El pontificado de Francisco

Lágrimas y orgullo de los católicos por tener al Papa en Bangladesh

Francisco no ha dejado de saludar y sonreír, mientras un estrecho cordón de seguridad de las fuerzas especiales bangladeshíes evitan que cualquiera se le acerque

El Papa Francisco saluda a fieles a su llegada para la santa misa y ordenación presbiteral hoy
El Papa Francisco saluda a fieles a su llegada para la santa misa y ordenación presbiteral hoylarazon

Entre las decenas de miles de católicos que se congregaron hoy en un céntrico parque de Dacca para asistir a la misa del papa Francisco, pocos podían ocultar entre lágrimas y nerviosismo el orgullo de una visita que, por una vez, les hizo parecer fuertes en el cuarto país con más musulmanes del planeta.

Entre las decenas de miles de católicos que se congregaron hoy en un céntrico parque de Dacca para asistir a la misa del Papa Francisco, pocos podían ocultar entre lágrimas y nerviosismo el orgullo de una visita que, por una vez, les hizo parecer fuertes en el cuarto país con más musulmanes del planeta.

«Solo deseo que el Papa pase por aquí para darle la mano y abrazarlo y que me bendiga y transmita los mejores deseos», dice a Efe tembloroso el universitario Alfred Mazumder, de 26 años.

Son las 9.00 de la mañana y el sol golpea ya con fuerza después de horas de espera, con el programa de la misa (con versiones de los cánticos en inglés y bengalí) haciendo las veces de sombrilla para muchos de los asistentes, que se sientan en lonas en el suelo.

Mazumder reconoce que es la primera vez que ve a tantos cristianos juntos, lo que le hace sentir «muy orgulloso», ya que al ser solo 450.000 católicos en un país de 160 millones de habitantes, las congregaciones más numerosas de fieles a las que había asistido eran en la iglesia, «donde nunca hay más de 200 personas».

Otra de las fieles es Lipi Pandey, que viene del sur de Bangladesh después de luchar «durante el último mes» por conseguir un permiso en su oficina para viajar a Dacca.

La joven lleva una corona de flores y sus mejores ropas porque, según explica a Efe, quiere que su imagen exterior transmita lo mismo que su interior.

«Me siento hermosa en mi corazón, por lo que también quiero mostrar mi hermosura en el rostro», asegura Pandey.

El nerviosismo aumenta a medida que pasan los minutos, con el escenario con techo de paja y columnas de flores repleto de autoridades religiosas y los 16 jóvenes diáconos que serán ordenados sacerdotes por el papa, al que espera su silla en el altar.

Entre el público abundan los seminaristas, que ven como un «hecho histórico» la ordenación de sus compañeros, aunque no esconden la pena de que no sea su promoción la que vaya a recibir la bendición del santo padre, señala a Efe uno de ellos, Rony Clinton Biswas.

Otro de los seminaristas, Bishwajit Burman, ha sido designado como uno de los «chicos del altar», por lo que se siente «feliz» de que pueda ayudar al sumo pontífice durante la misa.

«Nos hemos estado preparando durante los últimos tres meses, una larga práctica, pero me siento preparado y confiado», dice Burnan.

La Iglesia cuenta en Bangladesh con ocho diócesis, cien parroquias, 35 congregaciones religiosas, un cardenal (nombrado el año pasado por el papa Francisco), nueve obispos y arzobispos y, desde hoy, 407 sacerdotes, 143 de ellos extranjeros.

Esos sacerdotes, sin embargo, evitan evangelizar abiertamente porque aunque están protegidos por la Constitución, en la que se reconoce la libertad religiosa, tratan de no herir los sentimientos de la mayoría musulmana con manifestaciones de proselitismo.

La visita de tres días del Papa Francisco a Bangladesh, que comenzó ayer, les da la libertad de mostrarse abiertamente.

«Bangladesh es un país muy pequeño, por lo que la visita del Papa nos da respeto», afirma la hermana Jui, que no deja de sonreír.

Los gritos y vítores, con miles de celulares en alto, avisan de la llegada del sumo pontífice en el papa móvil.

Francisco no deja de saludar y sonreír, mientras un estrecho cordón de seguridad de las fuerzas especiales bangladeshíes evitan que cualquiera se le acerque.

Nanci, una universitaria de Dacca y voluntaria en el acto, no puede parar de llorar.

«No sé qué me ha sucedido, estaba aquí de pie y cuando pasó sonrío, como si me estuviera bendiciendo, por lo que no pude controlarme y empecé a llorar», explica Nanci pañuelo en mano.

Pero la experiencia de la visión del Papa fue todavía más allá para la joven, que dice que vio el rostro de uno de sus profesores que murió hace unos días «reflejado» en la cara de Francisco.

«También lo pude sentir», sentenció la joven. EFE