
Jardinería
Las margaritas son bonitas en el césped, pero también son una señal terrible: tu jardín está pidiendo ayuda a gritos
Su aparición masiva no es solo un detalle estético, entenderlas es el primer paso para poder salvar tu jardín

Primavera tras primavera, las margaritas brotan en los jardines con su inconfundible aspecto delicado, sus pétalos blancos, corazón amarillo y tallo fino. Son sinónimo de inocencia, de juegos infantiles, de prados idílicos. Pero, si un día miras tu jardín y descubres que las margaritas han tomado el control, es momento de levantar la vista más allá de la belleza. Porque ese estallido floral es, en realidad, una señal de socorro del suelo que pisa.
Una flor resistente que aprovecha la debilidad
Las margaritas comunes, cuyo nombre científico es "Bellis perennis", no son simplemente plantas decorativas. Su presencia no responde a la casualidad, sino a unas condiciones ambientales muy específicas. Son lo que los expertos llaman plantas bioindicadoras, ya que su proliferación señala que el entorno en el que crecen sufre alteraciones concretas.
En concreto, estas flores se desarrollan con especial éxito en suelos compactados, pobres en nutrientes y con un pH más ácido de lo ideal. En otras palabras, cuando el césped se vuelve un entorno hostil para la mayoría de especies, la margarita, con su gran capacidad de adaptación, encuentra allí una oportunidad. Y no la desaprovecha.
¿Cómo ha llegado tu jardín hasta aquí?
Existen varios factores que pueden explicar el deterioro del suelo que favorece la invasión de margaritas. El pisoteo frecuente, el uso excesivo del cortacésped o la falta de nutrientes son algunos de los culpables. Con el tiempo, estos elementos compactan la tierra, impiden la oxigenación y dificultan la absorción de agua. En estas condiciones, muchas especies vegetales se ven incapaces de crecer, dejando vía libre a las más resistentes como la margarita.
Además, un pH ácido resultado, por ejemplo, del uso de fertilizantes químicos o de lluvias continuadas genera un entorno aún menos hospitalario para el césped. Dejando un resultado en tu jardín en el que tienes menos hierba verde y más flores blancas.
Una alerta, no una sentencia
Pese a este diagnóstico poco alentador, no es necesario declarar la guerra total a las margaritas. De hecho, su presencia también tiene un lado positivo. Atraen abejas y otros polinizadores, aportan biodiversidad y cubren el terreno cuando la hierba falla. El objetivo, por tanto, no debe ser su eliminación, sino devolver el equilibrio al ecosistema del jardín.
¿Qué puedes hacer para recuperar tu césped?
Afortunadamente, hay soluciones eficaces y al alcance de cualquier jardinero, incluso amateur. Aquí algunas claves para devolver la salud a tu suelo y mantener bajo control a las margaritas:
- Airea la tierra: utiliza un escarificador o una horquilla para abrir canales que permitan una mejor circulación de aire y agua. Esto rompe la compactación y facilita el crecimiento de otras especies.
- Enriquece el suelo: añadir compost o estiércol bien descompuesto mejora la estructura del terreno y aporta nutrientes esenciales como calcio, cuya carencia favorece el crecimiento de margaritas.
- Corrige el pH: si el suelo es demasiado ácido, puedes esparcir ceniza de madera, una forma natural de aumentar ligeramente la alcalinidad.
- Cambia tus hábitos de siega: Cortar el césped con demasiada frecuencia puede estresarlo y debilitarlo. Espacia las sesiones y deja crecer la hierba lo suficiente como para que compita mejor con las margaritas.
- Fomenta la biodiversidad: Dejar pequeñas zonas sin segar o plantar especies variadas puede ayudar a que el jardín se autorregule, dificultando la expansión de una sola planta dominante.
El jardín como termómetro ecológico
El césped no es solo una alfombra verde para pasear o disfrutar del sol. Es también un ecosistema vivo y complejo, sensible a los cambios y a nuestras prácticas. Las margaritas, lejos de ser simples intrusas, actúan como unas mensajeras. Escuchar lo que tienen que decir es una forma de cuidar mejor del entorno que habitamos, aunque empiece por el pequeño pedazo de tierra que rodea nuestra casa. Así que la próxima vez que veas un mar de margaritas ondeando en tu jardín, recuerda que no están ahí solo para adornar.
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