Entrevista

María José Mellado: “Solo el 1% de los casos de covid-19 con síntomas corresponden a niños”

La presidenta de la Asociación Española de Pediatría lamenta el déficit de pediatras en atención primaria: del 20 al 30%, según las comunidades autónomas

María José Mellado, presidenta de la Asociación Española de Pediatría (AEP)
María José Mellado, presidenta de la Asociación Española de Pediatría (AEP)CedidaLR

Habla al propio tiempo con serenidad y vehemencia sobre “sus” niños al defender sus derechos y los de los pediatras, que a menudo convergen, como explicará. La doctora María José Mellado, presidenta de la Asociación Española de Pediatría (AEP), es también jefe del Servicio de Pediatría y Enfermedades Infecciosas del hospital público Universitario Infantil La Paz, de Madrid, por lo que es buena conocedora de los pequeños que han sufrido el covid y han pasado por este centro, pero también preocupada por la presión que ha sumado la pandemia a la situación de precariedad que ya padecen los pediatras de atención primaria.

-¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia en la población pediátrica?

-Sin duda, no hay parangón con el que ha tenido y sigue teniendo en los adultos, pues, a partir de todos los datos documentados, solo alrededor del 1% de los pacientes pediátricos tiene cuadro sintomático de covid en relación a todos los casos. La mayoría de las veces la infección covid en los pequeños cursa con cuadros catarrales, sin más trascendencia, pero en algunas ocasiones presenta una infección pulmonar, digestiva o un síndrome inflamatorio multisistémico de mayor gravedad. Los padres deben preocuparse por la posibilidad de que sea coronavirus, especialmente si el pequeño ha tenido contacto con alguna persona con la infección confirmada. Cuando el niño tiene patología crónica de base y sufre el covid, es importante ponerse en contacto con su pediatra. Afortunadamente, en los niños el ingreso hospitalario es muy bajo, alrededor del 2%, y solo muy ocasionalmente precisan UCI pediátrica, siguiendo con la comparación respecto a los adultos. Los casos por muerte en el mundo existen y la mayoría de ellos tenía enfermedades serias de base.

-De ahí que llegara un momento que se aconsejara llevar a los niños a las guarderías porque no había el menor riesgo de contagio.

-Transcurridos varios meses de la pandemia y, una vez constatado que la enfermedad tenía menos gravedad en los niños y, por supuesto, manteniendo las medidas de prevención, así fue. El resultado ha sido satisfactorio y ha habido grandes cierres de colegios…, pero los niños, especialmente los más pequeños, hablamos, no han perdido sus rutinas de guardería y escolares.

- ¿Para la AEP cómo ha resultado la gestión del Gobierno de España?

-Como sociedad científica tuvimos la gran suerte de que el Ministerio de Sanidad nos escuchara cuando se produjo el confinamiento estricto en casa en abril de 2020, y aceptaron que no podía prolongarse largo tiempo porque resultaba muy perjudicial e insano para la salud mental de nuestros niños. Necesitaban romper con las cuatro paredes del hogar, salir a jugar a la calle, al parque, a pesar de no poder jugar con otros niños, que sacaran sus juguetes y recuperasen de algún modo la sensación de libertad en el exterior. Recordamos que se establecieron unas pautas en cuanto con quién iban acompañados, qué distancias de seguridad mantener y otras normas de protección. Y el resultado fue el esperado.

-En España el final de la edad pediátrica son los 14 años, donde entran púberes y adolescentes, pese a que la AEP hace años que reivindica prolongarla hasta los 18 años.

-Así es. En algunos países la edad pediátrica se prolonga hasta los 21; es variable en virtud de las áreas geográficas. Los diferentes gobiernos españoles parece que lo entienden, pero hasta ahora no hemos conseguido nada; en esto y en otras cuestiones que luego comentaré. Fíjese un confinamiento, como el que vivimos, para la población adolescente, en la que estamos viendo ansiedad, depresión, soledad, adicción a las redes sociales…, que parece haberse incrementado más que en los adultos. No olvidemos los problemas psicoemocionales, que siguen siendo minusvalorados, ya que sus manifestaciones son más solapadas y más a largo plazo que las físicas. A estos adolescentes, si son atendidos por sus pediatras, que les conocen desde pequeños y tienen complicidad con la familia, es mucho más sencillo diagnosticar precozmente sus problemas de salud mental y actuar terapéuticamente. Es importante subrayar aquí la colaboración de las familias y los educadores con los pediatras, que, por suerte, ha sido extraordinaria.

-De algún modo parece haber mencionado que prácticamente el gran peso de la pandemia infantil ha recaído en la atención primaria, esto es, en los centros de salud.

-Sí, sin duda, y ahí los pediatras de cabecera se han volcado doblando turnos y entregándose totalmente por la gran presión asistencial y la escasa disponibilidad de especialistas. Muchos padres acudían con sus hijos, bien porque el niño presentaba la enfermedad, aunque no fuese grave y se le pudiese controlar en casa, o bien porque se asustaban por debutar con fiebre. Y es normal, sobre todo con bebés y padres primíparos, que carecen de experiencia y especialmente por el desconocimiento de esta pandemia. Los pediatras de atención primaria se han visto absolutamente desbordados y han trabajado de manera ejemplar.

-Ha mencionado, doctora Mellado, “por la escasa disponibilidad de especialistas”. ¿De pediatras, quiere decir?

