Entrevista
Javier Urra, psicólogo y escritor: «Somos una sociedad incapaz de sostener un juicio crítico»
El autor de «Inmadurez colectiva» sostiene que vivimos en una sociedad de la ignorancia aupada a categoría de normalidad: «Se exhibe con cierto orgullo»
En su nuevo libro, Javier Urra aborda aquellos retos que considera propios de la nuestra sociedad occidental contemporánea: la creciente incapacidad para asumir el desacuerdo, la sobrevaloración de la autoestima y la tendencia al narcisismo. Sostiene que vivimos en una época donde la ignorancia se celebra como simplicidad, el consumismo se impone y las redes sociales fomentan una autorreferencia constante. Según opina, esta cultura de la inmediatez y gratificación ha generado una sociedad infantilizada, incapaz de sostener un juicio crítico o de asumir responsabilidades.
¿Cómo calificaría la sociedad occidental en la que vivimos?
Hay gente que es muy irresponsable. Por ejemplo, llama a cuatro restaurantes para reservar y luego va a uno y no llama a los otros tres para cancelar. Es una gran irresponsabilidad. No asume responsabilidades. Y esto ocurre porque somos inmaduros y victimistas, y porque nos cuesta mucho afrontar el sufrimiento y el dolor que conlleva la vida. No valoramos la meritocracia y se opina sin saber. Además, vivimos un tiempo en el que la queja se instala permanentemente, y la exigencia al otro se convierte en acrítica y cotidiana.
¿Qué factores han influido en que hayamos evolucionado así?
Yo he escrito 84 libros. Concretamente, «El pequeño dictador» tuvo mucho éxito. Habla de la sobreprotección, de que no se ponen límites, de que no se dice no… Y esto deriva en que, cuando llegamos a adultos, creemos que todo gira a nuestro alrededor. Nos lo enseñó Copérnico. Ser maduro requiere anticipar, requiere tener criterios, requiere que la palabra dada se cumpla, requiere una serie de exigencias que no son todo libertad. Yo animo a reflexionar sobre una cuestión: el 80% de la población cree que es más inteligente que la media. Eso, estadísticamente, no es posible. Revela muy poca capacidad de autocrítica y, sin embargo, mucha capacidad crítica.
Denuncia también que vivimos en una sociedad instalada en la ignorancia y que esta se exhibe con cierto orgullo. ¿Cómo afecta esto a nuestra capacidad de pensamiento crítico?
Hay mucha gente que tiene un alto nivel de información, pero un bajísimo nivel de conocimiento, que son dos conceptos distintos. Yo voy muchas veces a tertulias a televisiones y radios, pero hablo solo de lo que sé. Pero ves que la gente no estudia el tema para opinar sobre él. En las universidades, muchos chicos se alarman cuando tienen que leerse un libro entero. No se trata de un cortar y pegar. No se trata de ir a Google e informarte. Tienes que estudiar.
¿Cree que las personas que responden a este perfil están preparadas para afrontar los desafíos complejos que tiene la vida moderna?
Hoy en día, cuando las cosas van bien, estupendo. Pero en cuanto se tuercen, la gente quiebra. Y por eso tenemos tantas patologías que, aunque trabajamos como patologías individuales, realmente son patologías sociales.
¿Qué aspectos considera fundamentales para dejar de considerar que las nuevas generaciones son inmaduras?
Hay que forjar un carácter desde pequeños. Y esto consiste en tener contacto con la naturaleza, a los siete años ir a un campamento para aprender a compartir la linterna, a los ocho años visitar un hospital de niños muy enfermos… Pero en la vida también hay que saber manejar la duda, la incertidumbre, la resiliencia o el dolor. Hay que tener un sentimiento de espiritualidad o de trascendencia. Este es un tema importantísimo. O sea, la gente tiene que plantearse para qué y para quién vive. Y la tercera cuestión es la vocación, la pasión y el compromiso.
Usted ha destacado que la perseverancia, la constancia o el esfuerzo en los jóvenes es importante. ¿Cómo deberían trabajarse estas cualidades?
Es urgente, primordial, ineludible que en los hogares se trabaje con la gestión de las emociones y los pensamientos. Se trataría de ser ciudadanos, y no súbditos, siendo que la responsabilidad individual solo incumbe a la persona, y el Estado no tiene capacidad de intervención. Precisaríamos del pensamiento y de la reflexión, también para prevenir la manipulación, que es un riesgo aumentado con al acceso a las nuevas tecnologías. Hablamos de una tiranía que igual prohíbe libros que expresiones que interprete ofensivas para minorías identitarias. Estas generaciones creen estar en posesión de la verdad, hasta para juzgar a las que les antecedieron.
✕
Accede a tu cuenta para comentar