
Tribuna
Después de Gaza
Las guerras se sabe cómo comienzan pero no cómo acaban; especialmente en este caso cuando lo único que podía frenar a Netanyahu –ante su evidente falta de proyecto para la gobernanza de Gaza del día después– era la interrupción del suministro norteamericano de armamento y municiones
Cuando una persona –o un país–tiene una herida sangrante y tras un enorme esfuerzo los médicos logran detener la hemorragia, el siguiente paso debe ser estabilizar al paciente. Algo así tendría que pasar tras el reciente y ansiado acuerdo de alto el fuego en Gaza. Y esta fase de estabilización es importante acometerla bien y sobre todo, es inaplazable. Está en juego la paz en Oriente Medio y a nuestro paciente le debemos identificar con claridad: es Irán. No volverse a equivocar con el herido será vital.
El apoyo incondicional de la administración Biden a las prolongadas represalias del Sr. Netanyahu tras el ataque de Hamas del sábado 7.10.2023 ha traído consigo una serie de consecuencias estratégicas que han alterado profundamente el statu quo de todo el Oriente Medio. Y esto a pesar de que el presidente Biden intentó que las llamas de Gaza no se extendieran a la región. Las guerras se sabe cómo comienzan pero no cómo acaban; especialmente en este caso cuando lo único que podía frenar a Netanyahu –ante su evidente falta de proyecto para la gobernanza de Gaza del día después– era la interrupción del suministro norteamericano de armamento y municiones. Este corte no se utilizó y la guerra fue tomando su propio curso marcada básicamente por la agenda personal de Netanyahu y la eficacia operativa del ejército israelí.
La consecuencia estratégica más clara de a donde nos ha conducido todo este descontrolado proceso es –paradójicamente– al desmoronamiento de todo el sistema ofensivo contra Israel diseñado por Irán. Los ayatolás trataron históricamente de evitar la confrontación directa con Israel amenazándole por medio de sus organizaciones asociadas: Hamas en Gaza, Hezbolá desde Líbano, los hutíes en el norte del Yemen y varias fuerzas afines desde Siria. Todo este costoso andamiaje se ha venido abajo por la eficacia del ejército israelí y especialmente de su servicio de inteligencia. Realmente espectacular ha sido el descabezamiento de Hezbolá y la destrucción de la mayor parte de sus considerables reservas de guerra. No derivado directamente de las acciones israelíes ha sido el súbito derrocamiento del régimen de los Assad en Siria que ha supuesto para Irán la pérdida de otra posibilidad de ataques indirectos contra Israel a la vez que reabastecía a Hezbolá en Líbano. La neutralización de todo el mecanismo iraní de amenaza a Israel –con la provisional excepción de los hutíes– ha originado a su vez que los ayatolás tuvieron que recurrir a ataques directos para responder a las repetidas provocaciones israelíes. Esta confrontación directa ha servido para comprobar la enorme diferencia operativa entre ambos bandos. Los misiles y especialmente los drones iraníes se han mostrado muy vulnerables ante los sistemas de defensa aérea israelíes incluso disparados en salvas masivas. La aviación israelí –notablemente los aviones furtivos F-35– han podido neutralizar las defensas antiaéreas de las instalaciones iraníes dejando expuestos sus centros nucleares y fábricas de misiles.
Aunque la herida principal en Gaza esté a punto de dejar de sangrar, hay otra en Cisjordania que todavía no se ha cauterizado y habrá que atender con constancia y delicadeza. La actitud de los colonos israelíes en ese queso de gruyer en que se ha convertido la rivera al oeste del río Jordán, unida al desprecio y maltrato del gobierno del Sr. Netanyahu a la Autoridad palestina con la que comparte administración, tienen que cesar inmediatamente si no queremos que el paciente vuelva a desestabilizarse.
Probablemente han detectado Uds. una cierta sensación de urgencia en estas líneas y podrían preguntarse ¿a qué vienen estas prisas en este «momento de paz» en que están a punto de callar las armas en Gaza? He intentado describir aquí la sensación que puede tener el gobierno iraní en este momento en que su estrategia fundamental –levantada durante largos años y con gran esfuerzo– se ha derrumbado originando la percepción de estar acorralados. Este estado de ánimo que intuyo –de ser correcto– les puede llevar a querer dotarse con armas nucleares para restaurar el perdido equilibrio con Israel. Para ello están técnicamente preparados; pero si se dejaran llevar por su desesperación para construir cabezas nucleares para sus misiles, creo que a la inminente administración Trump no le quedaría más remedio que intervenir militarmente –bien directamente o en combinación con Israel– para evitarlo. Las consecuencias de un Irán armado nuclearmente y con una sensación de humillación tras la derrota sufrida pueden ir mucho más allá de Israel pues veríamos a Arabia Saudí y posiblemente a Turquía y Egipto emprender una carrera por dotarse con armas nucleares con lo que todo el Oriente Medio se desestabilizaría rápidamente.
A la administración Biden la situación de Gaza se le fue de las manos. No supo detener a Netanyahu y el conflicto se extendió consecuentemente. Pero la eficacia operativa israelí junto a un apoyo armamentístico norteamericano sin límites ha creado una situación nueva en todo el Oriente Medio. Esperemos que el nuevo equipo de Trump se centre no solo en navegar la presente coyuntura en Gaza sino simultáneamente en prever su rápida evolución con más firmeza y acierto que la que hemos visto hasta ahora.
Ángel Tafalla Balduz es Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).
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