Psicología
“Shakirazo”: ¿Por qué sentimos la necesidad de “cantar” que nos han dejado?
Expresar las emociones experimentadas durante el proceso de ruptura amorosa es clave para superar la situación. Es una fuente de desahogo, liberación y comprensión
La música es una herramienta única para despertar emociones, pero también para expresarlas. Son muchos los artistas que han trasladado a través de un pentagrama los sentimientos que brotan de su propia historia de desamor. Con más o menos sutileza, han compuestos melodías en las que no ocultan emociones tales como frustración, enfado, desilusión o dolor. Y hacerlo, les ha ayudado a curar las heridas del «corazón». Y es que, aunque narrar la historia puede ser doloroso, de igual forma contribuye a superar todas las fases del duelo.
La última en recurrir al cuarto arte para canalizar el terremoto emocional que está viviendo ha sido Shakira. Su tema ha sido elogiado por minimizar la complicidad que puede tener la sociedad en relación a la infidelidad, por empoderar a la mujer, pero también por normalizar el torrente de sentimientos que brotan cuando sufrimos fracaso amoroso.
Esta situación provoca un aumento considerable del malestar psicológico y una reducción drástica del nivel de satisfacción vital de la persona. «Una ruptura puede producir síntomas de ansiedad en un su momento inicial, así como síntomas depresivos: tristeza, apatía, falta de energía o dificultades de sueño», comenta Inés Laso Castelo, psicóloga de Activa Psicología. Los científicos comparan la sintomatología que se experimenta cuando nos desprendemos física, emocional y mentalmente de una persona con la dependencia que generan algunas drogas. Esto sucede porque esa felicidad y satisfacción continuas resultantes de la segregación de hormonas de placer durante el tiempo que duró la relación cesa de repente.
Según la psicóloga, las fases que se experimentan tras haber sufrido un desengaño amoroso son parecidas a las de un proceso de duelo: conmoción, negación, rabia o ira, depresión y finalmente, fase de aceptación. El orden de estas fases no necesariamente es lineal ni correlativo.
Durante la fase de conmoción o «shock», los miembros de la pareja experimentarán dolor, desorganización y confusión. Suele tratarse de una etapa desconcertante en la que se siente la necesidad de entender el motivo o la causa por la que la relación fracasó, y en la que hay una ausencia de reacción. A esta conmoción le sigue la negación.
En esta fase, especialmente marcada en las personas que han sido «dejadas», la persona es consciente de lo que ha perdido, pero no lo acepta, se centra en buscar fórmulas para resolver los problemas y fantasea con volver con la persona que le produce recuerdos tan placenteros. Tras esta situación, lo habitual es que la persona tome consciencia de la ruptura y lo convierta en su nueva normalidad, una realidad que no es de su agrado y le produce culpa, rabia e ira. De hecho, la culpa es uno de los sentimientos más característicos y complicados de superar. Pero la rabia permite adquirir interés en evitar a la otra persona.
Otro de los sentimientos que brotarán cuando se acepta la realidad es la tristeza. La persona comienza a ser consciente de cómo ha cambiado y seguirá cambiando su vida y experimenta una visión negativa de su futuro. Esta tristeza es, según los psicólogos, «una emoción necesaria para que puedas asumir realmente la pérdida, conectar con lo ocurrido y empezar poco a poco a superar el duelo». Esta espiral de emociones llega a su fin con la aceptación, un periodo en el que las personas comienzan a asumir lo sucedido, a pensar en sí mismas y a dirigir su mente hacia el futuro y no hacia el pasado o a la pérdida.
Las consecuencias de un desengaño amoroso no solo se circunscriben a la esfera psicológica. Este proceso también puede poner en riesgo nuestra salud física. De hecho, el síndrome del corazón roto o miocardiopatía de Takotsubo es una afección cardíaca provocada por una emoción estresante relacionada con una mala noticia o experiencia vital desagradable. En pocas ocasiones puede causar la muerte. La mayoría de las personas que lo padecen se recuperan rápidamente con un tratamiento adecuado que suele consistir en la administración de betabloqueantes, fármacos que bloquean la acción de la adrenalina y de otras sustancias similares; y, una vez superada la crisis, la recomendación es evitar episodios de estrés.
Este síndrome es relativamente raro. En general, representa el 1% de todos los síndromes coronarios agudos. Sin embargo, la población femenina tiene una probabilidad muy alta de padecerla. Un 95% de los casos que se registra lo sufren personas de sexo femenino en su mayoría posmenopáusicas que pierden la protección de estrógenos.
Este estrés fruto de la ruptura es especialmente intenso cuando la ruptura no se produce por mutuo acuerdo, sino por decisión de una de las partes. En estos casos, la recuperación puede resultar más difícil para la parte que no se muestra de acuerdo en finalizarla o no comparte los motivos. Esta persona, inevitablemente, experimenta un malestar intenso e inesperado, con dudas y rencores.
«Represión emocional»
Cuando sufrimos una ruptura amorosa, solemos pensar que «el tiempo todo lo cura». Confiar en la magnitud física, en algunos casos, insufla esa esperanza tan necesaria que buscamos cuando vivimos este duro golpe. Sin embargo, no es del todo efectivo ponernos en manos de un factor incuantificable para lograr cerrar la herida. En esta ecuación es necesario el esfuerzo y el trabajo activo por parte de la persona para aceptar la realidad de la ruptura.
Así, debemos enfocarnos en aceptar nuestro dolor como un compañero de viaje. La psicóloga considera importante «aprender a identificar y expresar las diferentes emociones que surjan, siendo necesario encontrar un espacio de desahogo, ya sea a través del arte, una conversación con amigos, la escritura u otros métodos de expresión». Y añade: «La represión emocional nos lleva a no querer conectar con las emociones experimentadas durante el proceso, mientras que la expresión emocional es una fuente de desahogo, liberación y comprensión».
La especialista propone poner el foco en el cuidado de uno mismo. «Puede ser muy beneficioso centrarse en los valores, en acciones con significado y en los demás aspectos de la vida que se consideran importantes. También es importante trabajar la autoestima y el posible sentimiento de culpa que pueda quedar tras la ruptura, así como normalizar, identificar y expresar las emociones».
El aumento de los divorcios
Según registra la Estadística de Nulidades, Separaciones y Divorcios elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de rupturas matrimoniales durante 2022 aumentó en un 13,2% con respecto al año pasado, alcanzando así los 90.582. En concreto, durante 2021 hubo un total de 86.851 divorcios, que supone a su vez un crecimiento del 32,4% en comparación a los registrados durante 2020. Las rupturas matrimoniales, de este modo, vuelven a las tendencias que se mostraban durante los años previos a la pandemia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar