María José Navarro

Regalos

La Razón
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Seguramente a muchos de Vds. los Reyes Magos de sus hijos les habrán encargado un perro. Tengo que desaconsejarles hacerlo. Si no están preparados para sufrir y trabajar duro, no lo hagan. Mi perro Perry lleva conmigo casi diez meses y acaba de cumplir un año. Llegó de una protectora y yo creía que era fácil y que bastaba con darle cariño y caricias y que el solito iba a acostumbrarse a mis cosas, a mis manías, que me dejaría espacio cuando lo necesitara, que sería como una plantita a la que de vez en cuando hay que regar. Me encantaría contarles que mi perro Perry está ya completamente integrado en mi vida, pero sería mentirles. Después de diez meses y, gracias a ayuda externa, ya me puedo ir a trabajar sin dramas, a quedar a comer con los amigos, puedo hacer muchas cosas pero aún se descontrola si salgo alguna noche a cenar. Gracias a Dios, como tengo la misma vida social que una alfombrilla de baño, pasa Perry por pocas fatigas, pero en la última quedada con los compañeros de oficina en la consabida cena de Navidad, volvió la complicación. Tres pises y dos vomitonas. Claro, cuando una llega de una cena de Navidad con los tacones matándote y con dos vasitos en lo alto y mete la llave en la cerradura, abre y se encuentra con el panorama, lo primero que piensa es en por qué decidió adoptar un perrito y en por qué no se quedó como estaba, tan pancha, tan tranquilota, tan únicamente dedicada a sus tiempos libres, tan egoísta. Hasta que llega. Llega ese perrillo y te lo cambia todo. Llega y no te cuesta sacrificar tu libertad, tus quedadas sin límite de hora, tus eternas conversaciones con las amigas feminazis. Cambian tus hábitos. Y te gusta. Pero es muy jodido al principio y eso deben saberlo todos aquellos que están pensando comprar o adoptar un perrillo. Deben saber que cuesta adaptarse, que cambia tu vida, que no es tu vida sólo sino la de toda la familia y la del chucho. Que vienen con un disco duro de memoria que no te saben contar y que les pesa lo mismo que a Vds su pasado. Y si aún así lo hacen, lo deciden, van a descubrir que hay pocas sensaciones mejores que regresar a casa y que alguien te haya echado de menos de verdad.