Pandemia

Cómo ser joven en plena pandemia (y no morir de aburrimiento en el intento)

Sin ocio nocturno, sin conciertos, sin cercanía y con confidencias compartidas a dos metros de distancia. Son malos momentos para ser joven. ¿Seremos capaces de entenderlos y ayudarles a reinventar su manera de divertirse?

El cierre del ocio nocturno se generalizará la próxima semana
Ambiente durante el fin de semana en el Puerto de Ibiza y el barrio de La MarinaSergio G. CañizaresEFE

Decía Freud que, durante la juventud, el ser humano vive dominado por dos amos. Uno, el adulto “responsable” que nos hace pensar en el futuro (estudios, trabajo, independencia económica, etc) y, el otro, mucho más visceral y feroz, que es el propio cuerpo, la sede del disfrute. Y es este el que les pide experimentar, revelarse, vivir al máximo, sentir la adrenalina constantemente y, en definitiva, tratar de satisfacer sus necesidades físicas sin restricciones. “La única distancia social aceptable para los jóvenes es la que les aleja de los adultos. Entre ellos, esta norma está en contra de todas sus expectativas de disfrute. Ese es uno de los motivos por el que les cuesta tanto cumplir las obligaciones impuestas por la pandemia”, señala el psicoanalista, psicólogo clínico y profesor de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), José Ramón Ubieto. Nos alejamos del objetivo fácil de culparlos y tacharlos de irresponsables, de criminalizarles, para acercarnos a sus razones, a su química y a su propia naturaleza. Porque para entenderlos, solo hay que preguntarse a uno mismo ¿que hacía yo a su edad? Podemos engañarnos pensando que no, que no hacíamos lo mismo, pero, cada uno dentro de las posibilidades que le dio la época en la que le tocó vivir, experimento su trasgresión.

Prohibido divertirse

A su manera si, está prohibido. El virus manda y demanda, y casi todo lo que les gusta hacer, va en contra de las medidas de prevención. Ellos disfrutan estando cerca los unos de los otros, compartiendo auricular para oír sus canciones favoritas o ver sus vídeos, tocándose, abrazándose, hablándose al oído, sintiéndose parte de un grupo mientras van a un concierto, se tiran de un tobogán en un parque acuático o se sientan en un parque a tomar el sol. Obviamente, dada la situación, quedan descartadas todas las opciones masivas, que son las más populares, por lo que ¿cuáles les quedan?, ¿cómo podemos ayudarles a encontrar alternativas válidas para su ocio?

“Aquí nos encontramos con un freno de entrada: ellos rechazan sistemáticamente todo lo que les propongan los adultos, no quieren que les organicemos la vida. Si no vienen de ellos, difícilmente pueden interesarles”, señala Ubieto. En ese punto, el experto destaca la labor de organismos públicos como en Instituto de la Juventud (Injuve), “en el que se pueden encontrar una gran variedad de alternativas de ocio diseñadas por jóvenes y para jóvenes”. Respecto a las que “otros” diseñan para ellos (padres, escuelas, ayuntamientos, etc), las que se relacionan con deporte y con el arte o el movimiento (bailes, coreografías, etc) son las que más suelen interesarles. “Luego hay una tercera vía, que es el mercado on line (vídeo juegos, redes sociales) que cumple todas sus expectativas y respeta las normas de prevención. Pero el peligro está en que se trata de un ámbito con una fuerza muy centrípeta, que monopoliza sus vidas y les aleja del mundo real”.

Una opinión similar aporta la psicóloga clínica Mara Cuadrado, experta en niños, adolescentes y familia, que destaca que “las alternativas no son fáciles de ofrecer porque los chavales están muy acostumbrados a asociar el ocio con la vida social. Creo que única alternativa es la protección máxima en las relaciones, reducir, a través de la educación y la razón, el número de contactos que hagan a modo de grupos burbuja de amigos) e instar a que disfruten el máximo tiempo posible en lugares abiertos, no en casas cerradas, que es lo que están haciendo muchos de ellos en este momento”.

Los adultos no lo hacemos mejor

Ahora bien, si, como adultos, que ya hemos “domado” nuestros instintos y emociones (o al menos sabemos que no se noten), podemos ayudarles, el único modo de hacerlo es dando ejemplo. Pero ¿lo hacemos? La experta lo tiene claro. “No se está atendiendo correctamente a este grupo de población. Serían necesarias muchas más acciones educativas. Tienen que entender la importancia de actuar bien. Se fijan en los pocos que están en contra del sistema, en vez de pensar que la evidencia hace necesario extremar el cuidado en nuestro ocio. Y eso es algo que el siguiente grupo de edad, el de los 30-40 años, también tendría que aprender. Se han visto muchas reuniones familiares de padres, cuñados, primos... todos disfrutando de barbacoas y piscinas sin ningún cuidado, y ese no es el modelo correcto”.

Y si lo que queremos es que el mensaje cale, qué mejor que ponerlo en boca de sus “ídolos”: ya sean famosos, influencers, you-tubers, gammers, etc. Así lo hizo hace unos días el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, animando a estos líderes de opinión a transmitir mensajes de responsabilidad y compromiso con la contención del virus. Sobre todo, el objetivo fue hacerles saber que no son invencibles, que el hecho de que no sean población de riesgo, no les libra de padecerlo en sus manifestaciones graves. “Siempre es una buena idea educar en la sensatez, en la empatía con los que ya no son tan fuertes, hacerles saber que algunos adolescentes y jóvenes también “caen” y tienen secuelas serias. Durante este verano se han visto grupos de chicos y chicas sensibles a los demás con la mascarilla puesta y con distancia social, junto a otros que se ríen de todo esto y actúan con una gran irresponsabilidad. ¿Cuál es la diferencia entre unos y otros? la educación”, afirma Cuadrado.