Bienestar

Cuatro mitos sobre la salud que hay que desterrar

El deseo de disfrutar de una vida saludable, no solo larga, hace que proliferen creencias irracionales

Corredores de maratón
El ejercicio excesivo no siempre es tan bueno y puede llegar a ser perjudicial DreamstimeDreamstime

Con la vuelta de vacaciones seguro que muchos deciden marcarse un reto para bajar el peso ganado. Hacer ejercicio es bueno para la salud, pero llevar el organismo al extremo no tanto si uno no recuerda ni cuando se calzó por última vez sus zapatillas para hacer deporte.

Enfrentarse a una maratón es una de esas carreras que para algunos hay que hacer al menos una vez en la vida. Pero recorrer 42,195 kilómetros es un auténtico desafío físico para el que como mínimo hay que prepararse con mucho tiempo.

«Un mito que hay que desterrar es que correr una maratón es sano. Hacer ejercicio físico de forma regular es muy saludable. Pero el ejercicio excesivo, no siempre es tan bueno y puede llegar a ser perjudicial. No hay más que ver los múltiples problemas de salud que tienen los deportistas profesionales de élite, sobre todo en ciertas disciplinas. Y si hablamos de ejercicio excesivo, sin duda lo es correr 42,2 kilómetros, incluso para las personas que llevan años entrenándose para este fin», explica el doctor Carlos Gutiérrez, director médico de Actiage.

«El motivo es que correr de una tirada esta distancia tan larga –prosigue– puede causar daño a las articulaciones y los músculos, pérdida de la musculatura general al consumir calorías pero no generar músculo, deshidratación y pérdida de electrolitos».

«Además, aumenta el riesgo de lesiones, como fracturas por estrés, esguinces, tendinitis o fatiga extrema», añade.

Unas consecuencias que son más graves en el caso de que existan problemas de salud cardiovasculares sin saberlo, ya que «se puede incluso sufrir un infarto agudo de miocardio o tener algún problema grave que ponga en riesgo la salud», recuerda el doctor.

Y es que cuando los médicos hablan de ejercicio saludable «nos referimos a un ejercicio cuya exigencia aumenta de forma gradual, separado en varias sesiones a lo largo de la semana, que no implique un gasto de energía excesivo ni ponga en riesgo la salud».

Otro mito a desterrar es que los carbohidratos son veneno. Y es que son como un combustible de quema rápida para mantener la actividad física intensa. Además, «no todos los carbohidratos son iguales. Existen los carbohidratos simples, como los azúcares refinados y los alimentos procesados con alto contenido de azúcares añadidos, que son perjudiciales cuando se consumen en exceso, ya que pueden elevar rápidamente los niveles de azúcar en sangre. En el caso de los carbohidratos complejos, presentes en alimentos como los cereales integrales, las legumbres y las verduras, son una fuente saludable de energía, ya que estos alimentos contienen fibra, que ayuda a regular los niveles de azúcar en la sangre, promueve la saciedad y favorece la salud digestiva».

De modo que la clave para una alimentación saludable es elegir estos últimos por ser carbohidratos de calidad.

También es falso que todas las grasas sean malas. Tal y como explicó en su día el nutricionista Carlos Ríos, artífice del movimiento «Realfooding», durante la presentación del manifiesto «Por un consumo responsable de grasas saturadas», «hay que dejar de criminalizar a las grasas.

La clave reside en minimizar la ingesta de alimentos ultraprocesados», es decir, precocinados, bollería industrial, snacks, cereales refinados, etcétera, ya que, además de aumentar el riesgo de cáncer colorrectal, obesidad o diabetes, incrementa el riesgo de depresión y de demencia, según diferentes estudios publicados en «Journal of Affective Disorders» y en «Neurology».

Pero no todas las grasas son malas. De hecho, nuestro cuerpo las necesita, porque son una de las principales fuentes de energía, dan palatabilidad, son portadoras de vitaminas liposolubles, etcétera. Ahora bien, no es lo mismo tomarse un yogur que un bollo industrial o una fritura con aceite recalentado.

«Las grasas son un macronutriente esencial. Es decir, limitar completamente las grases no es compatible con la vida. La grasa se utiliza en la absorción de las vitaminas liposolubles A, D, E, K, la síntesis de hormonas y la reparación celular», precisa el doctor Gutiérrez, que recuerda que las grasas son necesarias, solo hay que evitar las grasas trans (presentes en todos los productos ultraprocesados) y consumir más grasas saludables que saturadas».

Otro mito es el de que cuanto más duermas, mejor. Sin embargo, esto, como explica el director médico de Actiage, es falso, ya que todos los estudios concluyen que los adultos deben dormir entre siete y ocho horas. Dormir menos de seis es malo, pero hacerlo más de nueve también.

«Un exceso de sueño aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 al alterar el equilibrio hormonal y provocar la disrupción del metabolismo, somnolencia persistente y dificultad para concentrarse, así como mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia en personas mayores, aumento de los síntomas de depresión y otras enfermedades mentales».

Así, un estudio publicado en «Journal of the American Geriatrics Society», concluyó que las personas que dormían más de ocho horas tenían un riesgo un 69% mayor de padecer demencia que aquellas que dormían entre siete y ocho horas. Ahora bien, dormir regularmente seis horas o menos por noche también aumenta el riesgo de demencia en personas mayores y también durante la mediana edad, según un estudio publicado en «Nature Communications».