
Salud
La dictadura de las hormonas
Descubierta por primera vez una relación entre los estrógenos
y la toma de decisiones

Tomar una decisión importante en nuestras vidas puede ser un acto condicionado por muchos factores: una buena información previa, un estado de ánimo enfocado en la búsqueda de soluciones, la ayuda de un acompañante que nos asesore, la suerte, la intuición… Pero un nuevo estudio publicado esta misma semana parece revelar un componente oculto, íntimo y no siempre tenido en cuenta que determina qué decidimos en los momentos más críticos de nuestra biografía: las hormonas.
Desde hace tiempo, la ciencia sabe que la producción hormonal afecta la actividad del cerebro. Su influencia provoca cambios en el estado emocional, en los niveles de energía y en la capacidad de discernir. Pero el modo en el que se produce esa relación es todavía un misterio. En algunos procesos vitales, la relación hormona-comportamiento es más evidente. Por ejemplo, en la atracción sexual y la actividad reproductiva. Estudios con ratones recientes han identificado específicos grupos de hormonas que se activan en el córtex prefrontal de ratones de laboratorio y que modulan la receptividad sexual de las hembras de manera directa: entre ellas algunos subgrupos de oxitocina.
Pero otras funciones son menos evidentes. ¿Son estas sustancias también reguladoras de nuestra toma de decisiones?
Un equipo de la Universidad de Nueva York ha querido averiguarlo usando, también, roedores. Para ello han analizado el comportamiento de los estrógenos, hormonas esteroideas que se expresan sobre todo en el cuerpo de la mujer (o de las hembras de ratón) al ser producidas por los ovarios pero que también están presentes en hombres y machos roedores cuando se generan en las glándulas suprarrenales.
Según Christine Constantinople, profesora de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos) y autora principal de este estudio, «hay cada vez más sospechas entre la comunidad médica de que los cambios en los niveles de estrógenos están relacionados con la función cognitiva y, en los casos más graves, con desórdenes del estado de ánimo».
Para analizar cómo se produce este fenómeno, los investigadores han examinado la actividad neurológica de animales en respuesta a una serie de experimentos. Se les ofrecía a los ratones una recompensa, en concreto agua endulzada, cuando eran capaces de aprender un pequeño ejercicio. A través de pistas auditivas se les indicaba el camino para llegar al lugar donde estaba su premio.
Se estudiaron roedores a los que se les había aumentado el contenido de estrógenos en el organismo para compararlos con individuos en estado estrogénico basal. En general, aquellos que tenían potenciada la actividad hormonal resolvían con más facilidad el problema: encontraban más fácilmente el camino a su recompensa.La razón, según los autores del trabajo, es que los estrógenos aumentan la actividad de otra hormona, la dopamina.
Esta es una hormona que genera sensación de recompensa –es la causante, por ejemplo, de que nos hagamos adictos al chocolate–. Cuanto más potente es la sensación de satisfacción al obtener un premio, con más energía buscamos el siguiente. Por el contrario, en ratones a los que se les bloqueó la acción de los estrógenos y por lo tanto descendió la producción de dopamina, las habilidades cognitivas se vieron claramente disminuidas.
No cabe duda de que el comportamiento animal, incluido el humano, es el producto de intrincadas relaciones entre el sistema nervioso y el endocrino. El primero, a través de la acción de las neuronas y el segundo a través de las hormonas. Pero en ese equilibrio intervienen factores que aún no son del todo bien conocidos. Uno de ellos, obviamente, es la genética. La información de nuestro ADN determina cómo funcionan las glándulas productoras de hormonas. La hipófisis, por ejemplo, es una de las fábricas hormonales más importantes del cuerpo. De ella depende la secreción de la hormona del crecimiento, de la hormona estimuladora de la tiroides, de la prolactina o de la oxitocina. La pituitaria es también un centro básico de nuestro sistema endocrino. De ella dependen regulaciones hormonales como la actividad sexual, la estimulación del tejido mamario, o el equilibrio adrenocorticotrópico relacionado con el estrés. Estas y otras glándulas funcionan en virtud de la dotación genética de cada individuo.
Pero también se sabe que el ambiente interfiere de manera evidente en los procesos endocrinos. La información recibida a través de los sentidos modula la producción de hormonas.
Muy evidente es el hecho de que la hormona del crecimiento se fabrica con mayor profusión en niños durante el sueño profundo. Es decir, malos hábitos de sueño pueden derivar en deterioros del crecimiento infantil. Aun así, hasta ahora no se había encontrado una relación tan directa entre una hormona como los estrógenos y la toma de decisiones en procesos de aprendizaje. El hallazgo es importante porque en casos extremos, muchos desórdenes neuropsiquiátricos se han visto relacionados con fluctuaciones graves de la producción hormonal.
Conocer la relación particular de una u otra hormona con determinadas capacidades mentales puede ser clave para futuros tratamientos.
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