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Literatura

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Los dos seudónimos de un novelista

Los dos seudónimos de un novelista
Los dos seudónimos de un novelistalarazon

La aporía mayor de un escritor es ser dos. Si además es un novelista serio, de esos que ganan el Premio Príncipe de Asturias y tiene medio pie ya en el Nobel, escribir con seudónimo novelas policiacas es los mismo que convertirse en un ente de ficción para sí mismo y en un enigma para los demás. Pero la máxima paradoja es triunfar como novelista prestigioso y que la familia Chandler te encargue seguir la obra conclusa de unos de los escritores de novela negra más populares y admirados del mundo. Ése es el caso de John Banville, también conocido como Benjamin Black.

Esa singularidad, como dice uno de los dos novelistas que en sí pugnan, tiene algo de la realidad difusa en la que viven los escritores, sobre todo los muy famosos: en esa «realidad borrosa» donde los límites de la propia personalidad y la identificación con otro escritor, Raymond Chandler, y su héroe de ficción, Philip Marlowe, se entrelazan en el abismo. Recientemente John Banville decía en una entrevista: «El artista es una especie de caníbal: consume realidad, se la come, la usa, moldea material que saca de otros. Como de alguna manera hace también un actor. Todo eso supone un riesgo. Y hay que asumirlo y disfrutar de la aventura». No cabe duda de que a este irlandés desmesurado, en su arrogante desmedida, le gusta jugar al límite. Por eso escribe de forma visceral. Toma las palabras por su encarnadura y la arroja en la hoja en blanco hasta componer las obras maestras que lo han convertido en una referencia literaria de primer orden.

En su «faceta Black», los fans de la novela negra aprecian el personaje del forense irlandés Quirke, cuyo parecido con el escritor podría rastrearse en su pasión por el alcohol y su carácter impaciente y poco tolerante. Ahí están cinco de sus títulos en español para comprobarlo. Pero la novela que lo ha convertido en una referencia para los nostálgicos y creyentes de Philip Marlowe es «La rubia de los ojos negros», un encargo de la familia del escritor que Benjamin Black ha escrito con el primor de quien sabe que se enfrenta al tribunal más feroz: los fans del Chandler y cuantos odian los pastiches de altura. Tan de moda en esta época en la que la novela negra ha pasado de género supremo de los progres a literatura de evasión de las clases medias con pretensiones culturales. Pese a las suspicacias, la crítica y los fanáticos se han rendido al embrujo de Benjamin Black. Algo que no puede decirse de la última secuela de James Bond, encargada al prestigioso escritor William Boyd, ni de los deprimentes mejunjes de Eric van Lustbader sobre Jason Burne.