El buen salvaje

Ni madre ni padre sino progenitor (gestante)

Todas las hembras han sido borradas para dar visibilidad a Boti, la nueva Virgen de agosto, la mujer a la que seguir en la nueva religión de Irene Montero

La ley trans nos deja huérfanos. El código civil sustituirá padre y madre a secas por «progenitores» o «progenitor gestante». Cuando vuelva a ver a mi madre pensaré que es casi la última de una especie en peligro de extinción. Una madre, madre. Un ser como del Planeta de los Simios. Llamarla progenitor gestante se me hace duro, tanto que no descarto que me lance los avíos de costura con los que se entretiene a la cara, espero que sepa entenderlo, como tantas otras cosas que solo una madre puede comprender en la intimidad con su hijo de cuando «Mamá, ya». «Mamá, ya». Recuerdo ese día como si hubiera sucedido esta mañana. Esto es la espuma de la ola que nos deja la ley trans, apenas un sentimiento melancólico por lo que ya es pasado. Las mujeres, por ejemplo. Todas las hembras han sido borradas para dar visibilidad a Boti, la nueva Virgen de agosto, la mujer a la que seguir en la nueva religión de Irene Montero. Las chicas y los chicos líquidos rezan a este espécimen desagradable (antes lo hicieron a Radio Futura), como a esas imágenes «embellecidas» con pelo humano, el Nazareno de Camarón, por ejemplo. Las mujeres y los homosexuales van camino del exterminio intelectual: esa es la conclusión. Cuánta modernidad.

Esa ley de todos los futurismos y, como ellos, fascistas, se aproxima a toda velocidad al fin de un mundo. Irene Montero es una magnífica «peformer» pero una cosa es exponer el urinario de Duchamp y otra, mear en él sin que no se escape la gotita final. Montero es una mujer arrollada por el siglo. Si hubiera vivido en tiempos del Oeste americano se convertiría en sioux antes que en una mujer de John Ford, las que se balancean en el porche esperando a sus hijos.

Algún día, no ella que está perdida para cualquier causa que no sea la suya, sino los que la dejaron ir tan lejos, los diputados socialistas, el presidente del Gobierno, se darán cuenta de que lo votado es una barbaridad, una ley reaccionaria de muy extrema extrema, que no es progresista en ninguno de sus aspectos. Entonces, aun siendo pronto será tarde porque los adolescentes que sufran el martirio médico (sobre todo chicas en un 80%, según las últimas estadísticas, como en el poema de Dámaso Alonso) nadie les podrá volver atrás pulsando un botón o blandiendo una sonrisa de buen rollo.

Se puede uno despedir llorando de los cerdos cuando van al matadero, los mismos cerdos que se comen a sus crías. Qué poca ética para un humano. Pero es que Irene ocupa su lugar rosa en la pocilga.