
Religión
Su voz
Textos de oración ofrecidos por Christian Díaz Yepes, sacerdote de la archidiócesis de Madrid

Meditación para este IV domingo de Pascua
¿Acaso necesitamos un pastor? ¿Es que somos un rebaño sin libertad y criterio propio? ¿No tenemos derecho a seguir nuestro camino, sin que otro nos lo indique? Es siempre más atractivo marcar las propias reglas, amoldar las cosas a nuestro parecer y complacer el propio gusto. El hombre como medida del mundo y el mundo a la medida del hombre. ¿Para qué más? Todo según lo que creemos merecer. Visto desde esta perspectiva, ciertamente un pastor incomoda; es necesario prescindir de él en nombre de la libertad. Sin embargo, hay pastores y libertades; hay asalariados y espejismos que esclavizan. Sobre esto nos habla el sintético evangelio de este domingo, centrado en la figura del Buen Pastor:
«En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.» (Juan 10, 27-30).
Cristo no se presenta a sí mismo como un pastor más, sino como el pastor bueno, tan distinto de los que buscan su propio interés. Para estos, el rebaño es una mercancía. Por eso lo tratan como masa para comerciar o manipular. En cambio, Jesucristo es el único que hace lo impensable por su grey: da la propia vida por ella. Él no solo nos defiende de los ataques del lobo que acecha para convertirnos en su presa, sino que se deja herir y arrancar la vida en nuestro lugar. Por su resurrección él nos guía hasta la vida eterna, donde nos apacienta sin nada que temer.
Esa eternidad que el Bello Pastor nos ofrece comienza ya aquí, al escuchar su voz y, con ella, recibir su paz. Por eso el místico medieval Johannes Tauler comenta que el redil de este rebaño es el corazón de Dios Padre, adonde Cristo nos adentra para que vivamos en la paz. Es decir, su aprisco no nos encierra. Muy al contrario, allí nos hacemos más libres al vencer las engañosas libertades que esclavizan. Esto lo logramos pasando de una existencia caduca a la plenitud de una vida en comunión de fe y amor hacia él.
Un pastor pasa días y noches con su rebaño, le encamina hacia un destino seguro, al mismo tiempo que va conociendo una a una a sus ovejas. Este verbo, “conocer” (“gnosco”, en griego), en la Biblia tiene un significado y profundidad tremendos, y es central en este evangelio. No solo se refiere a una operación mental, sino que implica a toda la persona en su intimidad y exterioridad: espíritu, mente y cuerpo. Es un movimiento de amor que todo abarca, pues se refiere a la unión de Cristo con Dios Padre, y por eso la puede extender a sus redimidos. Él asumió nuestra carne para conocernos desde lo más auténtico y necesitado de nuestra condición, y restaurar en sí mismo toda nuestra belleza y dignidad. Las ovejas, asimismo, van re-conociendo la voz de su pastor, y le siguen. Aquí está el quicio de esta relación de amor y libertad: Dios conoce amando a cada uno de sus elegidos y estos, a su vez le re-conocen y responden a su voz. Él nos ofrece su paz y nosotros podemos mantenernos en ella respondiendo a su voz.
Este es el Pastor que sí necesitamos, pues nos ofrece lo que no pudiéramos alcanzar por nuestras propias fuerzas, que es la eterna verdad. Ésta nos limpia, fortalece y hace capaces de trascender. Lo que nos toca hacer es dar el paso humilde y valiente de atender a la voz de Aquel que personalmente nos ama y nos llama . Nos corresponde decidir cuál es la libertad que queremos ejercer: una cerrada en su altiva caducidad o la que se rinde ante quien, por puro amor divino, se ha rendido a nosotros.
Si hoy quieres escuchar la voz del Bueno y Bello Pastor, comienza por hacer callar en ti la estridencia de voces confusas que nos aturden, y más bien atiende a esa que te habla apenas como un susurro. Luego sostén un diálogo cada vez más sincero y confiado con Él. Así se encenderá en ti el esplendor de un amor que te da la libertad y la paz que tanto ansías.
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