
Tribuna
El gran error del pesocentrismo
Muchas veces se relaciona de manera inadecuada llevar una «alimentación saludable» con «dieta, pérdida de peso o restricción»

Basta con comenzar a navegar en las redes sociales, en los buscadores de internet y casi en cualquier medio para encontrar términos relacionados con la reducción ponderal. También se escucha en los gimnasios, los autobuses y en muchos otros lugares de uso público. Las palabras «pérdida de peso», «dieta» o «composición corporal» están a la orden del día casi en cualquier lugar.
Palabras que muchas veces se relacionan con fines o propósitos comerciales: desde retos u objetivos, hasta la ya vetusta operación bikini, la cual afortunadamente cada día se emplea menos y que nos trae a la mente ese período de tiempo primaveral en el que la gente «restringía su alimentación» con el fin de «lucir mejor» durante las vacaciones de verano, aceptando de manera implícita que durante el resto del año podía llevarse a cabo un tipo de alimentación más descuidada.
Es indudable que la epidemia de sobrepeso y obesidad representa un grave problema de salud pública. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) ya advirtió en el año 2020 que el 55,8% de los residentes en España tenían exceso de peso (el 18,7% obesidad).
Tampoco es menos cierto que muchas veces se relaciona de manera inadecuada «alimentación saludable» con «dieta, pérdida de peso o restricción», siendo muchas veces el principal temor de los pacientes a la hora de emprender un cambio en su estilo de vida.
Es triste que la primera palabra que le venga a la mente a mucha gente cuando piensa en nutrición sea «peso», cuando la nutrición es una rama de las ciencias de la salud mucho más amplia y que engloba numerosas disciplinas.
Creo fehacientemente en la nutrición como medida de prevención y control de las enfermedades no transmisibles ligadas al estilo de vida, y creo también que el control de la masa grasa es fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas porque ayuda a disminuir el riesgo cardiovascular y la resistencia a la insulina, entre otros beneficios.
Pero ¿necesitamos ligarlo todo al peso? Desde mi punto de vista no. El obsesivo empleo de la pérdida de peso como inadecuado sinónimo de salud puede confundir y ser pernicioso para ciertos colectivos de la sociedad, porque ayuda a crear falsos estereotipos de belleza y promueve la aparición de trastornos de la conducta alimentaria.
Un ejemplo lo vemos en el control y la autoexigencia en cuestión alimentaria que se realizaba años atrás sobre los deportistas, especialmente aquellos en los que el rendimiento dependía de la ratio peso/potencia. Por suerte el entrenamiento se centra cada día más en el manejo de la segunda variable que en la pérdida ponderal. Lo mismo ocurría en el sector del modelaje, aunque cada día hay una mayor conciencia de la problemática que representa.
El manejo de la obesidad y el sobrepeso por parte de los profesionales sanitarios debería comenzar en la salud y huir de eslóganes que publiciten objetivos físicos radicales, sobre todo aquellos que incluyen retos o promesas a corto plazo.
El concepto de la palabra dieta debería pasar de ser una tortura para los pacientes a ser sinónimo de «estilo de vida sostenible y saludable». Porque alimentarse, más allá de ser un acto que realizamos con un fin de sustento de la vida, es también un hábito social y lúdico en el cuál no hay cabida para dietas restrictivas, eliminación de alimentos, prohibiciones o cualquier otro tipo de mandato no justificado.
Por tanto, es realmente importante que los profesionales sanitarios centren sus esfuerzos en el cambio del estilo de vida y la prevención de enfermedades, y no en una momentánea mejora del peso o la composición corporal. Por eso deben ofrecer información basada en la evidencia científica y no en opiniones personales. Y, además, la alimentación no debería ser el único medio para lograr este cambio, sino también la actividad física. Para ello es fundamental la estrecha colaboración entre profesionales de diferentes ámbitos.
La disminución de la prevalencia de la obesidad y el sobrepeso deben ser objetivos prioritarios en las estrategias de salud pública, pero sin esperar resultados a corto plazo.
Con un modelo de alimentación sostenible, mejoras a largo plazo, la protección de los colectivos vulnerables frente a trastornos de la conducta alimentaria y apoyo psicológico a los pacientes se logrará que la salud del cuerpo y la mente vayan de la mano.
Anxo Carreira es nutricionista y profesor de la Universidad Carlemany, en Andorra
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