Residuos
La basura covid que acabará en tu plato
Los plásticos de las mascarillas, test y vacunas se descomponen y entran en la cadena trófica si no se recicla de manera adecuada. «Acabarán en la sal, el agua embotellada y el pescado», dicen los expertos
Las cifras que en la actualidad se manejan sobre los residuos generados por la pandemia –y que suponen un fuerte impacto en el medioambiente y en la salud– son tan solo una aproximación a la baja. A pesar de ello, resultan alarmantes. El estudio publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa esta amenaza en unas 200.000 toneladas de basura covid, pero tan solo se basa en los equipamientos, mascarillas, guantes, test y vacunas que Naciones Unidas ha enviado a todo el mundo.
Es decir, que dentro de este informe quedan fuera todos residuos generados por cada país y que no fueron adquiridos a través de la OMS. De hecho, otro dosier realizado por un equipo internacional de científicos de las universidades de California-San Diego (EE UU) y Nanjing (en China) estiman en 8,4 millones de toneladas los residuos mundiales asociados a la pandemia a fecha de agosto de 2021, por lo que hoy ya estaríamos, según los analistas, en cifras superiores a los 10 millones de toneladas.
De vuelta al análisis de la OMS, 87.000 toneladas fueron generadas tan solo con los equipos de protección personal que fueron adquiridos entre marzo de 2020 y noviembre de 2021. A esta cifra hay que sumarle las 2.600 toneladas de desechos no infecciosos (principalmente plástico proveniente de los más de 140 millones de kits de pruebas) y los 731.000 litros de desechos químicos (el equivalente de una tercera parte de una piscina olímpica).
Este dato está basado en la administración de 8.000 millones de dosis de vacunas a nivel mundial realizadas hasta el momento de la elaboración del informe. Ahora, ya se han administrado casi once millones. Esto ha generado 144 millones de toneladas de desechos adicionales en forma de jeringuillas, agujas y contenedores de seguridad.
El problema no se encuentra en el uso de estas herramientas clave en la gestión de la pandemia, sino que dos años después de que comenzara la crisis sanitaria, todavía no se han establecido protocolos para el tratamiento de los residuos extra que se han generado, donde el plástico se sitúa a la cabeza.
Test covid: 20 gr de plástico
«Es una situación muy preocupante. Tan solo un test covid supone 20 gramos de plástico y se están utilizando a diario más de cuatro billones de mascarillas. Esto ha provocado que los residuos de plástico en el planeta hayan aumentado un 30%», explica Damià Barcelò, investigador del CSIC y director de ICRA. Para él, la solución pasaría por eliminar los plásticos desechables, producir otro más biodegradable, desarrollar más legislación en este ámbito, la implicación de la sociedad e implementar programas de vigilancia de microplásticos.
«Tan solo en China se estimaron en más de tres millones de toneladas de residuos en 2020. El caso es que, cuando termine la pandemia, con suerte en el verano de 2022, tendremos que realizar estudios de reconocimiento adicionales para medir la cantidad de plástico generado durante el covid y cómo está la situación de nuestro entorno global. Este es nuestro primer deber como químicos ambientales, como científicos, pero también como ciudadanos», apunta.
Los diferentes expertos consultados por este diario coinciden en la necesidad de dar una respuesta a este problema una vez se ha estabilizado la crisis sanitaria. «Al no existir un sistema de recogida adecuado, el tratamiento de todos los residuos es bastante complicada. Si se recogiesen por separado, por ejemplo, en los puntos de venta, quizá sí se podrían desarrollar sistemas de tratamiento que permitiesen la recuperación de los materiales. Los test, al estar compuestos de distintos tipos de materiales son los más complejos de reciclar», argumenta Alberto Vizcaíno, consultor en sostenibilidad y gestión ambiental.
Además, matiza que «los residuos no desaparecen. La mayoría están compuestos principalmente de plástico, que es un material que se degrada, descomponiéndose en partículas cada vez más pequeñas hasta que dejamos de verlas. No las vemos, pero siguen existiendo. Los restos microscópicos de estos residuos de plástico son los más peligrosos ya que interactúan con el suelo, el agua, la fauna y la flora, y liberan sustancias químicas que tienen efectos nocivos para la salud». Es decir, que estos residuos se acumulan en las cadenas de alimentación de los seres vivos «y pueden llegar a nuestra dieta y causarnos, entre otros, efectos de disrupción endocrina», dice este experto.
En España, tal y como se nos recuerda desde Europa, dice Vizcaíno, no aplicamos correctamente el principio de responsabilidad ampliada del productor. «Este principio, que inspira las directivas de gestión de residuos, establece que quien pone en el mercado productos que con su uso se convierten en residuos debe asumir los costes de la recogida y el tratamiento de esos residuos. Así, las instituciones tenían que haber tomado medidas en esa línea, por ejemplo, obligando a las grandes superficies que se lucran con la venta de estos productos a instalar puntos seguros de recogida».
¿Enterrar o quemar?
Aunque el plástico es el residuo que más conflicto ambiental provoca, en los derivados de la pandemia hay también compuestos químicos y biológicos que provienen de los test y las vacunas. En este sentido, el consultor señala que «en principio el impacto es limitado dado que las cantidades de químicos en cada test es muy pequeña, pero sí sería deseable que se gestionasen de forma separada de otros residuos, especialmente cuando son test positivos donde puede haber presencia de restos biológicos que, si bien no deberían suponer un riesgo, podrían pasar a estar en contacto con diversas formas de fauna tanto en los centros de tratamiento como en los vertederos donde finalmente se depositen».
En la misma línea, Víctor Viñuales, director ejecutivo de la Fundación Ecología y Desarrollo Ecodes, confiesa que «la pandemia nos ha dado un enorme bofetón en el asunto de los plásticos y nos ha hecho retroceder. Se hicieron cosas que estaban guiadas por la ignorancia».
Ahora, según él, el desafío recae en la investigación sobre materiales biodegradables, que, en la actualidad, no suponen más del 4%. «Los retos no son solo tecnológicos y empresariales, sino que también se encuentran en la regulación pública a través de protocolos claros de actuación ya que, lo que se ha generado hasta ahora, pone de manifiesto las insuficiencias de nuestro sistema».
El tratamiento actual de los residuos pasa, fundamentalmente, por la incineración o enterramiento de los mismos, lo cual también supone un posible daño a futuro por la suma de una contaminación del aire o bien, de los suelos a través de las filtraciones. «En España, la mayoría de los residuos se entierran, no se incineran y es nuestro punto débil porque estamos perdiendo recursos. En lo que también deberíamos centrarnos ya no es solo en la gestión del residuo sino en la reducción de su uso, por ejemplo elaborar test covid con menos piezas, mascarillas reutilizables y menos embalajes», señala Gema Alcañiz, educadora ambiental.
«El problema es que estas micropartículas de plástico las encontramos en el agua embotellada, en la sal de la cocina, en el pescado y en muchos otros alimentos. Se más se estima que nos comemos semanalmente la cantidad de plástico de una tarjeta de crédito», sentencia Emilio Beladiez, presidente de la Asociación Biodegradables, que urge a un compromiso global para atajar este problema histórico que se ha visto agravado por el coronavirus.
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