Coronavirus
¿Pandemia o incidemia?
El alarmante incremento de casos de coronavirus en Europa arroja una duda sobre el continente: ¿estamos condenados a un aumento próximo de muertes?
Hay un patrón tristemente repetido en la ya larga historia de la pandemia de coronavirus. Una suerte de constatación por la vía de los hechos del viejo refrán de «cuando las barbas de tu vecino veas pelar…». Cada vez que un país de nuestro entorno ha dado signos de contagio descontrolado, la bofetada ha terminado atizándonos a nosotros. Saltó la primera ola de la Lombardía italiana a España al comienzo de la pandemia. La resistencia francesa del SARS-CoV-2 nos invadió tras la ilusión del primer desconfinamiento. La cepa británica atravesó nuestros «controles» de fronteras para convertirse también en dominante en estos lares.
Ahora que Europa central y del Este se enfrenta a un resurgimiento brutal del virus, ¿tenemos que poner nuestras barbas a remojar? Con incidencias acumuladas disparadas, el viejo continente se adentra en las consecuencias de un nuevo brote prenavideño. Los datos son más que representativos. Todos los países de nuestro entorno presentan un número de contagios que, en el mejor de los casos, duplican los españoles. Mientras aquí la incidencia acumulada supera ya los 100 casos por 100.000 habitantes, en Portugal superan los 173. Francia está por encima de los 119 casos por 100.000, Alemania ha rozado los 400 y en el Reino Unido casi se dobla la incidencia alemana.
Más al Este, las cosas van mucho peor. Rusia llegó a alcanzar hace dos semanas los 1.239 casos por 100.000 habitantes.
¿Qué está ocurriendo en esta parte del mundo? ¿Por qué parece que el tiempo ha vuelto a la casilla de salida y el escenario copia el de los peores momentos de las anteriores olas?
Casi todos los analistas apuntan a que la vacunación, el gran Santo Grial de la lucha contra la Covid, ha fallado estrepitosamente en los países ricos europeos, incluso en aquellos que han inventado y fabricado la propia vacuna. En casi todos, menos en España y en parte en Italia y Portugal. Estos tres países del Sur cuentan con porcentajes de vacunación de más del 80 por 100 de la población y parece que eso les ha excluido, de momento, de la disparada tendencia alcista europea.
La cuestión que ahora tratan de dirimir los científicos es cuánto han de parecerse el resto de naciones a la nuestra para librarse de la nueva ola, cuál es el porcentaje de vacunación a partir del cual te caes de la lista de candidatos a un nuevo invierno negro.
El caso de Bélgica es paradigmático. El pequeño país está entre los más azotados por las anteriores oleadas (por lo tanto entre los que más inmunidad natural han adquirido) y ha vacunado al 75 por 100 de su población. Aún así su curva de incidencia crece y entra ya en el club de los países con mayor riesgo. ¿Es que vacunar al 75 por 100 de la población no es suficiente?
Parece que no. Desde la llegada de la variante Delta muchos expertos advirtieron de que los porcentajes de inmunización necesaria para llegar a umbrales de seguridad eran mayores de los inicialmente establecidos. Hoy se sabe que la llamada inmunidad de grupo solo está garantizada con un 90 o 95 por 100 de la ciudadanía vacunada. No solo de la población diana sino de la ciudadanía. Eso excluiría a todos los países que no han vacunado a sus menores de 12 años, como es el caso de España. Es decir, bajo ese criterio, ni siquiera nosotros estamos ahora libres de una nueva oleada grave.
Otra cosa es incluir también en la contabilidad a los pacientes que han padecido un contagio en la última ola (mediante variante Delta, sobre todo). Las naciones donde la oleada Delta ha azotado más pueden estar también más protegidos. Recordemos que España ha estado a la cabeza precisamente de este tipo de contagios.
En otras palabras, es posible que países como España o Italia hayamos alcanzado una inmunidad grupal elevada por la combinación de la estrategia vacunal y la brutal exposición al virus de manera espontánea.
Lo que hasta ahora no es posible garantizar es si Europa se encuentra en medio de un renacer de la pandemia o se trata solo de una «incidemia». Es decir, si el coronavirus ha entrado en una fase en la que puede producir grandes brotes de incidencia acumulada no acompañada de aumentos de las muertes y las hospitalizaciones. Si se tratara del segundo panorama (muchos casos, pocas muertes) la vacunación habría demostrado ser un éxito.
La evolución en algunos países podría dar pistas, y no del todo tranquilizadoras. En Grecia, con incidencias que superaron los 640 casos ya se empieza a notar el aumento de las hospitalizaciones y muertes. 17 regiones de Ucrania ya tienen saturaciones hospitalarias de más del 65 por 100. Rumanía presenta 332 muertes diarias. El Reino Unido parece empezar a ver aliviada su presión asistencial que llegó de nuevo a umbrales críticos en octubre. En Alemania, hospitales de algunas zonas han tenido que derivar pacientes a Italia al estar saturados.
Una de las mejores noticias observadas en la reciente evolución de la pandemia ha sido el «desacoplamiento» de las curvas de contagios y de muertes. Es decir, aunque los contagios suban vertiginosamente, las muertes han permanecido en estables límites bajos. Sin duda es un efecto positivo de la vacunación. Pero las curvas pueden volver a acoplarse si, por ejemplo, la inmunidad adquirida por la vacuna empieza a decaer con el tiempo.
Todos los estudios demuestran que la cantidad de anticuerpos específicos contra la proteína S del virus empieza estar por debajo de los niveles óptimos a partir de un periodo de tiempo que va dese los 96 días (en la vacuna de AstraZeneca) a los 260 días en el caso de Pfizer. Esa es la razón esgrimida por muchas autoridades para proponer una tercera dosis.
Para colmo, la relajación de las medidas de control (en España más que en ningún país del entorno) vuelven a situar el escenario en condiciones óptimas para la transmisión. Algunos expertos advierten de que una nueva oleada de variante Delta no puede ser contenida solo con vacunas. En países como Japón y China han tomado buena nota de ello y optan por aunar vacunas y medidas drásticas en cuanto surge un brote. El 8 de noviembre Japón logró su primer día de cero contagios desde hace 15 meses.
La situación es realmente incierta. Demasiadas variables siguen sin ser entendidas del todo. Puede que España y quizás Portugal e Italia se encuentren por primera vez en una posición modélica y libres del posible rebrote de hospitalizaciones gracias a sus campañas de vacunación y alta tasa de inmunidad adquirida. Pero también puede que las curvas solo estén esperando una oportunidad para volverse a acoplar y esa oportunidad podría ser el exceso de relajación de las medidas.
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