulados radicales de ministros morados como Ione Belarra, Yolanda Díaz y Alberto Garzón. Algunos le censuran que emite declaraciones críticas en los medios, mientras guarda silencio en los órganos del partido como el Comité Federal. «Los trapos sucios se lavan en casa», advierten estos dirigentes. Pero Emiliano García-Page es inmune a ello y ahora observa con preocupación la deriva radical del «sanchismo». Asegura defender por encima de todo y de todos los intereses de su tierra y advierte: «No me siento monaguillo de nada ni de nadie, solo castellano-manchego».