Religión
De monje cisterciense a obispo de Gerona: cuarto abad de Poblet en ocupar este puesto
El Papa ha elegido como pastor de la diócesis catalana a Octavi Vilà, el primer abad de Poblet en 300 años que recibe un báculo
Un monje cisterciense convertido en obispo. Desde este jueves el abad del monasterio de Poblet, Octavi Vilà, es el nuevo pastor de Gerona. Se trata de una elección excepcional en tanto que no es habitual que el Papa se decante por un religioso contemplativo para dirigir una región eclesiástica, sobre todo, teniendo en cuenta que su vocación implica la vida comunitaria con el silencio orante como eje vertebral. De hecho, Vilà es el cuarto abad de Poblet que es obispo: el último hace más de 300 años. A partir de ahora, tendrá que abandonar el claustro para moverse por toda la provincia lo mismo acompañando a sacerdotes que a religiosos y laicos, amén de las correspondientes encomiendas institucionales.
«Vengo a vuestra tierra, que ahora es la mía, desde un monasterio símbolo espiritual y cultural para Cataluña», ha recalcado Vilà en un saludo que ha dirigido a los gerundenses. A la par, ha compartido que llega «dispuesto a hacer frente al presente con coraje y trabajar hacia el futuro con esperanza junto con todos».
Vilà tiene 62 años, por lo que al menos tiene 13 años para llevar las riendas hasta la preceptiva jubilación episcopal. Alumno de La Salle de Tarragona, es licenciado en Geografía e Historia y diplomado en Biblioteconomía y Documentación, además de contar con Filosofía y Teología como estudios eclesiásticos. Se podría considerar una vocación monacal tardía, en tanto que ingresó en el Císter de Poblet en julio de 2005, con 44 años.
Nombrado subprior en mayo de 2014, fue elegido abad el 3 de diciembre de 2015. Además es presidente de la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón y miembro del Capítulo General y del Sínodo de la Orden Cisterciense, presidente del patronato del archivo Montserrat Tarradellas i Macià y miembro del patronato de Poblet.
La expectación generada en torno al cisterciense es aún mayor en tanto que Gerona estrena obispo, después de dos años sin pastor de manera oficial, que ha suplido el sacerdote y vicario general, Lluís Suñer, como administrador diocesano. Suñer tuvo que asumir esta tarea ante el fallecimiento del anterior prelado de Gerona, Francesc Pardo, el 31 de marzo de 2022.
El retraso en el nombramiento del nuevo obispo gerundense podría haberse debido a varias causas. Desde mentideros eclesiales se comenta que la complejidad del contexto catalán dificultaría haber encontrado un candidato con la suficiente prudencia y diligencia para ser capaz de moverse entre las aguas del independentismo y el constitucionalismo, esto es, que represente a todo feligrés gerundense independiente de su bandera política. Es más, se da por hecho, que antes de llegar al abad, otros candidatos habrían rechazado este puesto.
La demora de estos dos años también se habría incrementado por el propio proceso interno del engranaje de selección. Por un lado, en el Dicasterio para los Obispos, encargados de hacer el «casting» final no acabarían de estar del todo satisfechos por las ternas enviadas desde la Nunciatura española. Por otro, un atasco en otros nombramientos internacionales –principalmente de Estados Unidos y de Irlanda– habrían pospuesto las resoluciones de nuestro país.
En cualquier caso, la sorpresa por el inusitado perfil del nuevo pastor de Gerona se correspondería también con el impacto que generó la anterior designación episcopal que se anunció en noviembre de 2023: el arzobispo de Pamplona. Y es que al frente de la Iglesia navarra el Papa ha escogido a un sacerdote mercedario, Florencio Roselló, que hasta ese momento era director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española. Es decir, de la cárcel y del monasterio a la catedral. En este retrato remodelado de los nuevos obispos españoles habría contribuido la decisión de Francisco de incluir en el Dicasterio para los Obispos tanto al cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, como al obispo de Teruel, José Antonio Satué.
En sus primeras reflexiones realizadas al darse a conocer su nombramiento, Vilà ha dado muestras de sintonizar tanto con la apuesta del Papa Francisco de desclericalizar la Iglesia, consciente además de que su diócesis es una de las regiones de España con mayor escasez de sacerdotes. «Creo que el futuro de la Iglesia debe ir hacia aquí: que los laicos tengan un papel importante en los ámbitos donde pueden tenerlo e ir avanzando en la corresponsabilidad», asegura.
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