Coronavirus
Simón admite que se equivocó y subestimó la gravedad del coronavirus
El coronavirus entró como Pedro por su casa mientras pensábamos durante mucho tiempo que podríamos contenerlo
De entre la montaña de datos que ayer ofrecieron en rueda de prensa las responsables de la nueva ola del estudio ENE-Covid-19 y Fernando Simón, una frase resonó sobre todas las demás. La pronunció el propio Simón. De los datos obtenidos se deduce que «al comienzo de la epidemia se produjo una entrada de casos mayor de los que el sistema detectó». En otras palabras: desde el principio subestimamos la gravedad de la crisis. Había muchos más contagios de los que se declararon.
Si los datos ayer presentados son ciertos, en España podría haber casi 2,5 millones de personas que han sido contagiadas en algún momento. Los datos oficiales de Sanidad solo admiten la décima parte, algo más de 240.000. Hay más de dos millones de españoles que han sufrido y, quizás, transmitido la enfermedad y no han sido detectados.
El estudio de seroprevalencia, diseñado con celo por algunas de las mejores mentes de la epidemiología de nuestro país y confeccionado con la ambición de ser la herramienta perfecta para definir el dibujo exacto de la situación, puede que termine siendo la radiografía exacta de un fracaso, la demostración definitiva de que en España se actuó tarde y mal. Y son precisamente la calidad y la ambición del trabajo (que están fuera de dudas) las que dotan de mayor gravedad a su resultado. El coronavirus entró como Pedro por su casa en un país en el que durante demasiado tiempo pensamos que podríamos contenerlo, que no estaba causando tantos contagios como para preocuparse en exceso. Hasta que dio la cara más amarga en el rosario de pacientes que empezaban a llenar los hospitales y sobre los que el personal sanitario llevaba días reclamando atención.
El lado amargo de ese 5,2 por 100 de prevalencia que ayer confirmó el estudio (2,5 millones de españoles) es que nos demuestra la pobre información con la que se ha estado gestionando esta crisis. El lado dulce es que, con ese número de contagiados, la letalidad del virus se ha mostrado menor de lo que se pensaba.
Desde las primeras semanas de enero, algunos expertos clamaron en el desierto por que nuestras autoridades se tomaran a la Covid-19 más en serio. Muchos defendieron entonces la necesidad de actuar enérgicamente con una estrategia de tres frentes. Tomar medidas a tiempo, proteger a la población desde el principio con mascarillas y distanciamiento social, y hacer test al mayor número de personas posibles. España optó primero por una estrategia de seguimiento de algunos consejos de la OMS (la famosa idea de las fases de contención, mitigación y transmisión generalizada) esperando que no hubiera demasiados contagios comunitarios y cruzando los dedos para que nuestro sistema fuera capaz de detectar a tiempo los brotes focalizados. Pero es probable, a la luz de las palabras de Simón, que para entonces el virus ya anduviera campando a sus anchas por España afectando a mucha más gente de la que pensábamos.
El estudio ENE-Covid-19 arroja en su segunda fase otro dato llamativo. Un tercio de los casos detectados corresponde a personas asintomáticas. Aunque no es una sorpresa, ya que desde el primer momento se tiene constancia de la cantidad de contagiados sin síntomas que arroja esta enfermedad, vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de seguir una estrategia de test ambiciosa para detectar y aislar el mayor número de posibles transmisores. No es muy conocido hasta qué punto una persona asintomática puede transmitir el virus igual que una sintomática. Probablemente el riesgo de contagios en estos casos sea menor. Pero una vez más, las primeras semanas de la crisis en España fueron clave: se optó por una política demasiado restrictiva de test.
Desde el punto de vista puramente científico, una de las preguntas que este estudio podría ayudar a resolver es cuánto dura la inmunidad adquirida tras el contagio. Se trata de una de las claves más importantes para preparar posibles nuevas olas de pandemia o estrategias de vacunación futura. Por desgracia aún la ciencia no cuenta con suficientes evidencias para saber si una persona que ha pasado la enfermedad queda inmunizada un tiempo suficiente como para que deje de ser un problema en una siguiente temporada. El estudio presentado ayer tampoco arroja luz sobre el caso. Sus responsables aseguran que es aún demasiado pronto para llegar a alguna conclusión. Habrá que esperar a nuevas fases del trabajo de campo.
En definitiva, los datos no nos sirven para aclarar algunas de las dudas más pertinaces que afectan a esta crisis. El estudio es técnicamente irreprochable pero quizás sea demasiado pronto para pedirle que nos muestre un panorama más cercano a la realidad. Podría haber pasado sin pena ni gloria (¿quizás por eso el ministro Illa no lo presentó en esta ocasión?) de no haber sido porque Fernando Simón rescató el auténtico titular oculto tras los datos: desde el principio estuvimos equivocados.
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