Reflexión papal

El Papa Francisco y la píldora: «La doctrina se expande progresando»

Durante el vuelo de regreso de su viaje a Canadá, el Papa respaldó el debate abierto en el Vaticano sobre una revisión del magisterio del uso de los anticonceptivos: «El dogma siempre está en desarrollo»

El Papa, ayer, a bordo del avión en el que volvió a Roma, donde charló con los periodistas
El Papa, ayer, a bordo del avión en el que volvió a Roma, donde charló con los periodistasGUGLIELMO MANGIAPANE / POOLAgencia EFE

No puede considerarse magisterio pontificio, pero sí una reflexión en voz alta y ante corresponsales de todo el planeta que abre un camino de apertura sobre una cuestión doctrinal que parecía lacrada en la Iglesia: los anticonceptivos. Francisco no se cierra a un posible cambio de perspectiva sin poner fecha ni plazos. O al menos eso se desprende de las palabras que compartió durante el vuelo de regreso a Roma tras pasar seis días en Canadá en lo que él mismo denominó «peregrinación penitencial» para promover un proceso de reconciliación con las poblaciones indígenas, castigadas durante más de un siglo a través de los orfanatos católicos por donde pasaron más de 150.000 niños que fueron arrebatados de sus padres y sus raíces culturales.

A 10.000 metros de altura, en el marco de la rueda de prensa que ofrece en el avión de retorno de todos sus viajes internacionales, el pontífice argentino se extendió al ser preguntado sobre si sería capaz de reevaluar la doctrina sobre el uso de los anticonceptivos: «Se trata de algo muy puntual. Pero sabed que el dogma, la moral, está siempre en vías de desarrollo», expuso, para matizar justo después que «para el desarrollo teológico de una cuestión moral o dogmática, hay una regla que es muy clara y esclarecedora». Y fue ahí donde echó mano del monje francés del medievo Vicente de Lerins, que mantenía que «la verdadera doctrina para avanzar no debe ser tranquila, se desarrolla y se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando».

Con estas palabras, el Papa respaldaba también la celebración de un seminario convocado en Roma a finales del año pasado por la Pontificia Academia para la Vida –el principal organismo referente a temas de bioética en el Vaticano–, en el que sus participantes, entre ellos, teólogos y filósofos, llegaron a comentar que a veces se dan «condiciones y circunstancias prácticas que harían irresponsable la elección de engendrar», por lo que una pareja casada puede decidir recurrir «con una sabia elección» a técnicas anticonceptivas no naturales, «excluyendo obviamente las abortivas».

El contenido de este congreso trascendió hace unas semanas al publicarse las actas. «El Papa Francisco fue informado de cada paso y alentó el proyecto», expuso entonces el presidente de Pontificia Academia de la Vida, Vincenzo Paglia, y uno de los colaboradores más estrechos del pontífice argentino. A la par, en estas semanas también se desvelaba un documento sonoro en el que Albino Luciani, el futuro Juan Pablo I, se mostraba a favor del uso de la píldora. Lo hacía en 1968, apenas unos meses antes de que la encíclica ‘Humanae Vitae’ de Pablo VI zanjara la cuestión.

Ahora Francisco, desde el avión, refuerza ese diálogo abierto desde el Vaticano a través del congreso del año pasado: «Han cumplido con su deber, porque han tratado de avanzar en la doctrina, pero en sentido eclesial, no fuera, como dije con aquella regla de San Vicente de Lerins». «Entonces el Magisterio dirá, sí es bueno o no es bueno», apuntó sin querer mostrar su opinión al respecto, limitándose simplemente a plantear que «una Iglesia que no desarrolla su pensamiento en sentido eclesial es una Iglesia que va hacia atrás, y este es el problema hoy».

Eso sí, la cuestión de los anticonceptivos sí le permitió adentrarse en las resistencias ideológicas que parecen convertirse en un viacrucis constante en su pontificado. Es más, no dudó en condenar a los grupos «tradicionalistas» católicos, a los que vino a denominar «indietristas». De hecho, los presentó como aquellos que «van hacia atrás, sin raíces: siempre se ha hecho así, en el siglo pasado se hizo así». «Si concibes la tradición cerrada, esa no es la tradición cristiana...», apostilló.

La deriva alemana

De la misma manera, se mostró precavido con otra de las cuestiones polémicas de puertas para adentro de la Iglesia: el Camino Sinodal Alemán. Si hace una semana la Santa Sede emitía una nota en la que advertía de que esta asamblea eclesial local podía generar una ruptura de la unidad y la comunión si daban un paso al frente al aprobar cambios como el sacerdocio femenino o el fin del celibato, Francisco en el avión marcaba distancias remitiéndose únicamente a la carta que él escribió de puño y letra, sin asesores ni consultar a la Curia, hace dos años: «Hice mi propio camino también como pastor para una Iglesia que busca un camino, como hermano, como padre y como creyente. Y este es mi mensaje. Sé que no es fácil, pero todo está en esa carta».

Con la mirada puesta en la agenda internacional, la prudencia también le acompañó a la hora de referirse a un posible viaje a Kiev en pleno mes de agosto, tal y como dejaron caer los máximos responsables de la Secretaría de Estado de la Santa Sede hace unos días. «Dije que me gustaría ir a Ucrania. Vamos a ver ahora lo que me encuentro cuando llegue a casa», expuso, consciente del complejo juego de equilibrios de la diplomacia vaticana, puesto que, no solo están en juego las relaciones diplomáticas con Rusia y el papel neutral eclesial como mediador en los procesos internacionales de paz, sino también los vínculos fracturados con la Iglesia ortodoxa liderada por el patriarca Kirill.

En cualquier caso, Jorge Mario Bergoglio sí admitió que su maltrecha rodilla le va a obligar a recalcular sus planes: «Este viaje también ha sido un poco una prueba... es cierto que no puedes hacer viajes en este estado, tienes que disminuir, pagar las deudas de los viajes que te quedan por hacer, reorganizar...».

Sobre su estancia en Canadá, Francisco dio un paso al frente al pronunciar una palabra que le reclamaban mucho de los aborígenes junto a su retirado ‘mea culpa’: genocidio: «Es cierto que no utilicé la palabra porque no me vino a la mente, pero describí el genocidio y pedí perdón, perdón por esta obra que es genocida». «Sí, era un genocidio, sí, sí. Tranquilos, tú puedes informar que yo he dicho que fue un genocidio», comentó a la periodista interesada en la cuestión.