
Salud mental
Cambio de centro escolar: cómo hacer que este reto no sea una amenaza
Si los nervios, la irascibilidad o los problemas de sueño persisten a los tres meses es importante pedir ayuda

Un cambio de centro escolar puede generar nervios y ansiedad ante lo desconocido tanto en niños pequeños como en adolescentes. «Es una circunstancia novedosa que los menores tienen que afrontar y a todos, independientemente de la edad del menor, les genera estrés y ansiedad, a unos más que a otros y tanto a padres como a los hijos», afirma María Ángeles Sanz, de la Sección de Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad de Madrid.
Esta psicóloga educativa y sanitaria explica que para afrontar esta nueva situación «lo que hay que hacer es anticiparte a los problemas que puedan surgir. En primer lugar, depende de por qué se produce el cambio, no es lo mismo que sea por acoso que porque termina primaria y tiene que pasar a secundaria que es menos problemático o por cambio de domicilio, que también es problemático porque se da no también un cambio de barrio, vecinos y amigos».
A esto hay que sumar que no todos tienen el mismo desarrollo emocional. «Unos se van adaptando poco a poco y a otros, los sobreprotegidos por los padres, les genera problemas y pueden llegar a desarrollar un trastorno de adaptación. Y en caso de acoso escolar, les puede generar estrés postraumático», incide.
Por eso es importante que los padres estén pendientes de los cambios que pueda experimentar el menor. Así, como detalla la psicóloga, «en el primer mes es normal que el estudiante esté muy nervioso, tenga ansiedad, esté inquieto, presente problemas de alimentación y sueño, les cueste relacionarse, estén muy irascibles, contesten de mala manera... Vamos, que le veas raro. Pero si estos cambios continúan durante tres meses o se agrava la sintomatología hay que pedir ayuda profesional, porque el menor está sufriendo un trastorno de adaptación y se puede cronificar».
Con el fin de prevenir, los padres tienen que darse cuenta de que su apoyo es fundamental para ayudar a un niño a afrontar los cambios. «Tienen que hablar con el niño, explicar las razones por las que se produce el cambio, ya sea porque el colegio es barato, por acoso, aunque no soy partidaria de sacar al acosado y tener cuidado con qué verbalizaciones se hacen para no generarles más tensión o inseguridad».
Es decir, «no hay que decirle que va a tener amiguitos porque eso le causa angustia por si no encaja, si podrá o no podrá. Es mejor decirle que hay que afrontar el cambio y que le vas a apoyar en todo lo que necesite, y que, y esto es muy importante, os comunique si le pasa algo», incide Sanz, que añade que lo ideal, sobre todo en el cambio de primaria a secundaria, sería que los centros tuvieran en cuenta qué niños se llevan bien y ponerles juntos.
También es importante que los padres pasen más tiempo con los niños los primeros días. Llevarles y recogerles, y en secundaria, como no les gusta que les vean con los padres, «les puedes acompañar hasta la calle anterior para evitar que se burlen de ellos».
Otro consejo que da Sanz es estar en contacto con el tutor el primer mes para ver cómo se va adaptando. Va a tener problemas y eso es normal,pero solo el primer mes.
Sanz da también una serie de recomendaciones para evitar que los padres se angustien. «Hay que tener paciencia y no angustiarte porque se contagia. Si el niño te ve nervioso se va a poner más nervioso. Y aunque veas al niño angustiado, hay que mantener las normas o costumbres. Nada de no ducharse, ni llevarle a un sitio de comida rápida... hay que normalizar la situación».
En cuanto a la semana de adaptación que en algunos centros se da, Sanz asegura que «no todos los niños lo necesitan. Esto de café para todos no funciona. Hay que valorar el contexto y las necesidades del niño. No todos los niños afrontan igual las circunstancias novedosas, entonces para qué vas hacerle ir un día una hora y al siguiente dos. En cuanto a los padres, unos podrán hacer esto y otros no. Y si no hay más remedio porque los dos padres trabajan pues hay que entender que los menores tienen que habituarse a la frustración, la vida no es un camino de rosas. Eso sí, se le puede permitir ir con un peluche o cualquier cosa de apego porque les ayuda a relajarse.
Además, aunque este periodo de adaptación se da en los más pequeños, lo cierto es que son los más mayores los que el cambio de centro les genera más estrés, porque siente pérdida del profesor que conocen y de los amigos y es que cuando son mayores sienten la pérdida de grupo, de ahí que sería bueno que los centros en secundaria pusieran juntos a los que se llevan bien», hace hincapié Sanz.
Evitar la sobreprotección
Y precisamente a estas edades, a los nervios por el cambio de centro hay que sumar los cambios físicos, hormonales y psicológicos. Sin olvidar que pasan de ser los de mayor edad a los más pequeños, aunque se sientan muy mayores y que el nivel madurativo varía según el menor.
«Aquellos niños que sean más infantiles son los que están más sobreprotegidos por los padres y son los que en el primer trimestre de secundaria se pierden bastante», explica Antonio Labanda, psicólogo educativo del Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad de Madrid.
«Hay que hacer una supervisión de los hijos pero sin sobreproteger. Es decir, ayudarle a organizarse, pero no hacerle las cosas. Hay que ayudarles a crecer y madurar, pero no sobreproteger. Hacerles la mochila en 1º de la ESO es un error al igual que inventarse una excusa cuando tu hijo no ha hecho los deberes. Es mejor que se enfrente a ello, hay que buscar soluciones pero no sobreproteger», insiste Labanda, al que le preocupa «esa obsesión por las notas» que ve en algunos padres. «Las notas son importantes, pero no son lo más importante. Y no todo el mundo puede sacar un 10. Lo importante es sacar la mejor nota que uno puede según sus capacidades».
También es importante enseñar a los niños que aprender requiere esfuerzo, tiempo y práctica y que es normal cometer errores, equivocarse puede ser una oportunidad para aprender.
Y si vemos que los hijos pegan un bajón en las notas sin un motivo médico y más allá de que en secundaria hay un mayor nivel exigencia se trata de «un indicador de que algo está ocurriendo y nos ha de preocupar», añade Labanda.
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