Oración

Señor de la vida

Textos de oración ofrecidos por Christian Díaz Yepes, sacerdote de la archidiócesis de Madrid

Señor de la vida
Señor de la vidaManuel Gallart

Meditación para este domingo de Resurrección

En la profundidad estos días en que hemos celebrado la Pasión y Resurrección de Cristo, se revela un llamado personal e intransferible que trasciende los signos externos para adentrarnos en la experiencia definitiva de la fe. Cristo, el amigo del hombre que compartió pan, vino y diálogo, señala un paso que cada uno debe dar por sí mismo. Aunque su don sea universal, la aceptación y vivencia de su gracia es una elección personal. A través del sacrificio en la cruz, Cristo abrió el camino hacia la redención, pero deja a cada ser humano la libertad de recorrerlo individualmente.

Este camino no está exento de desafíos y pruebas. Como Pedro, a veces vacilamos entre el fervor y la negación, pero en cada paso en falso, Cristo nos ofrece la oportunidad de un nuevo comienzo, de amarlo de manera renovada. La Semana Santa nos invita a acompañar a Cristo en su sufrimiento y alegrarnos con su resurrección, fortaleciendo así nuestra capacidad de dar el paso decisivo junto a él.

La experiencia de la fe va más allá de las expectativas mundanas y se arraiga en la esperanza teologal, en la certeza de lo que no se ve. La Resurrección de Cristo trasciende el tiempo, invitándonos a creer sin necesidad de pruebas tangibles. Al mostrar sus heridas, Cristo no solo confirma su identidad, sino que revela su trascendencia, su capacidad de ir más allá de nuestras limitadas expectativas.

La fe, entonces, se manifiesta en una respuesta activa y creativa ante los desafíos del presente. ¿Seremos discípulos que se aferran al miedo y la desconfianza, o nos rendiremos en adoración y confianza, incluso cuando no entendamos completamente el plan divino? La llamada de Cristo es clara: tomar nuestra cruz y seguirlo. Solo al perder nuestra vida por él, encontraremos la verdadera plenitud. Él mismo ha definido cuál es la condición para ser verdadero discípulo suyo, un verdadero cristiano: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mateo 16, 24).

La Semana Santa que hoy concluye no es solo un recuerdo del pasado, sino una oportunidad renovada de responder a la llamada de Cristo en el presente. Él espera nuestro paso, nuestro compromiso personal con su mensaje de amor y redención. Porque al final, ¿de qué sirve ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma? Cristo nos invita a trascender lo mundano y encontrar la verdadera vida en él, el único que puede saciar nuestra sed más profunda.

Señor de lo imprevisible, me rindo ante ti.

Confío en que tu gloria alcanza mucho más allá de lo que puedo ver en este momento.

La fatalidad y el peligro que nos cercan no me alejan de tu amor,

sino que son la oportunidad de adentrarme en tus heridas

por medio de mis propias heridas y las del prójimo que me necesita.

Que la luz de tu resurrección venza todas mis oscuridades

y así pueda dar el paso de mis faltas de amor al esplendor de la esperanza

que tú has encendido en nosotros, ¡oh Señor de la vida en plenitud!.