Debate

División en el PSOE por la campaña de ataques a Feijóo

Internamente se reconoce que el líder del PP «no genera rechazo» en la ciudadanía y que la estrategia «denota el nerviosismo» de Moncloa

El PSOE remonta el vuelo. El partido quedó sumido en un estado de desolación tras la debacle en Andalucía del que le ha costado desprenderse. Los socialistas cedieron su tradicional hegemonía en el pulmón de votantes que había oxigenado las mayorías socialistas para alcanzar La Moncloa. El golpe anímico trascendió lo meramente político y el electorado languidecía sin incentivos para acudir a las urnas. «Los sondeos nos decían que un 30% de los nuestros estaban en la abstención», cuantifica una presidenta autonómica. El punto de inflexión se produjo antes del verano, cuando Pedro Sánchez subió a la tribuna del Congreso en el debate sobre el estado de la nación y reorientó el rumbo, anunciando nuevos gravámenes para las energéticas y la banca. Un revulsivo con efecto inmediato en las filas socialistas, cuyos diputados ya salieron «enchufados» de la sesión plenaria.

El giro a la izquierda –a modo de vuelta a los orígenes– fue nítido. Un viraje que poco tiene que ver con la vocación mayoritaria de un proyecto que busca mantenerse en el poder. Para ello, como bien sabe Sánchez, hay que transitar el carril central. Pero para ensanchar el espacio, primero hay que consolidar tu posición de partida y en el PSOE reconocen la profunda «desmovilización» de sus filas. «Primero hay que activar a los tuyos y luego ya hay que ir a por el centro. Se sumarán si ven que tienes un proyecto fuerte y con garantías de victoria», resume gráficamente un líder territorial. Y en esta tarea sigue afanado el partido y el presidente en primera persona. La estrategia de atacar a Alberto Núñez Feijóo para desactivar la luna de miel demoscópica que vive desde que llegó a Genova va orientada en esta dirección, en espolear a los votantes y mover las encuestas, pero en el PSOE hay división de opiniones sobre su eficacia a medio plazo.

Hay quienes cuestionan abiertamente el resultado de deslegitimar a un dirigente con una trayectoria de cuatro mayorías absolutas en Galicia y cuyo perfil se instrumentalizó durante la crisis del coronavirus. «Es muy difícil vender ahora que no es moderado, cuando en la pandemia se le utilizaba como contrapunto al discurso de Isabel Díaz Ayuso», aseguran en un territorio. «Se le quiere hacer un traje, pero no le tienen cogidas las medidas», apuntan desde otra federación muy potente, que anticipa que ellos no van a secundar esa línea argumental. «Denota nerviosismo», sostienen.

Incluso quienes defienden el potencial catalizador del discurso contra Feijóo reconocen que es «un líder que no genera rechazo» en la ciudadanía y que va a ser muy complicado voltear la opinión pública en esa dirección. No obstante, llaman a incidir en las lagunas de su discurso para que esa sensación acabe permeando. De ello se ocupa a diario el propio Sánchez. El PSOE se reunió ayer en Zaragoza en la reunión del Comité de Política Federal. Un cónclave que tenía en el orden del día fijar las líneas estratégicas para la contienda electoral de 2023, pero que acabó convertida en una suerte de terapia grupal. Una sesión de «coaching» para insuflar ánimos a las tropas de cara a lo que viene el próximo año.

«Pedro es una roca», asegura una presidenta regional que señala que «cuando todo parece que va mal, sabes que él va a pelearlo hasta el final». El presidente tomó la palabra en la reunión interna para insuflar ánimo a los suyos y, posteriormente, en el acto público para exhibir músculo y presentar a un PSOE «unido y fuerte», frente a un PP que se ha quedado «solo y retratado» ante Europa por su «oposición negacionista» con los impuestos para gravar los beneficios extraordinarios de las energéticas.

Sánchez aprovechó este marco para defender la posición de liderazgo a nivel europeo de España, recordando que la propuesta de la Comisión Europea de reformar el mercado eléctrico se inspira en lo que viene proponiendo el Gobierno desde hace un año. Una posición que consideran un espaldarazo, porque «les da la razón». «Si lo propone el Gobierno es malo por izquierdista, si lo propone Bruselas es bueno por liberal. Ni una cosa ni la otra: es puro sentido común», aseguró, apuntando que en «época de crisis hay que arrimar el hombro en beneficio de la clase media, no de los poderosos. Las alegrías de una minoría no pueden ser las dificultades de la mayoría».