Salud

El reto de eliminar las patologías «olvidadas»

Lepra, sífilis congénita, paludismo, enfermedad de Chagas, chikungunya, leishmaniasis… Alguna de ellas ya está presente en los hospitales españoles

Alguna de las denominadas enfermedades «olvidadas» ya está presente en los hospitales españoles
Alguna de las denominadas enfermedades «olvidadas» ya está presente en los hospitales españolesDreamstimeDreamstime

La denominación de enfermedades olvidadas es el término elegido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para agrupar a una serie de enfermedades infecciosas que afectan, especialmente, a poblaciones pobres y con limitado acceso a los servicios de salud.

Una serie de países e instituciones, entre las que se incluye la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), tiene como objetivo la eliminación en 2030 de varias de ellas. Entre los logros de la última década, destaca la desaparición de la enfermedad de Chagas por transfusión de sangre en México y por la transmisión del insecto que la causa en países como Honduras, Nicaragua, Paraguay y Guatemala. Además, se ha erradicado la transmisión autóctona del paludismo en Paraguay y Argentina, del tracoma en México y la oncocercosis –causada por picaduras de mosca negra, que afecta a la piel y que puede llegar a causar ceguera en los casos más graves– en Guatemala y México.

Pero, por desgracia, la pandemia de la Covid-19 ha ralentizado los avances en enfermedades como el paludismo, también llamado malaria. En concreto, entre los años 2010 y 2015 se logró un descenso de la mortalidad del 60% por esta causa, pero ese importante progreso se ha estancado. Causado por las hembras del mosquito anófeles, que transmiten el parásito con sus picaduras, en el año 2020 causó 241 millones de casos en todo el mundo, con un aumento de la mortalidad del 12%, lo que supone 627.000 muertes (la mayoría de ellos niños en África).

«Los mosquitos son los animales que más personas matan, no solo por la malaria: hay muchas enfermedades causadas por este insecto», explica el doctor Quique Bassat, director del programa de malaria en el Instituto de Salud Global de Barcelona e investigador Icrea.

Las mejoras de la década pasada se basaron en el cambio a un tratamiento de primera línea más rápido y efectivo, lo que permitió manejar mejor los casos clínicos. Pero, como apunta el experto, lo que realmente funcionó fue aumentar la cobertura de las medidas de prevención que se sabe que funcionan: la distribución de redes mosquiteras impregnadas de insecticida, que protegen de las picaduras pasó de menos de un 2% en las zonas donde se transmite la malaria a principios de siglo hasta más de un 50% actualmente.

Para lograr que las cifras de la enfermedad sigan bajando, Bassat señala que debe garantizarse que la población que nace en zonas donde se transmite la malaria esté protegida y duerma bajo redes mosquiteras y, además, utilice otras estrategias de prevención, como las farmacológicas. «También debe haber un buen acceso a los tratamientos y al diagnóstico cuando se enferma. Y, muy pronto, los niños recién nacidos podrán tener acceso a las vacunas para prevenir la enfermedad», anuncia el experto.

En este último ámbito existen por el momento buenas noticias: tras más de 30 años de investigación, el pasado 6 de octubre de 2021 la OMS aprobó el uso generalizado de la vacuna Mosquirix para los niños que nacen en poblaciones africanas endémicas de malaria. Para Bassat, no es una vacuna perfecta «pero es una herramienta adicional que complementa a las medidas existentes. De hecho, se calcula que va a descender en decenas de miles el número de las muertes anuales por la enfermedad».

Hito de la Ciencia

En la actualidad, se investigan más de cien prototipos de nuevas vacunas de malaria. Esta que se acaba de aprobar se considera la primera generación de inmunizaciones. «Seguro que después habrá más. Pero resulta un hito contar, por primera vez, con una vacuna contra un parásito que causa una enfermedad en humanos. Las que vengan, tendrán que mejorar a esta vacuna. Pero debe recordarse que cuesta mucho desarrollarla tanto en tiempo, como en dinero y en esfuerzo. Y los más de 30 años que ha costado desarrollar esta es la demostración de ello», subraya Bassat.

