Salario mental

Hace ya casi un año, Errejón, a ver quién se acuerda de lo que pasó hace un año e, incluso de quién es Errejón, el chico que pudo ser John Lennon exponía lo necesario de tener en cuenta la salud mental, pues no es solo cosa de locos sino de cuerdos para los que una acera es un precipicio. A día de hoy, la salud mental forma parte de ese laberinto de eslóganes con los que nuestros políticos, sobre todo los gobernantes, aspiran a seguir engañándonos, no tomándonos por locos sino por tontos.

Yolanda Díaz, la ministra de la eterna sonrisa, si bien va tornándose ya en el gato de Cheshire, una chica que maúlla sin parar en el país de las maravillas, nos dijo ayer a la jeta que la subida del salario mínimo mejoraría la salud mental de los jóvenes, lo pronunció con la mueca risueña como tallada a golpe de bótox y sin que los renglones se le torcieran; sabe bien Yolanda que solo una cuerda como ella puede engañar a todo un país de locos.

Habrá, supongo, muchas maneras de argumentar a favor la subida del salario mínimo sin recurrir a uno prestado o falso, queriendo ser más social aún, ya que no solo el joven va a ganar más dinero sino que ese aumento le librará de sus fantasmas y podrá pastar con dignidad entre el ganado que pastorea Yolanda sonriendo y, en este caso, mintiendo. Se notará tanto, que apenas quedarán residuos en nuestras aguas de Diazepán. Decía, y repito, que podemos estar locos pero no ser tontos. No estaría mal que pidiese perdón a los miles que esperan cita en el psicólogo o en el psiquiatra, y no, no solo en la Sanidad de Ayuso. Pero comprendí que se trataba de parte de un entremés que ellos querrían de Carlos Saura pero que parecía de Jardiel –facha– Poncela cuando vimos esa merienda del presidente con dos chicos de Parla a cuenta del salario mínimo que resultaron ser el hermano del secretario general de Juventudes Socialistas de Parla y una afiliada al partido. Presidencia del Gobierno: desmientan esta información, que estoy muy loco.