Y volvieron cantando

La futura palabra de moda

Al actual presidente en funciones solo le queda la vía Frankenstein para seguir durmiendo en la Moncloa evitando una repetición electoral de incierto resultado

Mucho habremos de temer que, si la ecuación única para que Sánchez siga al frente del gobierno pasa por la última palabra de un prófugo de la justicia afincado en Waterloo y al que el futuro de España importa menos que un comino, la palabra de moda que marcará la próxima legislatura va a ser referéndum. Mal que le pese a la inmensa mayoría de los españoles, dueños reales del territorio nacional incluyendo a Cataluña desde Cambrils hasta Cadaqués pasando por Vielha, los grandes asuntos políticos que habrían de centrarse en la recuperación de la economía y el regreso de un mínimo de dignidad a las instituciones quedarán orillados en el día a día por un nuevo pedaleo a propósito de las exigencias del nacionalismo radical, en un agotador maratón que ya se ve venir sobre los galgos o podencos de condonación de la deuda catalana con el estado o sobre todo el cómo y de qué manera de un referéndum que, con la Constitución en la mano, es ilegal, pero para el que -me consta- hay ya calentando en la banda unos cuantos juristas afines al Partido Socialista que saltarán cuando toque al terreno de juego para hilvanar lo más parecido a una consulta no vinculante que, sin traspasar los límites de la legalidad, calme a la bestia separatista, al menos durante un determinado tiempo y hasta la siguiente andanada, siempre con las infladas tarifas en mano de un apoyo parlamentario trufado de chantaje al estado.

No es solo Puigdemont quien enarbola la bandera del referéndum. Este mismo fin de semana hemos vuelto a escuchar a portavoces veraniegos «de guardia» entre las filas de Esquerra Republicana insistiendo en la necesidad de convencer a Sánchez en esta dirección, sabedores de que la palabra mágica no puede quedar solo en boca de Junts y de que al actual presidente en funciones solo le queda la vía Frankenstein para seguir durmiendo en la Moncloa evitando una repetición electoral de incierto resultado.

Pero la cuestión no es tanto si referéndum legal o ilegal como el hecho de que, igual que se legitimaron ante Europa los indultos por el «procés» dejando al Tribunal Supremo a los pies de los caballos, también se acabe legitimando -sea o no vinculante en primera instancia- la mayor aberración contra la soberanía nacional. El precedente de cara al mundo sería sencillamente catastrófico para una nación de siglos.