Entrevista

«Gracias a los catéteres muy finos somos más eficaces en el control del dolor»

Dr. Agustín Mendiola de la Osa, director de la Unidad del Dolor Olympia Quirónsalud

Dr. Agustín Mendiola de la Osa
Dr. Agustín Mendiola de la OsaALBERTO R. ROLDÁNLA RAZÓN

Cercano y empático con quien sufre por culpa del dolor, Agustín Mendiola de la Osa es un reputado anestesista con más de 20 años de experiencia. Fraguado profesionalmente en el Hospital General de Ciudad Real y en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, dirige la Unidad de Dolor y de cuidado de columna y del sistema nervioso del centro médico-quirúrgico Olympia Quirónsalud, en Madrid.

¿Cómo ha cambiado el abordaje del dolor desde sus inicios?

Sobre todo en los medios, porque antes era una especialidad muy desconocida. Se pensaba en la unidad del dolor como algo para pacientes terminales y ahora se ha generalizado su empleo para personas con dolor incapacitante. Y se ha transformado su acceso, ya que estas unidades son más accesibles, aunque queda mucho por hacer.

¿Qué tipo de dolor atienden?

Varía según el centro. Aquí el perfil que vemos es el de un adulto joven o maduro con problemas lumbares sin solución quirúrgica y que le incapacita, pero que no quiere renunciar a su calidad de vida.

¿Cada vez hay más personas que conviven con dolor en España?

Aunque haya trastornos degenerativos sin solución, existen alternativas para calmarlo, lo que aumenta el número de personas que acuden. La gran revolución es que se puede tener mucha calidad de vida a pesar de la edad.

¿Qué tratamientos más innovadores tienen a su disposición?

Lo más innovador es que podemos llegar a estructuras que están más cerca de la médula. El uso de corticoides se realiza desde hace muchos años, pero la diferencia está en dónde aplicarlos, ya que ahora empleamos catéteres que avanzamos por el espacio epidural a diferentes niveles, ya sea de columna, cervical, lumbar, torácico... Lo revolucionario no son tanto los fármacos o las terapias, aunque también, sino dónde podemos llegar a aplicarlas, pues gracias a la tecnología ya es posible acceder a sitios que antes eran impensables con catéteres mucho más finos, lo que nos permite ser mucho más eficientes que hace dos décadas.

Ya es la posible implantar electrodos sobre la médula o nervios periféricos para el dolor muy resistente. ¿En qué consiste?

Hay determinados dispositivos que generan un campo eléctrico que impide el impulso neurológico a través de los nervios desde el sistema nervioso central, disminuyendo así el dolor. Se trata de la estimulación, que puede ponerse en diferentes localizaciones en función del tipo de dolor de cada paciente. El inconveniente es su elevado coste, de ahí que suela ser el último escalón terapéutico.

¿Qué ventajas aportan todas estas innovaciones?

Sin duda, lo más importante es la mayor calidad de vida que logran las personas, pues pasan de verse limitadas a volver a estar activas o con capacidad de llevar una vida relativamente normal, practicar deporte, estar activos socialmente... Todo ello es un círculo que resulta muy beneficioso para la salud en general, pues al estar más activos se fortalecen los músculos, se encuentran mejor anímicamente, siguen una nutrición más adecuada... en definitiva, hacen que la longevidad se prolongue.

¿Qué tasa de éxito logran?

Es fundamental que al paciente se le hable de unas expectativas reales, ya que el dolor tiene un factor emocional que resulta determinante. Para nosotros tener éxito es que esa persona mejore en un 70-80% su calidad de vida y no tenga limitaciones importantes.

¿Será posible vivir sin dolor a medio o largo plazo?

La medicina ha avanzado muchísimo, pero nos queda trecho por recorrer para ayudar a más gente. La tecnología progresa rápidamente, pero hace falta remar de la mano de la sociedad y del conocimiento. En cualquier caso, creo que es imposible abolir el dolor, aunque sin duda seguiremos mejorando.

Toda esa innovación requiere una formación continua por parte de los profesionales...

Es esencial participar en los cursos y las formaciones que organizan las sociedades científicas y algunas compañías para estar a la última. Es la mejor manera de aprovechar todas esas ventajas que hemos comentado antes.

¿Los anestesiólogos ahora tienen más oportunidades para trabajar en unidades de dolor?

Sí. Los médicos jóvenes ya ven el tratamiento del dolor como una alternativa atractiva para su salida laboral. La anestesiología es la especialidad llamada a liderar esta labor, pero cada vez es más fácil que si alguien tiene interés por esta disciplina pueda formarse en ella.

¿Qué retos tienen pendientes?

Hay varios. Uno de ellos es la gran demanda asistencial, con listas de espera demasiado largas. Necesitamos más medios humanos y logísticos, sobre todo en la sanidad pública. También resulta un desafío el coste de los tratamientos, que es relativamente elevado, aunque se trata de una inversión muy rentable si se tiene en cuenta la eficacia. Pero el gran reto diría que es la falta de conocimiento sobre lo que se hace en estas unidades.

¿Cómo vislumbra el futuro de su labor asistencial?

Con mucha más demanda asistencial, derivada del envejecimiento de la población y también el mayor conocimiento de todos nuestros servicios.