Investigación
¿Y si se hubiera dado el primer paso hacia una vacuna contra la calvicie?
Un inesperado descubrimiento abre una vía nueva para regenerar el cabello
Parecía imposible hallar en solo un año una vacuna contra la Covid-19, pero se consiguió. Era impensable que existiesen vacunas para detener el cáncer, y ahí están. La vacuna contra la malaria está a las puertas de su lanzamiento y la del Papiloma Humano es ya una realidad. Incluso pronto se podría anunciar una vacuna contra la viruela del mono. Sin embargo, para uno de los síndromes más extendidos en la humanidad y que, aun siendo leve, afecta a millones de personas en el planeta, no tenemos aún inmunización.
La alopecia afecta al 42,6 por 100 de la población española. Nuestro país es, tras la República Checa, la nación del mundo con mayor número de personas con problemas de cabello. En el 90 por 100 de los casos, se debe a razones hormonales o genética, pero factores ambientales y geográficos podrían repercutir en los alto índices de calvicie arrojados. Contra esta patología no hay vacuna: se puede prevenir con tratamiento en algunos casos, reparar en otros o simplemente convivir con ella. Pero puede que las cosas empiecen a cambiar pronto. ¿Y si se hubiera dado el primer paso hacia una vacuna contra la alopecia?
Un equipo de científicos del Instituto Salk de La Jolla, en Estados Unidos, han hallado de manera inesperada una diana molecular que está implicada en una de las formas más comunes de alopecia. Y resulta que la clave puede estar precisamente en el sistema inmunitario.
En algunos casos, la pérdida de cabello es un proceso que comienza cuando el propio sistema inmunitario del individuo ataca los folículos pilosos, las estructuras de la piel que concentran las células madre responsables del crecimiento del pelo. Cada cabello descansa sobre uno de estos folículos.
La investigación ahora presentada en la revista Nature Immunology, ha puesto de manifiesto los mecanismos por los cuales las células T del sistema inmunitario interactúan con las células de la piel para generar nuevos folículos.
Como en tantas otras ocasiones en ciencia, el estudio no tenía desde el principio la alopecia como objetivo. En realidad, los autores querían entender mejor el papel de las células T y las hormonas glucocorticoides en el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Un glucocorticoide es una hormona derivada del colesterol y que parece estar relacionada con varias patologías. En concreto, se pretendía estudiar la implicación de estas hormonas en la esclerosis múltiple, el asma o la enfermedad de Crohn.
Como parte de la investigación, era importante encontrar un ambiente en el que las células T expresen altos niveles de receptores de glucocorticoides. Y precisamente, el ambiente ideal para ello es la piel.
Así que generaron ratones transgénicos con un déficit de hormona glucocorticoide en la piel, lo que generó pérdida del cabello.
Al comparar los rones con menor expresión de glucorticoides con otros animales normales a los que se les hizo caer el cabello se demostró que los segundos recuperaba con facilidad el pelamen.
Aquella evidencia mostró el camino para una nueva vía de investigación. De manera casual, la lucha contra la calvicie encontró la alianza de un nuevo grupo de científicos. Era evidente que la comunicación entre las células del sistema inmunitario y los folículos puede estar implicada en la regeneración o pérdida del cabello.
Efectivamente, se ha confirmado que las hormonas instruyen a las células T para activar las células madre de la piel, las fábricas de folículos. No solo eso, sino que los autores han sido capaces de hallar el lenguaje en el que se producen esas instrucciones: la producción de una proteína llamada TGF-beta3. Las hormonas glucocorticoides generan TGF-beta3, esta proteína estimula a las células T para que generen células madre. El pelo comienza a crecer.
Las proteínas, hormonas y células T participan también como inmunosupresoras. Es decir, su acción combinada puede ser eficaz para inhibir el sistema inmunitario del individuo y evitar que ataque a su propio pelo (como ocurre en muchos casos de alopecia).
“En los casos agudos de alopecia, las células inmunitarias atacan el tejido de la piel provocando la caída del cabello. El remedio habitual es usar glucocorticoides para inhibir la reacción inmune en la piel, para que no sigan atacando los folículos pilosos. Aplicar glucocorticoides tiene el doble beneficio de activar las células T reguladoras en la piel para producir TGF-beta3, estimulando la activación de las células madre del folículo piloso”, ha explicado uno de los autores del estudio.
Pero ahora se ha encontrado que estas células y proteínas no solo tienen una función inmunosupresora (es decir, que pueden evitar la caída del pelo) sino que son regeneradoras. De algún modo, estamos ante una nueva vía de ataque de la patología, quizás una terapia similar a una vacuna que regule la comunicación celular y ayude a devolver el cabello perdido.
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