El tratamiento, en la actualidad, se basa en las combinaciones de unos fármacos denominados las artemisininas con otros fármacos complementarios, de la misma manera que se hace en otras enfermedades, como la tuberculosis. Sin embargo, en el sudeste asiático han aparecido resistencias frente a las artemisininas. Para Bassat, esto supone «una llamada de atención para el desarrollo de fármacos alternativos. Hay diferentes opciones interesantes en marcha, pero se trata de un proceso muy lento y espero que sean una realidad en unos cuatro o cinco años».

Enfermedad de Chagas

El caso de la enfermedad de Chagas resulta diferente: es endémica en 21 países de América del Sur y está causado por un insecto similar a la chinche que tiene diferentes nombres en función del país. En este caso, al picar la piel para buscar sangre, incorpora al torrente sanguíneo un parásito en forma de protozoo que, en la mayoría de los casos, consigue provocar fiebre elevada durante unos días. Al cabo de unos años, un tercio de los pacientes afectados por esa picadura presenta afectación cardiológica o digestiva y, en algunos casos, puede llegar a precisar trasplante cardiaca e, incluso, causar la muerte. Actualmente se calcula que existen entre seis y siete millones de personas infectadas en el mundo.

«Además de por el insecto, se puede contagiar también por transfusiones «que están bastante controladas a día de hoy en los bancos de sangre» y, en un 5%, se produce de madres a hijos, lo que ha hecho que los movimientos migratorios hayan convertido a España en el país no endémico con mayor número de población en riesgo», advierte Irene Losada, coordinadora de la Iniciativa de Chagas del Instituto de Salud Global de Barcelona.

Los retos pasan por diagnosticar, mediante biomarcadores o cualquier otro tipo de biomarcador pronóstico, a los pacientes que van a tener complicaciones en el futuro. «Con esta premisa, se intenta administrar tratamiento antiparasitario a todos los pacientes que no tengan enfermedad avanzada. Si la tienen, el beneficio es poco. En el caso de los niños, si conseguimos diagnosticar a un bebé, se les da un tratamiento y pueden llegar a negativizarse y no tener anticuerpos, algo que no sucede en adultos», detalla Losada.

Otros aspectos que considera que deben mejorarse son el acceso a los tratamientos, el desarrollo de nuevos fármacos y que en España no exista, «aunque está en ciernes» un protocolo global de diagnóstico y cribado en embarazadas, como sí existe en algunas comunidades como Cataluña, Galicia, Murcia o algunos hospitales madrileños. En su opinión, es importante hacerlo para diagnosticar a la mujer y seguir al bebé si se ha contagiado y curarle, así como para hacer las pruebas a otros hijos y a familiares cercanos con los que han convivido. Además, una vez se produzca el parto y termine la lactancia, se le ofrece a la madre el tratamiento de manera que desaparece la posibilidad de transmitir la enfermedad en las siguientes gestaciones.

¿Cómo se hace desaparecer una enfermedad endémica?

►El último caso de paludismo se registró en España en 1961. Tres años después, la Organización Mundial de la Salud consideró que la enfermedad estaba eliminada de nuestro país y, por tanto, dejaba de ser endémica. Para Quique Bassat, resulta un proceso que puede lograrse en otros países, pese a que es «difícil. Especialmente cuando solo quedan unos pocos casos y la malaria deja de ser un problema de salud pública en un país: dedicar esfuerzos, fondos y recursos puede ser considerado por los gobiernos como algo inútil y, sobre todo, muy caro. Pero, si no se hace, sabemos que la malaria siempre vuelve. En esta situación se encuentran varios países de Centroamérica y también del sudeste asiático. Por ello, si se tiene la voluntad, se puede y se debe hacer este esfuerzo final».