Sin Perdón

Putas, drogas, corrupción y... el CIS

«Estoy convencido de que sacan a pasear al Tito Berni y todos se ponen a aplaudir ante la genialidad presidencial»

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Pedro SánchezEuropa Press

No me extraña que Sánchez esté contento. Las encuestas del CIS de Tezanos provocan cada mes un subidón espectacular a la cúpula del Gobierno. Es un contraste frente a la ingratitud del resto de encuestas que muestran el retroceso socialista y la victoria del centro derecha. El CIS es tan maravilloso que consigue que el escándalo del Tito Berni no produzca ningún desgaste. Esta indiferencia frente a una trama corrupta propia de un futuro «Torrente 7» es poco creíble. La verdad es que Santiago Segura tiene el material para una película. Es cierto que afecta a un diputado socialista, que ha renunciado al escaño, pero que le gustaba frecuentar prostitutas. Es algo que encaja muy bien, dicho irónicamente, en la defensa del feminismo. La hacía en un ambiente sórdido con vodka y cocaína. Era tan cutre que salía en calzoncillos. Es cierto que la fiscalía que controla Álvaro García Ortiz con mano férrea está desarrollando una actividad vertiginosa. Desde luego, ha conseguido eclipsar a Dolores Delgado y demostrar que todo es susceptible de empeorar.

Una vez más, Tito Berni tiene que agradecer su origen socialista, porque si fuera del PP estaría en prisión, la izquierda mediática eclipsaría el tratamiento que dio a Paco Camps, Rita Barbera o Gürtel. Por ello, es lógico que el CIS mantenga incólumes las expectativas de reelección del presidente del Gobierno. A estas alturas, Patxi López debería buscar voluntarios en el grupo parlamentario para que sigan la senda de Tito Berni y se vayan de putas, se emborrachen con vodka barato y se pongan ciegos de cocaína. Es lógico hacerlo, porque no perjudica la credibilidad en el espacio feminista. El CIS mejorará el resultado del PSOE en su próximo barómetro. Los diputados y las diputadas que acompañaban a Tito Berni deberían mentir y autoinculparse. Hay que extender, además, esta estrategia al Senado. La ventaja del CIS es que ni una orgía al estilo de Calígula perjudicaría al inquilino de La Moncloa. Es sorprendente. Hace unos días veía muy nerviosos a los dirigentes socialistas, porque creían que les perjudicaban los líos con Podemos, la chapuza de la ley del «solo sí es sí», las cesiones con los independentistas y los filoetarras, el escándalo de Tito Berni… Ahora entiendo que estaban equivocados. Sánchez puede hacer lo que quiera porque no sufre ningún desgaste electoral.

Sánchez celebró uno de esos actos que hacen los partidos de cara a la galería, porque sus participantes son meros figurantes. Hay un caudillo que ordena y manda, una cúpula de su absoluta confianza (por lo menos temporalmente) y unos dirigentes que tienen que interrumpir el discurso con sus aplausos. He de reconocer que le escuché con gran interés. Hubo algún momento que temí que levitara mientras sus fieles se postraban emocionados ante el milagro. No quiero dar ideas a Santos Cerdán, pero en cualquier momento organiza un espectáculo de efectos especiales y consiguen un Goya o, incluso, un Oscar. Han de trabajar más la escenografía, que es buena, pero hay un campo inmenso por delante. El grado de fervor por el líder y la adhesión ciega conduce a un modelo que se ha generalizado. Este culto a la personalidad, propio del caudillismo español de la época de los espadones decimonónicos o que persiste en Iberoamérica desde la Independencia, es fascinante. Estoy convencido, dicho irónicamente, de que sacan a pasear al Tito Berni por el escenario y todos se ponen a aplaudir ante la genialidad presidencial.

La política se desarrolla en un mundo binario. Unos son los buenos y los otros los malos. Hace poco más de un año, los medios de comunicación de izquierdas y sus opinadores, analistas y tertulianos señalaban a Feijóo como el líder que necesitaba el PP. Por lo visto, tenía todas las condiciones, aunque bastó que accediera a la presidencia del partido y no fuera el perrito fiel de La Moncloa para convertirlo en el paradigma de todos los males. Las encuestas del CIS muestran, por supuesto, esta realidad paralela propia de un pintoresco metaverso. A estas alturas me he convertido en un escéptico. Me sucede lo mismo con las criptomonedas. En el terreno económico, me produce desconfianza todo aquello que necesita complicadas explicaciones, fórmulas extrañas o palabrejas propias de los malos economistas o los especuladores desaprensivos.

Sánchez hizo ayer uno de esos largos discursos que tanto gustan a los caudillos de la izquierda y la derecha. En este terreno es difícil que supere al fracasado gurú de las ondas, Pablo Iglesias, que es lo que más se asemeja a un moderno charlatán de la política. Me recuerda al inolvidable padre de Eliza, Alfred P. Doolittle, basurero de profesión, en la película «My Fair Lady», basada en la obra de teatro «Pigmalión» de George Bernard Shaw. Por supuesto, la profundidad de su discurso permitiría hacer una versión española de «Bienvenido Mr. Chance», aunque en este caso sus conocimientos vendrían de unas lecturas desordenadas, unos tópicos comunistas y una tozudez propia de cualquier seguidor de Stalin.

Es interesante que el presidente del Gobierno vea nervios en el PP. Los achaca a que «están atacados porque hay un Gobierno que gobierna para la mayoría y no se inclina ante los poderosos». A este ritmo lo veo encabezando manifestaciones contra el intrascendente Garamendi y las empresas cotizadas. Eso de inclinarse a los poderosos no es del siglo XXI sino del XIX y sería digno de alguna novela o serie de televisión sobre conspiraciones promovidas por malignos capitalistas que quieren dominar el mundo. Hay que partir de la base de que ese discurso solo persigue alguna ventaja electoral y tapar los incumplimientos o sus incómodos aliados, porque nunca he visto una actuación coordinada de los directivos del Ibex. Por cierto, no es que tengan muy buen rollo entre ellos. Algunos se limitan solo a saludarse educadamente.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)