Crisis de la fresa
La pérdida de olfato es uno de los primeros síntomas de Hepatitis A, el virus de las fresas
Este es el cuadro clínico de una infección por hepatitis A, una enfermedad aguda y de contagio rápido pero de corta duración
Desde que España notificó de la presencia de hepatitis A en fresas procedentes de Marruecos, uno de los focos de interés se ha puesto sobre los síntomas de esta enfermedad. A través del portal comunitario RASFF (cuyas siglas en inglés atienden a Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos), se informó de un riesgo "serio" ante la detección de unos lotes de fruta que habían superado el control pese a estar contaminados.
Autoridades sanitarias y políticas han asegurado que las fresas, regadas con aguas fecales contaminadas con el virus de la hepatitis A, no llegaron a ponerse en el mercado. Sin embargo, conviene saber cuáles son los síntomas de hepatitis A, ya que no es la primera vez que se registra un caso así en el entorno de la Unión Europea. De hecho, en los últimos cuatro años se publicaron 9 notificaciones sobre hepatitis A encontrada en otros alimentos. El mayor brote de hepatitis A en España tuvo lugar en 2017.
En cuanto al curso clínico que presenta una infección por hepatitis A, se suelen diferenciar cuatro fases. La primera responde al periodo de incubación de la enfermedad, que es el tiempo que transcurre entre que la persona se ha expuesto al virus y el momento en el que aparecen los primeros síntomas. Por lo general, varía entre 15 y 50 días.
Después, comienza la segunda etapa, que se conoce como pródromo. Este periodo va desde vemos los primeros signos hasta que la piel comienza a ponerse amarilla (ictericia). Es aquí cuando el paciente infectado con hepatitis A puede perder el olfato, encontrarse cansado y sin apetito. Normalmente dura unos días, aunque puede prolongarse.
En este tiempo también pueden darse náuseas, vómitos, diarrea y dolor en el lado derecho debajo de las costillas. Otras veces también puede sentir cefaleas y picor en la piel. Incluso tener fiebre que puede variar en grados, alcanzando unos 39º, y que dura unos pocos días.
No se suele sospechar de la hepatitis A
El problema es que no se suele sospechar de hepatitis A y los síntomas se atribuyen a otras enfermedades con cuadros clínicos similares. Por eso, el síntoma inequívoco de hepatitis A es el cambio de color de la orina, que se vuelve más oscura, y de los excrementos, que se ponen más claros. Otro obstáculo es que hay personas que no presentan ningún síntoma, son asintomáticas, pero sí pueden contagiar el virus.
Como curiosidad, sucede que cuando la piel se pone amarilla, con la ictericia, la persona con hepatitis A puede llegar a encontrarse mejor. Lo que pasa en realidad es que al comenzar la tercera fase de la enfermedad, los síntomas de la fase prodrómica se van, suponiendo un alivio.
La tercera fase de síntomas de hepatitis A es, precisamente, el comienzo de la ictericia. Esta puede variar, pero ocupa unas dos-cinco semanas. Al perder el color amarillo se pasa a la cuarta etapa, la convalecencia, cuando se está débil y cansado. El resto de síntomas, como la fiebre, también pueden continuar presentes.
Por lo general, la hepatitis A es una infección aguda pero de corta duración, lo que significa que dura unas pocas semanas y las personas suelen mejorar sin tratamiento, sino descansando, bebiendo muchos líquidos y consumiendo alimentos saludables. Puede haber, sin embargo, complicaciones que extiendan la enfermedad incluso cinco meses, seis o más.
El riesgo más temido es la hepatitis fulminante, una rara complicación que aparece en un 1% de las personas adultas con hepatitis A. Algunos pacientes no ven como sus síntomas mejoran, sino cómo se agravan cada vez más. En estos casos (extraños), se pueden dar problemas de sangrados y el tratamiento suele requerir un trasplante de hígado.
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