Champions League

Atlético de Madrid

Purgatorio

La Razón
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Confundió los términos el Atlético. Hincó los codos después de las oposiciones y la generosa reacción restañó la brecha del orgullo, pero no evitó la hemorragia.

«Pedimos milagros como si no fuese el milagro más evidente que lo pidamos» (Unamuno). El Atlético lo imploró, con fe envidiable, después de hacer el ridículo con el Qarabag en dos partidos, de cruzarse con la mala suerte en Roma –aquel remate al palo de Saúl en el último suspiro del encuentro en el Olímpico–, de especular con el Chelsea en el Metropolitano –por eso le superó y le ganó el equipo de Conte– y de ganar con solvencia a los romanos en pleno acto de contrición. Pero la penitencia era proporcional al pecado . Cabía, no obstante, que se obrara el prodigio...

El Atlético llegó al examen final en Stamford Bridge como si en aquellos desgraciados tests con el Qarabag no hubiese hecho novillos. Pero faltó dos días a clase. Hizo pellas. No cumplió con su obligación, ¡qué menos que una victoria ante los azerbaiyanos! Dos empates. Pero espabiló. Demostró en el Metropolitano que es mejor que el Roma, que ocupa su lugar en octavos de Champions por su mala cabeza, y en casa del Chelsea dio la cara, hizo el 0-1 Saúl y, ¡oh, la fatalidad!, Savic marcó el 1-1 en propia meta. Hubiese empatado antes el anfitrión de no ser porque Oblak se convirtió en la pesadilla de Morata, ¡qué gran duelo libraron! Para entonces, para cuando el esfuerzo del Atlético resultaba baldío, el Roma ganaba 1-0 con el tanto precedido de fuera de juego.

La suerte romana, italiana, la fatalidad rojiblanca, el Qarabag tan flojo como realmente es y el Atlético, abonado al empate, con una victoria y una derrota, desemboca en la Liga Europa, premio de consolación o caramelo envenenado. Los rivales no tendrán tanto apresto y los ingresos serán muy inferiores. Por hacer el tonto, ha bajado del cielo al purgatorio.