Cástor Díaz Barrado

Perseverancia

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La primera visita que ha realizado un Jefe de Estado a Su Santidad el Papa Francisco ha sido la de su compatriota Cristina Fernández de Kirchner. Todo un acierto de la diplomacia vaticana. Con ello se disipan buena parte de los rumores relativos a la falta de entendimiento entre las autoridades de Buenos Aires y el nuevo Papa. Es, como se ha dicho, una muestra de afecto y consideración al pueblo argentino. Además, se abre una línea de diálogo por parte de la Santa Sede con uno de los sectores que configuran la actual realidad latinoamericana. No carece de importancia para el devenir de las relaciones internacionales que el Papa Francisco I sea el primer Papa latinoamericano de la historia. Como no fue irrelevante que Juan Pablo II tuviera nacionalidad polaca. Pero resulta sorprendente que el único asunto de transcendencia internacional del que hemos tenido conocimiento que se ha tratado en la breve reunión entre el Papa y la presidenta argentina haya sido, precisamente, la cuestión de las Malvinas. Al menos, y como cabía esperar ante el silencio del Papa, la presidenta Fernández de Kirchner ha expresado su deseo de que el nuevo Papa ayude a solucionar esta cuestión. Es por todos conocida la posición del cardenal Bergoglio en esta materia, y que coincide no sólo con el sentido común sino, también, con el Derecho internacional. La soberanía de las islas Malvinas corresponde a Argentina, por lo que se debe iniciar un diálogo entre el Reino Unido y Argentina cuyo único fin es regular la devolución del territorio a los argentinos y el desalojo ordenado de quienes, en la actualidad, ocupan ilegalmente ese territorio. La situación administrativa actual de las islas sólo se mantiene mediante la fuerza que ejercen las tropas británicas. Es una ocupación territorial en toda regla. De nada sirven los intentos de las autoridades británicas por dar legitimidad a una situación de ocupación territorial mediante el uso de la fuerza. La farsa de unas elecciones organizadas por los ocupantes y en las que sólo deciden los ocupantes carece de significado internacional. Nada ha dicho al respecto el nuevo Papa y poco podrá hacer en este asunto, más allá de gestiones discretas y que no impliquen una injerencia del Vaticano en conflictos de este tipo. Pero, de todos modos, hace bien la presidenta argentina removiendo el asunto de las Malvinas en todos los foros internacionales y en todas las reuniones que mantenga con diversos mandatarios. La perseverancia argentina en la reivindicación tendrá su recompensa.