Cástor Díaz Barrado

Frontera

La Razón
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Los Pirineos siguen siendo una frontera. En la Europa sin fronteras y sin obstáculos a la libre circulación todavía queda por decidir si queremos un espacio plenamente conectado o, si por el contrario, la voluntad política de los Estados de la Unión Europea no es capaz de eliminar los impedimentos políticos que existen en la zona central de esta cordillera. Es una cuestión de mera decisión política puesto que no existen inconvenientes puramente técnicos que hagan imposible una comunicación real. La construcción de un Corredor Central no sólo es necesaria sino que, además, es urgente su realización. La conexión de la Península Ibérica con el resto de Europa sigue, en esencia, como hace siglos pues tan sólo se utilizan los tradicionales pasos naturales. No sólo España sino, también Portugal y el Norte de África precisan de una vía de comunicación que, por Aragón, nos conecte con el resto de Europa. No hay obstáculos insuperables. Todo lo contrario. No se trata, desde luego, de facilitar únicamente el paso por Canfranc sino que, en realidad, no se debe abandonar la idea de construir una vía central amplia y segura que nos comunique a todos. España y Francia tienen la responsabilidad primordial en esta materia pero no la única. Hay que cumplir con los objetivos que se ha marcado la Unión Europea y realizar una obra que no condene al aislamiento y a la despoblación a las zonas del Centro de España y del Sur central de Francia y que, por ende, nos proporcione bienestar. Todo garantiza que se respetarán los criterios medioambientales y que, además, se producirá un cambio transcendental para los ciudadanos de Europa en su conjunto. El Corredor Central es imprescindible y el éxito de una vía de comunicación de este tipo está garantizado. No dejemos pasar más años y, menos aún, más siglos. La tarea para convencer a quienes han de tomar la última decisión no será fácil pero estamos en un momento oportuno para insistir en esta propuesta. El paso por el Pirineo central debe formar parte de las redes transeuropeas y debe ser, sobre todo, una labor de Europa.