Origen

Una pescatera de Wuhan, la nueva «paciente cero»

Dos años después del estallido de la covid continúa el rompecabezas del origen

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En vísperas de Navidad y a orillas del rio Yangtzé, Wuhan parece haber sanado las cicatrices del brote viral que la asoló. El bullicio, las luces centelleantes y el barullo de sus calles muestran una ciudad que ha vuelto a cierta normalidad dos años después del 31 de diciembre de 2019, aquel fatídico día en que las autoridades sanitarias de la ciudad informaron a sus colegas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Pekín de un brote de neumonía desconocido.

Podría resultar fácil de ignorar, pero estamos sigilosamente entrando en el tercer año de la pandemia de Covid-19, que sigue teniendo al mundo entero en vilo. El planeta se enfrenta al segundo aniversario de la aparición de un foco de casos de una enfermedad respiratoria rastreada en el mercado de mariscos de Huanan, en Wuhan. La causa: un virus altamente letal que ahora conocemos como SARS-CoV-2. Más de setecientos días después, a 12 de noviembre de 2021 se han contabilizado aproximadamente 5,1 millones de muertes debidas a la enfermedad, de las cuales 4.636 ocurrieron en China. Sin embargo, el país asiático ya no es el territorio donde el nuevo coronavirus se ha cobrado más vidas. Estados Unidos encabeza la clasificación al superar los 780.800 decesos, seguido de Brasil con alrededor de 610.300. Hasta este mes en curso, hay más de 252,5 millones de casos confirmados en el mundo.

La política informativa de China, que consiste en mantener la verdad bajo llave, como en un búnker, ha favorecido la gran incógnita y las diversas teorías de dónde empezó el coronavirus y que lo causó. Los científicos aún no han descubierto un antecedente directo del SARS-CoV-2, pero sí han encontrado varios coronavirus de murciélagos que comparten similitudes genéticas. Uno, conocido como RaTG13, que comparte el 96,2% de su genoma con el SARS-CoV-2. Otro, RmYN02, que comparte el 93,3%. Ambos ponen de manifiesto cómo los virus de este tipo pueden surgir en la naturaleza. Pero el rompecabezas del origen no se ha resuelto. Aunque el factor natural parece probable, algunos expertos aseguran que no se puede descartar una fuga accidental del Instituto de Virología de Wuhan. La llamada «teoría de la fuga en el laboratorio» se ha vinculado intrincadamente a las corrientes de la conspiración en el pasado, pero es importante separar las ideas extremas y desacreditadas sobre la aparición del virus (que fue creado por Bill Gates o que es un arma biológica, por ejemplo) de una investigación legítima sobre una fuga accidental.

Un nuevo estudio estadounidense publicado esta semana sobre los orígenes de la pandemia, vincula el primer caso conocido de la infección con el mercado de Huanan, donde también se vendían animales salvajes, y retrasa ocho días la fecha en la que se produjo la enfermedad en el hasta ahora considerado «paciente cero», del 8 al 16 de diciembre de 2019. El virólogo evolutivo de la Universidad de Arizona Michael Worobey –especialista en los orígenes de las epidemias víricas– escribe en la revista Science que el primer caso conocido de Covid-19 fue una vendedora de ese mercado que enfermó el 11 de diciembre de 2019, y no un hombre sin vínculos con Huanan, un hecho que había alimentado las especulaciones sobre el origen en el laboratorio. Aunque no hay pruebas concluyentes, la nueva información parece relacionar el virus con una naturaleza animal: ya en mayo, Worobey fue uno de los 15 expertos mundiales que pidieron, también en «Science», pruebas sobre la posibilidad de que el microorganismo pudiera haberse originado en un laboratorio.

Esto contradice un informe realizado a principios de este año por investigadores de la Organización Mundial de la Salud y de China, que concluyeron que el primer paciente era un contable de 41 años sin relación con el mercado, que enfermó el 8 de diciembre. Sin embargo, el especialista ha asegurado que el historial médico del contable revela que visitó al dentista ese día para tratar unos dientes de leche que debían ser extraídos, pero que no mostró síntomas del la enfermedad hasta el 16 de diciembre, y fue hospitalizado seis días después. No obstante Matt Ridley y Alina Chan, autores del nuevo libro Viral: «The Search for the Origin of Covid-19», aseguran que la preponderancia de las pruebas apunta ahora a un origen de laboratorio y a la ingeniería genética. Ridley, es un profesor honorario conservador más conocido por sus escritos escépticos sobre el cambio climático, y Chan, una bióloga molecular del Instituto Broad de Cambridge (Massachusetts). En su publicación, lanzada el lunes, advierten a los lectores de que «la hipótesis de la fuga del laboratorio pasó de ser una teoría conspirativa o apenas una posibilidad, a una hipótesis plausible digna de una investigación creíble». Y añaden: «Ahora pensamos que es muy posible que la pandemia fuera el resultado del trabajo de los científicos, ya sea al recoger muestras en el campo o al trabajar con esas muestras en el laboratorio». Su «Búsqueda del origen de la Covid-19» resulta una novela policíaca viral que seguramente atraerá a los escépticos de la ortodoxia científica.