Opinión

Lo mejor para España es ir a elecciones

Los españoles no se merecen que un prófugo de la justicia marque las reglas del juego democrático

Las elecciones del 23 de julio dejaron un Parlamento colgado. Alberto Núñez Feijóo está a cuatro votos de alcanzar la mayoría, pero sus posibilidades de ser investido presidente del Gobierno el próximo 27 de septiembre se reducen prácticamente a cero. Paradójicamente, Pedro Sánchez, que quedó segundo en las elecciones de julio, tiene más posibilidades de urdir una mayoría parlamentaria, aunque necesita los siete votos del fugado de la justicia española, Carles Puigdemont. Desde un hotel de Bruselas exigió el martes 5 de septiembre una «ley de amnistía» y el archivo de los procesos judiciales contra independentistas a cambio de su apoyo. La figura central del intento de secesión de Cataluña en 2017, exultante por el efecto de la foto con la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, el día anterior, reclamó «el abandono total y efectivo de los procesos judiciales contra los independentistas» a través de «una ley de amnistía». Puigdemont exige que esta ley esté aprobada antes de la investidura de Pedro Sánchez, esto es, a finales de noviembre. El presidente del Gobierno en funciones siempre ha sostenido que la amnistía sería inconstitucional, pero después de la rehabilitación de Díaz a Puigdemont, publicó un comunicado instando a «pasar página» al conflicto en Cataluña. Los juristas sostienen que la amnistía es una fórmula de profundo carácter político asociada normalmente a un cambio de régimen. Recordemos las leyes post franquistas de 1976 y 1978. Coincidirán conmigo los lectores que asociar la Constitución de 1978, que nos ha garantizado el mayor periodo de prosperidad y estabilidad democrática, a una ley de amnistía sería un error político inmenso de consecuencias inciertas. Basta salir de España para darse cuenta de que el proceso de la transición española es uno de los más admirados por el resto del mundo. Resulta chirriante que un político en horas bajas (cabe recordar que Junts no alcanzó ni el 12% del electorado en las últimas elecciones catalanas y que en las generales se quedó en el 1,6%) sea quien marque las reglas del juego.

A pesar de su honrosa trayectoria económica, el presidente en funciones no consiguió la reelección directa al quedar atrapado por las incomprensibles decisiones dictadas por sus aliados de la izquierda radical. Muchos españoles dejaron de reconocerse en la España de Sánchez y dieron la victoria a Feijóo aunque haya resultado insuficiente. Sería muy perjudicial para el PSOE, pero sobre todo para España, que Sánchez profundizara en esta vía y siguiera presentándose ante sus conciudadanos como un rehén de sus aliados independentistas. La comparecencia de cuatro gatos (un eurodiputado, la delegada de la minoría musulmana china uigur, y la representante tibetana ) en Bruselas debería ser suficiente para que el presidente del Gobierno en funciones se diera cuenta de que la única salida honrosa a este bloqueo institucional es la convocatoria de nuevas elecciones a mediados de enero. No puede configurarse un gobierno de la nación a costa de la unidad de España. Lo que se merecen los españoles es decidir ellos su futuro y que no sea un prófugo de la justicia, que sigue presentándose fraudulentamente como el 130º presidente de la Generalitat de Cataluña, sea quien lo haga por ellos.