Opinión

«España, tierra de María»

«Adiós España, tierra de María». Así se despedía de España el Papa San Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003 en Madrid, al culminar su 5º y último viaje apostólico a nuestra Patria. La víspera de ese día había mantenido un multitudinario encuentro con los jóvenes en Cuatro Vientos, para presidir al día siguiente domingo, una ceremonia de canonización de cinco grandes santos españoles del siglo XX, ante una gran muchedumbre de fieles que inundaban la Plaza de Colón de Madrid y las vías adyacentes .Fueron estos –San Pedro Poveda, san José María Rubio, Santa Ángela de la Cruz, santa Genoveva Torres y Santa Maravillas de Jesús–, los cinco nuevos santos y santas que jalonan todos ellos un siglo en el que la persecución religiosa alcanzó cotas nunca antes experimentadas en la bimilenaria historia de la Iglesia, siempre acompañada de la Cruz del martirio. En verdad, «España es tierra de María» ya desde los mismos comienzos evangélicos, de la mano del Apóstol Santiago, que mereció la visita en carne mortal de la Virgen María el 2 de enero del año 40 a Zaragoza, en la entonces Hispania romana, aparición que ha pasado a la Historia con la advocación de Nuestra Señora del Pilar. A partir de aquella fecha, todo el territorio español está poblado de ermitas y templos de todos los estilos y dimensiones, dedicados a María en sus diversas y variadas advocaciones con las que es conocida y venerada, no existiendo localidad alguna que carezca al menos de uno de ellos, y cuyas fiestas son conmemoradas con especial brillantez con misas solemnes y procesiones promovidas por los ayuntamientos, sus fieles y sus cofradías. Hoy 8 de diciembre, se celebra a la Inmaculada Concepción siendo también España particularmente «Nación Inmaculista». Así lo reconoció el propio papa beato Pío IX que definió el Dogma en 1854, cuando tres años después en 1857, al inaugurar el 8 de diciembre el primer monumento urbano a Ella dedicado, quiso establecerlo en la Plaza de España de Roma, entonces todavía capital de los Estados Pontificios. Lo quiso así, y precisamente allí porque como proclamó: «Fue España la nación que trabajó más que ninguna otra, para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María» Ante tan rotunda afirmación, expresada por la voz más autorizada de la Iglesia universal, bien podemos sentirnos legítimamente orgullosos como españoles, de gozar de tan extraordinario privilegio. Somos «Su» tierra, y como Madre Nuestra, bajo su maternal manto acudimos confiados buscando su protección en estos difíciles tiempos de tribulación.