Testimonio
«Comencé a tener ansiedad cuando tenía un año, ahora, con 27, la he vencido. No es una enfermedad crónica»
Jesús Molero vivió, durante su infancia y adolescencia, un absoluto infierno: los mareos, las náuseas y las taquicardias eran su día a día. Hoy ha conseguido retomar las relaciones sociales y el deporte. «Ha sido muy duro»
Mareos, náuseas, dolor en el pecho, sensación de irrealidad y falta de aire al respirar. Es muy probable que cuando lea este reportaje identifique estos síntomas. Es más, quizá los haya vivido en primera persona y sin que tuvieran una relación con una enfermedad o patología física. Es ansiedad, un mal que golpea con cada vez más fuerza e intensidad a la sociedad desde edades más tempranas. Esta semana, el psicólogo Javier Urra aseguraba que el 70 % de los problemas de salud mental en adultos se originan durante la infancia, por lo que una intervención a tiempo puede evitar males mayores.
En el caso de Jesús Molero, su relación con la ansiedad apareció cuando tenía un año. Claro está que a esa edad él no era consciente de ello, pero con el paso de los años ha podido identificar el origen. Ahora, con 27 años puede decir (y lo dice con orgullo) que ha vencido a este mal que algunos se empeñan en adjetivar como crónico. Cuenta su complejo proceso a este diario desde Granada, donde ahora ejerce como psicólogo, una profesión que ha sido clave en su recuperación. Pero vayamos por partes.
«Cuando digo que mi problema de ansiedad arrancó cuando tenía un año hay quienes piensan que es un chiste, pero así es. No fue diagnosticado como tal en ese momento. De hecho, no ocurrió hasta mucho más tarde. Padecía lo que se denomina ansiedad por separación. No podía estar sin mis padres. Cuando me separaba de ellos, no paraba de llorar. Aquello tuvo un impacto claro en mi desarrollo emocional», relata este granaíno de nacimiento.
Aquellas manifestaciones de comportamiento ansioso fueron creciendo según cumplía años y al llegar al colegio se disparó: «A lo largo de mis 27 años de vida la ansiedad se ha manifestado de maneras diversas. En la infancia, todo giraba en torno a la separación física de mis padres y eso que ellos siempre estuvieron a mi lado, pero en cuanto iba a clase o a las actividades extraescolares entraba en pánico, colapsaba. Creía que mis padres iban a morir o que nunca volverían a por mí, que me iba a quedar solo y desamparado. Nadie sabía lo que realmente me ocurría».
Y así fue su día a día hasta los 15 años. Entonces comenzaron a surgir otras exteriorizaciones de su ansiedad. Llegaron los trastornos de agorafobia, mareos, visión borrosa, sudores fríos, desrealización y despersonalización, temblores, náuseas, taquicardias... «En la adolescencia todo se disparó. Quien no lo ha vivido, no lo entiende. Es una sensación como de estar en una película, no sabes si lo que vives es real, si estas muerto, si no, te llegas a pellizcar con frecuencia para comprobar que sigues vivo. Me encontraba en un surrealismo constante», detalla a LA RAZÓN.
Las visitas a urgencias se multiplicaron «porque mis padres pensaban que aquello era algo físico, que tenía alguna enfermedad. Yo también lo creía, pensaba que me iba a morir de manera inmediata. Tuve que dejar el deporte, jugaba al fútbol y al tenis, mi vida social se redujo porque en cualquier contexto aparecían los síntomas».
Un refugio
Su vida quedó muy limitada, no quería salir de casa, donde se sentía seguro. El único lugar que para él era un refugio. Visitó a neurólogos, cardiólogos, endocrinos... No había especialidad médica que no tratara de averiguar lo que le ocurría. «Ahora hay más información sobre la ansiedad, los médicos lo hubieran detectado antes, pero en aquel momento no daban con la tecla. Tan solo una doctora dejó caer en una ocasión que aquello podría tener un origen psicológico más que físico», desvela Jesús.
Por su cuenta, él comenzó a investigar a través internet, pero lo que descubrió le abrumó: «Todo encajaba, mis trastornos de pánico eran una manifestación de mi ansiedad. Se me abrió un mundo y a la vez una angustia mayor porque en todos los foros que visitaba ponían que esto era algo crónico, para toda la vida. Fue un mazazo. Me costó mucho tiempo comprender que no se trata de una enfermedad y menos crónica. Son compartimentos desadaptativos que igual que se aprenden se pueden modificar».
Hasta los 19 años su vida se paró. Cumplió con sus estudios, pero poco más. «La gente no se daba cuenta, son problemas que pasan desapercibidos. Yo dejé de ir a todos los planes sociales, a los partidos, viajes. Acudí a algún psicólogo, pero no me sirvió de ayuda, sinceramente. No todo el mundo está preparado o formado para tratar con pacientes con este tipo de trastorno».
Sin embargo, todo comenzó a cambiar cuando comenzó la universidad. Pese a matricularse en Geología, que siempre fue su pasión, no funcionó. A la mita de curso decidió dejarlo porque su estado de ansiedad se multiplicaba y no vio más salida que cambiar de carrera y estudiar Psicología: «Me lo tomé como mi última oportunidad para entender lo que me ocurría y salvarme. La vida me estaba dictando mi camino con un luminoso. Era mi salvación».
Exponerse al miedo
Así comenzó su proceso de cambio. «Estudié mucho, quería saberlo todo. Los profesores me ayudaron muchísimo. Saber que lo que me ocurría era fruto de comportamientos aprendidos y que aquello se podía reconducir supuso ver la luz. Salía emocionado de las clases, me cambió la vida».
No acudió a ningún especialista para enfrentarse a su problema. Con los conocimientos teóricos que aprendió y la ayuda de sus padres para exponerse a todo aquello que le generaba la ansiedad, fue superando barreras. «Recuerdo un día que fui con mi padre a un concierto de India Martínez. Imagínate cómo fue. Llenísimo de gente... Tenía que exponerme a mis miedos, era la manera de poder superarlo».
No fue un camino de rosas, claro está, «además, no quería tratamientos médicos basados en pastillas, así que todo mi proceso lo llevé sin ellas».
Según explica Jesús, la recuperación tiene dos puntos clave: por un lado, la deconstrucción del miedo, saber que lo que te pasa no supone un peligro y por, otra parte, implementar un nuevo aprendizaje dirigido a entender que puedes estar en las situaciones que te alteran con tranquilidad. «Evidentemente hay mucha letra pequeña en esto, pero a grandes rasgos es así», asevera.
Ahora, afirma que «estoy libre de ansiedad y veo la vida de una manera cómo no había podido hacerlo nunca antes». Tanto es así, que se ha convertido en toda una celebridad en las redes sociales. Bajo su alias Psisuki, realiza mucho trabajo de divulgación sobre la ansiedad y recibe un gran «feedback», sobre todo de jóvenes que se encuentran en la situación que él vivió durante 27 años. Y, ante todo, lanza un mensaje claro: «Que nadie piense que la ansiedad es un trastorno crónico, y que nadie haga caso a aquello de que ‘‘hay que aprender a vivir con ella’’. No es cierto, se puede vencer, yo lo he hecho. No es fácil, pero se puede conseguir».
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