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La Razón
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Confiesa Zidane que extraña a la BBC, acaso porque los resultados adversos son un incordio para cualquier otra solución que no sea la incorporación de Bale a ese tridente que ha mezclado tardes de gloria con otras de insufrible desazón. Del galés nadie se acordó cuando el equipo zanjaba las discusiones con triunfos incontestables. Después del batacazo en Gerona y del reventón en Londres la nostalgia surge en la necesidad de un bálsamo Fierabrás. Si no fuera por la distancia que separa al Madrid del Barcelona, los planchazos serían menos alarmantes. Lo peor sería que las derrotas recientes constituyeran un síntoma y que la mala puntería de Cristiano, la desconexión de Benzema, el delicado momento de Marcelo, Casemiro, Kroos y sobre todo Modric no fuera una de esas nubes pasajeras que de cuando en cuando ocultan el sol al fútbol. Hay explicaciones para lo que ocurre y soluciones, también. Están en las manos de Zidane y en el banquillo. El problema no es la inexperiencia de los nuevos sino la falta de chispa de los veteranos, que no son tan viejos.

Otra cosa sería un tropiezo ante Las Palmas, entonces la dinámica negativa atendería por crisis de las gordas. Hay dinámicas de progreso excepcional, como la del Valencia de Marcelino, un ciclón, y otras de abatimiento supino, como la del Atlético que, pese a todo, sacó tres puntos en Riazor en el tiempo añadido gracias a un gol de Thomas. Para entonces, Simeone había retirado a Griezmann, tan irrelevante que ha dejado de ser incluso para su entrenador un solucionador de partidos. No desequilibra. Está «missing» sin necesidad de que los rusos, como en tiempos de la Guerra Fría, envenenen con una catarata de «fake news» las redes sociales del Atleti. Sólo les preocupa desestabilizar España desde Cataluña, mientras el Cholo respira.