Eleuteria
Feijóo en lo económico
El discurso del presidente del PP tuvo sus luces y sus sombras. El de Sánchez no llegamos a escucharlo
Desde un punto de vista económico, el discurso de investidura de Alberto Núñez Feijóo en el Congreso de los Diputados tuvo aspectos positivos: su defensa del Estado de Derecho (incluyendo la necesidad de que existan contrapoderes a la acción de gobierno), de la seguridad jurídica, del respeto a la labor del empresario, de la desregulación (eliminar tres normas por cada una aprobada), del incremento de la oferta de vivienda como vía para mejorar su accesibilidad o de la rebaja de ciertos impuestos (una rebaja en cualquier caso bastante moderada: suprimir el impuesto a las grandes fortunas y deflactar el IRPF sólo a quienes ingresen menos de 40.000 euros anuales).
Sin embargo, Alberto Núñez Feijóo también incluyó otras promesas que, acaso para granjearse el apoyo de parte de la izquierda en el Congreso, están muy alejadas de las que un partido no ya liberal sino con simpatías hacia el liberalismo debería impulsar.
Valgan tres referencias como ejemplo. Primero, Núñez Feijóo defendió mantener el impuesto extraordinario a la banca y destinar la recaudación a subsidiar las hipotecas a tipo variable de aquellas familias en apuros financieros: se trata de una medida dirigida a proteger a las personas de las consecuencias de sus propias decisiones (hipotecarse a tipo variable en un entorno de bajos tipos de interés en lugar de tomar una hipoteca a tipo fijo a un tipo algo más alto pero estable en el tiempo).
Segundo, el candidato a la investidura también abogó por subir el salario mínimo interprofesional a un ritmo incluso más acelerado de aquél al que lo ha hecho el gobierno hasta ahora: parece que en este punto el Partido Popular desdeña toda la evidencia que hemos acumulado en España respecto a los efectos del incremento del SMI en 2019 (pérdida de alrededor de 100.000 puestos de trabajo) y prefiere seguir el mismo rumbo torcido del actual Ejecutivo.
Tercero, Núñez Feijóo también apostó por revalorizar las pensiones públicas al mismo ritmo que la inflación, despreocupándose en la práctica de la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones o sobrecargando la misma a los más jóvenes con cotizaciones sociales más elevadas.
En definitiva, el discurso del presidente del PP tuvo sus luces y sus sombras. El de Sánchez no llegamos a escucharlo.
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