Violencia de género

«A Heidi y a mí nos amenazó con una pistola un grupo donde hay policías»

LA RAZÓN accede al contenido de la declaración íntegra de César Román, el «Rey del cachopo», ante la jueza, en la que relata cómo era su relación con su novia, Heidi, la cual fue descuartizada

César Román, el «Rey del cachopo»
César Román, el «Rey del cachopo»larazon

LA RAZÓN accede al contenido de la declaración íntegra de César Román, el «Rey del cachopo», ante la jueza, en la que relata cómo era su relación con su novia, Heidi, la cual fue descuartizada.

El día en que fue detenido César Román gritó ante una cámara de televisión que era inocente. Desde entonces, mutismo absoluto. No había vuelto a decir nada. Hasta este jueves que se enfrentó a las preguntas de la jueza instructora. LA RAZÓN ha tenido acceso a su declaración íntegra en la que comienza contando cómo se cruzaron su camino y el de Heidi. «En el mes de abril abrí un local en Malasaña y necesitábamos personal, así que publicamos un anuncio. Heidi fue una de las que acudió y la contratamos como camarera.

Le pagaba en metálico, dependiendo de las horas, entre 1.000 y 1.200 euros. No la di de alta en la Seguridad Social porque no tenía regularizada su situación en España, aunque le faltaba poco para hacerlo. Estuvo trabajando un mes y medio». El flechazo llego una noche en que toda la plantilla salió a tomar unas cañas. «Se apuntó el novio de Heidi y en mitad de la noche se pusieron a discutir delante nuestro. Él la trató de malas maneras y yo me metí en medio para defenderla. A partir de ahí, Heidi rompió con él y comenzamos a salir juntos. Me fui a vivir con ella durante un mes, más o menos. Después, a la calle López Gras y de allí a la casa de la madre de Heidi.

Ella tenía una relación muy fría con su madre. No se habían criado juntas y se peleaban mucho. Yo nunca discutí con Heidi delante de su madre, no era controlador con ella ni me tenía miedo. Nunca hemos tenido ningún problema. Cuando me dijo que estaba embarazada, a principios de junio, la relación se hizo más cercana. Un día me llamó por teléfono y me dijo que estaba sangrando y que había perdido el bebé. Cuando llegue a casa estaba sangrando, llorando con su madre y se negaba a ir al médico. Tuve que insistir para convencerla de que fuéramos al hospital. A mediados de junio, teníamos organizado irnos a un hotel con mi hija, pero Heidi me dejó una carta en su casa en la que decía que tenía que pensar».

César se fue con su hija a Valencia y al regresar coincidió con la joven hondureña. «Fue entonces cuando lo dejamos. Sería en la primera quincena de junio. Pero nos seguíamos viendo porque teníamos una relación sexual muy fuerte. La última vez que estuve en casa de Heidi en la calle López Gras fue en los primeros días de agosto, era un viernes. Nos encamamos. Ella me anunció que se iba a ir, que se iba a ir a Honduras con sus hijos porque ambos teníamos una deuda importante. Los días siguientes la llamé, pero no me cogía el teléfono. El 13 de agosto por la mañana fui yo el que recibí llamadas de teléfono amenazándome gravemente y decidí irme».

La juez sin embargo cuenta con el testimonio de un taxista que afirma que el día 5 de agosto lo llevó en su coche y que ese día trasportaba una maleta muy grande y muy pesada. No dejó pasar la oportunidad de preguntarle al respecto: «Ese día no estuve en esa nave», negó rotundo. «Entré en la de al lado, la de Avenida de Andalucía número 10, a donde llegué en taxi desde mi casa. Las naves no están comunicadas. Yo llevaba una pequeña de color azul llena de documentación y dos bolsas de Mercadona, nada más». En ese momento su señoría le enseña una fotografía de la maleta en la que se encontró el torso de una mujer y le pregunta si le suena de algo: «No la reconozco. Cuando alquilamos las naves había muchos trastos y uno de ellos era una maleta de color gris. Esa que me enseñáis no estuvo en la casa de Gloria, la madre de Heidi cuando viví allí».

