Religión

Gracia y fuego

Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de Santa Ángela de la Cruz, Madrid

San Juan bautizando a Jesús
San Juan bautizando a Jesúsla razonLa Razón

Meditación para este domingo del Bautismo del Señor

El bautismo de Cristo habla de un inicio, por eso esta fiesta nos da la oportunidad de comenzar nuevamente desde Dios. Porque con el bautismo de Jesús en el Jordán se inicia su vida pública. Es el comienzo de su misión. Este año el evangelio de Lucas nos hará contemplar cómo Jesús queda lleno del Espíritu Santo desde este acontecimiento, y así lo irá demostrando en cada una de sus acciones y palabras. Hoy celebramos, por tanto, un evento del Espíritu que también nosotros hemos recibido en nuestro bautismo y que debe manifestarse en cada momento de nuestra vida. Dios nos reconoce como sus hijos para que nos manifestemos así ante los demás. Efectivamente, el testimonio de Juan el Bautista señala esta doble realidad: el que había de venir manifestaría la fuerza y presencia de Dios, así como él mismo inaugura el nuevo y definitivo Bautismo que nos hace nacer a la vida de la gracia. Por eso este precursor enseñaba: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lucas, 3, 16).

Jesús recibe el Espíritu Santo mientras está en oración: «También Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos y bajó el Espíritu Santo sobre él» (Lucas, 3, 19). De este modo Cristo muestra desde el inicio de su misión que solo podemos experimentar las intervenciones de Dios en nuestra vida si nos mantenemos en un diálogo personal con Él. Porque vivir en el Espíritu, experimentar su fuerza y su ardor, nos pone continuamente de cara a Dios, y esto es la oración. Si queremos ser fieles a la gracia que recibimos en nuestro bautismo hoy estamos invitados a volver la mirada del alma hacia lo alto, elevarnos desde lo meramente natural hacia lo sobrenatural. Este es el gesto inicial de valentía y humildad que, por nuestra parte, pone el primer medio para experimentar la gracia. Por su parte, Dios nos impulsa y nos bendice con el derroche de su amor, que es el Espíritu Santo que viene a morar en nosotros para darnos sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, conocimiento y temor del Señor (Isaías 11, 2). Estos son los dones que ciertamente necesitan las personas de todo tiempo, pero que hoy aparecen como las más altas adquisiciones a las que podemos aspirar. Porque solo una vida iluminada por la sabiduría, forjada en la fortaleza y consumada en la comunión con Dios merece verdaderamente ser vivida. Y este anhelo no es inalcanzable, sino que está muy cerca de nosotros. Ya lo hemos recibido en germen en nuestro bautismo y espera manifestar su fuerza siempre más. Por ello, pide al Espíritu Santo que encienda tu vida con estos dones. Que su fuego consuma todo lo que no tiene consistencia y fragüe tu alma para que brille con la luz divina. Déjate llenar por el único capaz de colmar todos nuestros anhelos y nuestras más puras aspiraciones.

Sin embargo, hay que precisar que el Bautismo no cambia la relación que ya Jesús vivía con Dios. Él sigue siendo su Hijo amado, como lo es desde toda la eternidad. Lo que ahora cambia es que esta relación única ahora se manifiesta a los seres humanos y los hace capaces de formar parte de ella. Es decir, Jesús no cambia en sí mismo, sino que cambia lo que él significa para nosotros. Desde ahora empezará a mostrarse como el Salvador, la presencia cercana de Dios, el camino por el que hemos de ir hacia el Padre. A nosotros el Bautismo sí nos ha cambiado porque desde entonces podemos reconocernos también como hijos del Altísimo, como igualmente nos ha cambiado en relación con los demás. A ellos les podemos amar como hermanos. Y esta es la gran novedad de la fe cristiana, pues ella no solo nos pone en una relación personal con lo divino, sino también nos hace subir de nivel en la relación interpersonal con nuestros semejantes. El Espíritu Santo nos abre a esta novedad, haciéndonos capaces de tejer relaciones de amor y justicia, de reconocimiento y valoración de la dignidad de los otros.  Ellos ya no son unos competidores o potenciales enemigos, sino la oportunidad que tenemos aquí y ahora de manifestar nuestro ser cristianos, otros cristos que asumen su misión de iluminar las vidas de los demás con esa luz recibida de lo alto y que crece mientras más se ofrece, nos hace vivir mientras más la llegamos a compartir. Por eso, asumamos hoy esta gracia que ya destella en nosotros como fuego que ha de arder más fuertemente como luz y hogar para muchos.