Opinión

Clarificar la polvareda

Esta forma de bendición «no es un casamiento, pero ni siquiera es un ‘visto bueno’ ni una ratificación de nada».

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

La Declaración «Fiducia suplicans» (Confianza suplicante) publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe el 18 de diciembre sobre el sentido pastoral de las bendiciones ha provocado una no pequeña polvareda al autorizar las «bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo».

Las reacciones han sido de signo opuesto: desde los que la han aprobado como un gesto de acogida (el cardenal Omella) a los que como el cardenal Gerhard Müller han calificado como sacrílego y blasfemo al sacerdote que las imparta. Sin llegar al extremo, algunas Conferencias Episcopales africanas han dicho que en su contexto cultural y legal crearían confusión y hasta escándalo.

El 4 de enero el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, prefecto del antes citado Dicasterio ha publicado una nota precisando que no hay lugar «para distanciarse doctrinalmente» de la Tradición de la Iglesia. Al mismo tiempo enfatiza que «las bendiciones no ritualizadas no son una consagración de la persona o de la pareja que las recibe, no son una justificación de todas sus acciones, no son una ratificación de la vida que llevan».

El purpurado, que lleva seis meses al frente de tan delicada misión, considera comprensibles las reticencias de algunos por lo que recomienda un tiempo más prolongado de reflexión, de prudencia y de atención al contexto eclesial y a la cultura local «pero no una negación total o definitiva de este paso». Por si aún quedara alguna duda el documento repite que esta forma de bendición «no es un casamiento, pero ni siquiera es un ‘visto bueno’ ni una ratificación de nada».

En mi opinión las cosas están así más claras y nadie puede atacar al Papa de no defender la doctrina tradicional sobre el matrimonio y la sexualidad.