La declaración es muy larga y cuando a César Román le preguntan de nuevo por las amenazas afirma: «El día 13 de agosto por la mañana me amenazaron de muerte con una pistola junto a la Glorieta de Cádiz que está cerca de las naves», sin embargo poco antes había dicho que fueron telefónicas. «A Heidi también la amenazaron con una pistola en la cabeza. No lo denuncié porque en ese grupo hay policías. Me fui a Zaragoza huyendo de las amenazas. Alquilé una habitación, sin ninguna documentación. Conocía a un colombiano y acorde con él que necesitaba documentos para encontrar trabajo. Cuando me fui a Zaragoza, no supe que el cuerpo encontrado era el de Heidi, incluso pensé que era otra persona. No me puse en contacto con mi hermana porque tiene pocas luces y podía facilitar el lugar donde me encontraba o le podían tener el teléfono intervenido, y como el grupo que le amenazaba es muy peligroso, con contactos con la Policía, no la llamé». Su declaración acaba con una frase contundente: «No he matado a Heidi, ni la he troceado y no sé absolutamente nada de esa atrocidad».

Entre las llamadas que tiene registradas el Grupo VI de homicidios de la Policía Nacional de Madrid llama la mucho la atención la de el portero de la finca pegada a la nave dónde se encontró el torso de la mujer. «Sobre la una de la tarde», se refiere al 13 de agosto, cuando se localizó el cadáver, «me fijé en un chico que echaba el cierre de la nave de al lado. Le vi cerrarla con llave incluso. Nunca antes le había visto. Cómo se habían quejado los vecinos de que salía humo de allí, me apresuré para hablar con él.

Le dije: ¡¡¿Qué pasa con el humo? ¿Se está quemando algo?!!''. Él me respondió: ''Estábamos soldando unos tubos. Nos ha saltado una chispa y ha quemado unos palés de madera que teníamos al lado''. No hablamos más. Él se fue y yo me quedé tranquilo». Pero el humo no paraba de salir y 30 minutos después el conserje recibió más quejas de vecinos. Fue por eso que avisó a los bomberos y se descubrió el cuerpo. Los investigadores se entrevistaron con él y le pidieron una descripción del individuo. «Era un hombre, español. Le echo unos 40 años aproximadamente, de 1,70 de estatura, pelo corto de color castaño y ropa de trabajo de color marrón». Los agentes le mostraron doce rostros similares, entre ellos el de César Román. «Ninguno de estos es el tipo con el que yo hablé». El Rey del Cachopo mide 1,50, lo que ahora hace que surja la duda: ¿Quién es el misterioso hombre al que vio el portero?

La carta de despedida de Heidi

«César, te escribo esta nota porque no me atrevo a decírtelo en persona. Me voy unos días sola, necesito pensar y reflexionar muchas cosas, no estoy bien, no me encuentro a gusto ahora mismo con nada. Sé que querías viajáramos juntos como familia para olvidar y estar tranquilos pero no puedo ofrecerte algo que no tengo ni yo misma. No me preguntes a dónde voy porque ni yo sé, haré lo que un día me (inteligible) coger ropa, un libro y irme sin pensar en nada ni nadie. Perdí nuestro hijo. Sabes que pienso todo el puto día, mi angelito no tenía nada que ver en toda esta mierda, es por eso y por muchas cosas que no puedo estar a tu lado ahora mismo, no me odies, ¿vale? Solo piensa que cuando vuelva pueda que me sienta mejor. Discúlpame con la niña por fa dile que no puede ir con ustedes. No le comentes lo sucedido no quiere que la noticia sea festejo para nadie. Te he cogido 500 euros que no creo gastar todo solo que es mejor andar dinero por cualquier cosa ... Te los devolveré cuando trabaje. Ve y disfruta de tu nena, dale la atención que se merece ella estará encantada de tenerte cerca en Valencia para ella sola, creo que se lo debes. Yo estaré bien por lo que te pido no me llames ni trates de reprocharme nada por favor. Yo regreso el domingo vale. Te Amo. Cesar con todo mi corazón. Nunca de los Nunca lo olvides AMOR MIO».