Donación de órganos
Pegadas a un teléfono para salvar vidas: así trabajan “las chicas del cable” de la Organización Nacional de Trasplantes
Son las piezas del engranaje que no se ven, la voz al otro lado del teléfono. Las coordinadoras viven pegadas a un auricular. En 2021 atendieron 222 llamadas cada jornada. Así es la vorágine de su día a día
Su día a día transcurre entre el dolor y la esperanza. El llanto y la alegría. En definitiva, entre la muerte y la vida. El equipo de 14 enfermeras (12 mujeres y dos hombres) que trabajan en el servicio de coordinación de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT),conforman el corazón de un engranaje con precisión de reloj suizo. Su rostro nadie lo ve, pero su voz es el canal a través del cual conectan al donante y receptor de órganos, a través de los respectivos equipos de coordinación de los hospitales implicados en el proceso. Viven pegadas al teléfono. Sus auriculares se han convertido en una extremidad más.
En 2021 batieron uno de sus récords al realizar una media de 222 llamadas al día, un total de 81.246 para gestionar 4.781 trasplantes. Y es más, se turnan para hacer jornadas de 24 horas, ya que nunca se sabe cuándo va a sonar el teléfono para comunicarles que hay órganos disponibles para trasplantar. Suena el teléfono de María de la Vieja, una de las «chicas del cable» de la ONT. El Hospital de León le informa de que tienen un donante cuyos riñones y su hígado están en perfecto estado para trasplantar. Su homóloga en la ciudad castellanoleonesa le aporta los datos de la persona fallecida, principalmente el grupo sanguíneo para establecer las compatibilidades preliminares.
A partir de ese momento se activa el operativo. La primera premisa es buscar la existencia de un paciente en urgencia cero que necesite alguno de estos órganos, si es así, prima a las listas «ordinarias» de trasplante. En este caso, no hay ninguno. A continuación, se recurre al criterio geográfico, es decir buscar por proximidad, ya que el tiempo de traslado es fundamental para no perder los órganos, lo que en terminología médica se denomina el tiempo de isquemia. El hígado tiene 8 horas de vida fuera del cuerpo, por ejemplo. El pulmón, cinco.
Su compañera Rocío Vega, que lleva en este servicio 16 años y lo vive con la misma pasión que el primer día, nos muestra el mapa de España dividido en seis zonas. «En este caso, una vez se ha descartado la urgencia cero porque no hay ningún paciente que lo necesite, recurrimos a encontrar el hospital más cercano donde realicen el trasplante del tipo que necesitamos. En este caso, León no es un centro de trasplantes (solo es hospital donante) así que, mirando en el mapa, así como en un listado de partes diarios de selección de hospitales que va cambiando en función de si ha recibido recientemente uno o no, hemos localizado al Hospital de Valladolid», relata Rocío.
¿Por carretera o en avión?
Sin embargo María cuenta que aunque había dos potenciales receptores de recibir el hígado que ahora está «ofertando», no pueden recibirlo por cuestiones clínicas. Uno está tiene covid y el otro es incompatible por su grupo sanguíneo.
Siguiente llamada. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander. Aquí hay más suerte. En este centro realizan trasplante hepático y hay una paciente en lista de espera que ha aceptado y es clínicamente compatible. En este punto, María ya ha perdido la cuenta de las llamadas que ha realizado. Bueno, realmente no las lleva contabilizadas, pero sí apuntadas en una hoja en la que va dejando constancia de cada uno de sus movimientos. Es un asunto muy sensible y todo debe estar exhaustivamente pautado. «El siguiente paso es comenzar a elaborar el plan de traslado del órgano, calcular las horas y coordinar a las partes implicadas. El paciente está en otra comunidad autónoma, debe trasladarse a Santander y el hígado a trasplantar se encuentra en León. Será el equipo médico cántabro el que se desplazará a realizar el explante en León y su implantación en el hospital de Cantabria», relata María.
Rebeca Bajo, otra de las compañeras que lleva ocho años en el servicio, pregunta por la distancia. ¿Se podrá ir por carretera? ¿Avión? Siempre tienen abierto Google Maps para calcular las distancias. «Son aproximadamente 267 km, el órgano aguanta, irán por carretera, les llevará unas tres horas y media», le indica Rebeca. «Si fuera una distancia mayor y el traslado fuera de riñones, tenemos acuerdos con aerolíneas comerciales para trasladarlos custodiados por el piloto», nos explica María. Rocío, añade que deben tener en mente siempre todas las opciones. Por eso, tienen otro mapa en la pared en la que señalan, con imanes negros, las ubicaciones de todos los aeropuertos, tanto civiles como militares en España.
«Incluso estamos pendientes durante el traslado del órgano, ya que puede haber algún contratiempo como puede ser un atasco. En ese caso somos nosotras también las que nos ponemos en contacto con la Guardia Civil para que acudan al punto en cuestión y abran paso al vehículo que transporta el órgano, ya que en ocasiones no van en ambulancias. No podemos perder ni un minuto», asevera Rocío.
Llamada intempestiva
María ya ha fijado la hora a la que el equipo de extracción cántabro llegará al hospital de León. Será a las seis de la tarde. «De manera paralela, estamos coordinando para que al paciente que se le va a trasplantar le vayan preparando para la intervención. Puede haber mala suerte y que a la hora de sacar el órgano, el órgano no sea válido para trasplante. Pero es un riesgo que debemos correr. Puede salir mal mal, pero nosotras luchamos hasta el último momento», reconoce el equipo de enfermeras.
Alba Hitado acaba de incorporarse hace siete días al equipo. Escucha atenta todas las indicaciones que le sugieren sus compañeras. Apunta y aprende. «Es complicado hacer un manual completo de cómo es nuestro trabajo. Tenemos protocolos, claro está, pero la coordinación se aprende en su totalidad con la práctica», dice Rocío. Alba ya ha trabajado durante un tiempo en la parte de coordinación de trasplantes en el Hospital de La Princesa de Madrid, así que sabe de qué le están hablando, pero es prudente y prefiere aprender de las «senior». Y es que sus compañeras, sobre todo Rocío y Rebeca, llevan toda una vida entregadas a esta labor. Cuentan anécdotas, sinsabores y alegrías que han vivido en estos años.
«No se me olvidará nunca la muerte de una niña que murió en el castillo hinchable. Tenía ocho años, si no recuerdo mal. Yo no paraba de llorar, pero luego cuando vi a la cantidad de personas que se iba a ayudar con sus órganos me dio un subidón tremendo. Es una mezcla de sentimientos muy grande», relata Rebeca. Por su parte, Rocío confiesa que viven cada trasplante como si el receptor fuera ya «de la familia. Hay muchas personas que llevan años en lista de espera, cuando ves su nombre y sabes que puede que un órgano sea para él o para ella, te llevas una gran alegría. Aquí vivimos de todo». Hoy es a Rebeca a la que le toca hacer 24 horas seguidas. Ya tiene experiencia y aunque espera que la noche no sea demasiado movida, en el fondo reconoce que, aunque suene el teléfono a las tres de la mañana, será por una buena causa: salvar vidas. Hay un equipo 24 horas, nunca sabes cuándo recibirás una llamada para un operativo».
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