-Esto es un asunto capital, un problema muy serio que tenemos y que, naturalmente, repercute en la atención a los niños. Desde hace muchos años no se están cubriendo las jubilaciones de los pediatras de atención primaria. Aunque existen notables diferencias, según las comunidades autónomas, puede haber déficit de 20%-30%, incluso en algunas zonas hasta un 50% de pediatras en la atención primaria en los centros de salud y realizan su labor los médicos de familia o médicos generales. Los niños tienen que ser atendidos por pediatras especialistas, que se han formado, después de la carrera de medicina, durante cuatro años como especialistas MIR en pediatría y que, de ningún modo, son intercambiables o sustituibles por médicos de familia, excelentes profesionales para los adultos, pero que solo reciben una formación de tres escasos meses en nuestras especialidad.

-¿Pero cómo puede mantenerse durante años una situación tan injustificable tanto para los niños como para los médicos de cabecera?

-Es inconcebible. El niño es un ser en crecimiento y desarrollo continuo y con unas características y necesidades diferentes muy específicas y precisa de un especialista competente y formado en el MIR de pediatría, una especialidad concreta y bien reconocida y que se responsabiliza de promover la salud infantil y de tratar las enfermedades de la infancia. De ahí la importancia capital también del reconocimiento también de las especialidades pediátricas. Al igual que en la atención primaria pediátrica, hay otras muchas especialidades infantiles y entre todas se consigue una excelente atención a los niños en España: neonatólogo, cardiólogo, oncólogo, nefrólogo, infectólogo, endocrino, neumólogo, neurólogo, gastroenterólogo, intensivistas o experto en urgencias infantiles. Es más que razonable que un médico general o un médico de familia, estos últimos con una especialidad MIR de tres años, pero con tres escasos meses de formación en pediatría, no tienen por qué estar preparados para hacer el seguimiento de un neonato, un bebé o un preescolar. Parece más que razonable que a un niño diabético lo controle un endocrino pediátrico, que una leucemia infantil la lleve un oncólogo pediátrico y que un trasplante hepático de un niño lo maneje un experto en gastroenterología-hepatología infantil. Los infectólogos pediátricos, como es mi caso, los pediatras expertos en urgencia de niños, los intensivistas y cardiólogos pediátricos y los pediatras de atención primaria han sido claves en el manejo de los niños de covid. Afortunadamente , parece que ahora se están planteando desde Sanidad comenzar con las acreditaciones y reconocimientos de estas áreas de capacitación pediátricas, que existen desde hace más de tres décadas y que, de no existir, no podríamos ser el país europeo que realiza más trasplantes en niños.

-¿Se puede determinar que estos niños, púberes y adolescentes están debidamente atendidos?

-La población de adolescentes es la más delicada desde el punto de vista de la atención sanitaria. Al estar físicamente muy sanos, dejan de ir al médico y con frecuencia pierden vacunas; no se reconocen sus hábitos o adicciones y se escapa un diagnóstico de problema mental. Solo va al médico el chico grave: fracturas, neumonías, leucemias, diabetes…, que afortunadamente es bien diagnosticado por su pediatra y, con frecuencia, remitido al especialista pediátrico hospitalario. Cuando los adolescentes siguen siendo atendidos por el pediatra de cabecera, que les conoce de toda la vida y a la familia, además de diagnosticar precozmente los problemas de conducta o inicio del fracaso escolar u otros problemas no físicos evidentes, también es el medio natural para hablar de prevención de hábitos nocivos, e inculcarles la importancia de completar el calendario vacunal, de prevenir infecciones de transmisión sexual y de realizar una educación sanitaria global, como hábitos saludables de alimentación, de ejercicio físico, de tiempo con las nuevas tecnologías. Los adolescentes no cuentan nada a un médico que no conocen. Es más, no van a vacunarse, a no ser que vayan obligados por sus padres. Esto da idea de la magnitud enorme del beneficio de que los adolescentes hasta los 17 años sean atendidos por pediatras.

-Si retornamos al problema de la pandemia, ¿cómo se plantea la vacunación en los grupos etarios pediátricos?

-Actualmente ya hay datos de eficacia de vacunas covid en niños, publicados por la industria farmacéutica, que han comunicado excelente tolerancia y una eficacia que ronda el 100%. Ahora están haciéndose ya los ensayos clínicos independientes en los hospitales para población de 12-17 años y de momento son bien toleradas y se esperan los resultados de eficacia. En pocos meses se van a iniciar en España ensayos clínicos con vacunas covid en niños menores de 12 años. Lo previsible es que se toleren muy bien y que tenga una elevada eficacia. Lo suyo es que la población infantil y juvenil, una vez autorizadas las diferentes vacunas en los diferentes grupos etarios, se beneficien de ellas al igual que los adultos y también contribuyan a la inmunidad global poblacional, como beneficio añadido de efecto de grupo frente a la pandemia.

-Es sobradamente conocido que el hospital infantil de la Paz es una referencia para todo el país en cuanto a los trasplantes de órganos en la infancia, que es lo que nos ocupa. ¿Ha disminuido esta actividad por la pandemia?

-Al inicio de la pandemia lógicamente se ralentizaron, pero se mantuvieron aquellos urgentes. Con el paso de los meses se ha vuelto a la actividad normal, ya que un trasplante de órgano sólido o de médula ósea en un niño tiene siempre una indicación más o menos inmediata y necesaria para asegurar la supervivencia del menor. No obstante, podemos estar muy satisfechos de seguir disfrutando de las tasas más altas del mundo, pues en menores de 14 años hemos sobrepasado en los últimos 12 meses los cien trasplantes de corazón, pulmón, hígado y riñón. No en vano, nuestra jefa de hepatología infantil desde hace décadas, la doctora Paloma Jara, es actualmente la coordinadora de la Red Europea de Trasplantes Pediátricos.