Alimentación

¿Qué podemos comer para frenar la depresión postvacacional?

Los expertos aconsejan aumentar la ingesta de frutas, verduras, omega-3 y lácteos para reducir la apatía y el decaimiento

Hay que evitar los productos procesados con alto contenido en azúcares simples y grasas saturadas
Hay que evitar los productos procesados con alto contenido en azúcares simples y grasas saturadasDreamstimeDreamstime

De una manera o de otra, el verano suele ser sinónimo de días de descanso y desconexión, ya sea a orillas de la playa o en el sosiego del pueblo. Y si no, al menos, de bajar un poco el frenético ritmo del día a día. Por eso, la llegada de septiembre trae consigo una amarga sensación de vuelta a la realidad que en algunos casos puede jugar una mala pasada para la salud.

«Los expertos lo definen como síndrome postvacacional, y hace alusión a un proceso de adaptación natural que suele producirse de forma transitoria cuando después de las vacaciones la persona accede de nuevo a su puesto de trabajo y presenta un menor rendimiento. Los síntomas pueden ser de dos tipos: a nivel psicológico suelen ser sensación general de que todo se hace cuesta arriba, desmotivación, problemas de sueño, tristeza, irritabilidad, ansiedad, angustia, dificultad para concentrarse, para atender, pensar o tomar decisiones, dificultad para sentir placer, interés o satisfacción. Sin embargo, a nivel físico se observa fatiga, agotamiento, mareos, palpitaciones, dolor de cabeza, tensión, falta de apetito…», explica Elena Olaiz, psicóloga especializada en psicoterapia breve estratégica, quien advierte de que «en el caso de que la sintomatología se prolongase más de dos semanas habría que valorar, pues podría generar un trastorno de ansiedad o de depresión».

Antes de llegar a esta circunstancia, existe un escudo protector al alcance de todos que puede ayudar a frenar esa sensación de apatía y malestar al volver a la rutina, ya que una buena alimentación puede convertirse en una eficaz herramienta. «La evidencia epidemiológica de la última década sugiere que factores dietéticos podrían desempeñar un papel importante en el desarrollo de la depresión», asegura Pablo Martínez, miembro del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas.

Tal y como detalla Martínez, «un alto consumo de frutas, verduras, pescado y cereales integrales, junto con ácidos grasos polinsaturados omega-3, y probióticos, son ejemplos con los que se han obtenido resultados significativos de mejora del ánimo». La explicación, según apunta el presidente del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Cantabria, reside en que «aunque el origen de la depresión es complejo, la hipótesis más aceptada es el déficit en la transmisión monoaminérgica (deficiencia de noradrenalina y/o serotonina). Por ello, un patrón de alimentación adecuado podría ayudar a mejorar el metabolismo de los neurotransmisores».

¿Qué hay que comer?

Con ese escenario como telón de fondo, la pregunta del millón es saber qué hay que priorizar en la mesa y en qué cantidad para lograr frenar esa apatía que suele invadir a la mayoría de los mortales cuando llega septiembre. Pues bien, «las investigaciones estiman necesarias, al menos, tres raciones diarias de fruta/verdura y 500mg diarios de omega-3, que podríamos obtener con la ingesta de salmón o sardinas un par de veces por semana. Respecto a los probióticos, el alimento estrella es el yogur diario. En todo caso, debemos considerar a cada persona de manera individual, con una dieta personalizada y pautada por un profesional para obtener el efecto deseado», asegura Martínez.

Y tan importante como todo lo que comemos es, además, reducir la ingesta de otros productos que pueden resultar contraproducentes, «como los alimentos procesados, con alto contenido en azúcares simples y grasas saturadas». Sin pasar por alto las buenas costumbres, ya que «instaurar cualquier tipo de hábito saludable siempre resulta ser el complemento perfecto para conseguir objetivos sanos como ser feliz y estar tranquilo. Por lo tanto, una vez se ha vuelto a la rutina y a las actividades cotidianas, se deben volver progresivamente a los hábitos saludables de alimentación, ejercicio, descanso, aficiones, y relaciones», aconseja Olaiz.