Cástor Díaz Barrado

Abandonar Europa

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La situación que atraviesa la Unión Europea está generando todo tipo de especulaciones respecto a cuál será el futuro de Europa y su papel en la escena internacional. La apuesta por la integración, que quedó plasmada, de forma intensa, a principios de los años noventa del pasado siglo, comienza a sentir ahora los ataques que provocan los recelos de una Europa unida y, en ocasiones, parece que se resquebraja el proyecto común. No sólo los Estados de la Unión encuentran dificultades para garantizar la estabilidad del euro sino que, también, existen muchos obstáculos para afirmar otras políticas que deberían ser comunitarias, como la política de inmigración o la política social. A nadie beneficia más una Unión Europea fuerte que a los propios estados miembros y, en particular, a los ciudadanos de estos estados. La defensa en exclusiva de los intereses nacionales traerá, a la larga, mayores perjuicios para quienes la promueven. No es el momento de abandonar Europa sino, por el contrario, de fortalecer las instituciones comunitarias y proceder a una mayor entrega de soberanía estatal. Pero no todos los estados de la Unión tienen políticas que caminen en esta dirección. Reino Unido se aleja, paulatinamente, de las posiciones europeas comunes y la clase política británica no acaba de comprender los beneficios que aporta su participación en un proyecto común con el conjunto de los estados europeos. Es algo más que su condición de isla lo que provoca las posiciones de desarraigo que mantiene Gran Bretaña. Es posible que en un breve tiempo observemos un mayor desapego de los objetivos de la Unión Europea por parte de este Estado y que, de alguna manera, se susciten reflexiones respecto a la posición que deben mantener otros estados. Nada sería más equivocado que abandonar ahora la Unión Europea o de proceder a un proceso de fragmentación en su seno. Ahora, más que nunca, la Unión debería hablar y proyectarse unida en la escena internacional y comenzar con una profunda reforma que la llevase a demostrar su capacidad de liderazgo en el mundo. Están en juego los valores en los que se inspira la Unión y, también, el grado de bienestar, sin duda mejorable, que, en relación con otros lugares del planeta, han alcanzado los estados y ciudadanos en la Unión Europea. Las posiciones comprometidas de Francia dan un aliento de seguridad y sería muy conveniente que Alemania no mirase demasiado hacia sus intereses internos. El resto de los estados de la Unión deben comprender, también, que pertenecer a la Unión Europea y beneficiarse de esta pertenencia supone consolidar muchos derechos y asumir la parte que les corresponde de los sacrificios. El futuro sin una Europa Unida es mucho más incierto.