
Salud mental
Estos comportamientos diarios revelan que sufres ansiedad de forma habitual
Según explican los psicólogos, la clave está en aprender a gestionar estos hábitos para que dejen de condicionar nuestra conducta

La ansiedad no siempre se manifiesta con ataques de pánico visibles. Muchas veces aparece en pequeños gestos o hábitos que, a ojos ajenos, pueden parecer simples rarezas, pero que en realidad revelan un nerviosismo persistente.
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Entre las señales más frecuentes destaca la inquietud física constante. Jugar con las manos, mover objetos o trastear con accesorios son acciones que canalizan energía acumulada, aunque a veces transmitan impaciencia. También está la tendencia a disculparse de forma excesiva, un patrón que suele nacer del miedo a incomodar o recibir críticas.
La comunicación no verbal es otro campo donde la ansiedad se hace notar. Evitar mirar a los ojos, reír en momentos inoportunos o explicar en exceso lo que se dice reflejan una inseguridad que el interlocutor puede interpretar como falta de claridad o evasión. Incluso pedir validación de manera recurrente puede mermar la confianza que otros depositan en nosotros.
En las conversaciones, la ansiedad se agazapa detrás de silencios dubitativos o respuestas evasivas, fruto del temor a equivocarse o ser juzgado. Y en la vida diaria, también se disfraza de planificación minuciosa, que lejos de ser una herramienta de organización, puede volverse un comportamiento obsesivo cuando se usa para intentar controlar cada situación.
Otro comportamiento revelador es la tendencia a repasar mentalmente encuentros pasados o anticipar con excesivo detalle los que vendrán. Ese sobreanálisis de gestos, palabras y situaciones consume energía emocional y es frecuente entre quienes se preocupan demasiado por impresiones ajenas.
Evitar encuentros sociales por completo es otra salida que la ansiedad provoca, ofreciendo un alivio inmediato, pero cobrando un alto precio: aislamiento y pérdida de vínculos. Asimismo, el afán por complacer siempre a los demás, incluso cuando implica renunciar a las propias necesidades, evidencia un miedo latente a generar rechazo.
Expertos en psicología coinciden en que reconocer estos signos es el paso inicial para afrontarlos. Estrategias como la práctica de la atención plena, el entrenamiento en habilidades sociales o la exposición gradual a situaciones temidas pueden disminuir la presencia de estos hábitos. La clave no es eliminarlos de golpe, sino aprender a gestionarlos para que dejen de condicionar nuestra conducta.
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