Vaticano

La penitencia de Francisco tras su operación: la dieta

En un año, el pontífice ha subido de peso por el uso de la silla de ruedas y un menú que ahora podría aligerarse

El Papa Francisco
El Papa Francisco en imagen de archivoAlessandra TarantinoAgencia AP

No es un milagro. Pero sí una relativa sorpresa por la evolución más que favorable de Francisco cuando apenas ha pasado unos días desde que el pasado miércoles fuera operado de una hernia abdominal, fruto de una cicatriz por una intervención añeja de una peritonitis. La incertidumbre sobrevolaba de nuevo sobre el orbe católico ante un nuevo ingreso hospitalario del pontífice argentino de 86 años que fue operado hace dos años para extirparle unos divertículos del colon y que en marzo acudía de urgencia al policlínico Gemelli por una pulmonitis aguda. Sin embargo, los temores se disipaban después de tres horas de operación y la comparecencia pública del cirujano Sergio Alfieri. De un plumazo borraba toda duda sobre un posible cáncer, sentenciaba que estaba «completamente curado» y que hasta le había tomado el pelo nada más despertar de la anestesia. El jueves, Francisco ya tuvo fuerzas para llamar a la familia de un bebé del área de oncología al que había bautizado para agradecerles sus muestras de cariño. El viernes ya retomó su trabajo y la lectura de la prensa. Y ayer el equipo médico confirmaba que la recuperación «sigue su curso con normalidad». Sin embargo, hoy por primera vez en una década de pontificado, no presidirá el ángelus dominical. «No queremos que la pared abdominal entre en tensión con el fin de que la red protésica se refuerce y consiga que los músculos se recuperen de un modo óptimo», detallaba Alfieri.

Aunque su agenda oficial ha quedado suspendida hasta el día 18 y, en principio no se espera un alta hospitalaria hasta que se cumpla una semana de la operación, lo cierto es que el paciente Jorge Mario Bergoglio ha logrado dar esquinazo a otra gotera de su salud. Al paso, un revés para quienes fabulan y confabulan una semana sí y otra también con un cónclave inmediato.

Sin embargo, en esta recuperación, el Papa puede toparse con una penitencia añadida: la alimentación. Y es que, más allá del reposo y de la limitación para coger peso, el paciente necesita que la nueva mala que contiene las paredes del abdomen, se asiente bien, lo que exige un buen tránsito intestinal. La mejor manera de lograrlo es evitar el sobrepeso. Lamentable, en estos últimos años, Francisco ha subido algunos kilos. Tras su llegada a Roma, la báscula ya certificó un cambio de hábitos. El cardenal arzobispo de Buenos Aires se movía por la gran urbe caminando, en autobús y en metro. No contaba con vehículo propio ni chófer. Literalmente se pateaba la ciudad, con la agilidad y desgaste físico que implica. De un día para otro, su trabajo se concentró en un despacho, él no iba a visitar a nadie sino que recibía en audiencia, se desplazaba en coche oficial y la seguridad le obligó incluso a eliminar su rezo del rosario por los jardines vaticano. En paralelo, pasó de ser un cocinillas en su apartamento porteño a sentarse en la mesa del comedor de una residencia eclesial italiana.

A comienzos de 2021, el pontífice se ponía a dieta. Le ponían a dieta. Sus médicos le instaron a apostar por la dieta mediterránea para que se redujeran los dolores de la ciática que arrastraba. carnes y pescados a la plancha, verduras, restricción de las salsas, frutas y aceite de oliva. En apenas seis meses bajó de pesó y ganó en agilidad. Sin embargo, la artrosis en la rodilla le postró en una silla de ruedas en mayo del año pasado. Su movilidad se redujo al máximo, al igual que la quema de calorías. De nuevo, los kilos aumentaron por unos hábitos más que sedentarios.

Ahora, este nuevo paso por quirófano podría ser el punto de partida de otro giro en su menú, más allá del posoperatorio que requirió en un primer momento dieta hídrica y blanda. A partir de ahí, si no hay complicaciones, pasaría a una dieta blanda y semiblanda y, según responda, una dieta normal. La intervención no tendría que condicionar la tolerancia a alimento alguno.

«Su Santidad es una persona mayor. Posiblemente el reposo y una dieta un poco más descuidada hace que en estas edades se gane peso con más facilidad», comparte la doctora Ángela Martín, Especialista en Endocrinología y Nutrición de la Clínica Universidad de Navarra, con prudencia y cautela al no conocer de primera mano el historia del paciente. No hay mejor recta para combatirlo que una dieta «saludable y variada». Para Martín, al pontífice la tocaría reducir los productos procesados. «Deberían jugar un papel muy importante las proteínas, que deben estar en cada comida, fundamentalmente a través de la carne y el pescado, frente a los alimentos más dulces y elaborados», añade. Sin embargo, la especialista en nutrición se resiste a elaborar una lista negra para el Papa o para cualquier persona. «No hay alimentos prohibidos, hay excesos. Cuando se tiene un patrón de alimentación saludable y esporádicamente se toma un alimento que no está considerado tan saludable no es un pecado», detalla. Entonces, ¿la pizza y la pasta italianas son las culpables de los kilos de más de Bergoglio? La doctora sentencia: «No hay que demonizar ni lo uno ni lo otro. Pero tampoco pensemos que hay alimentos milagrosos». Con esta premisa, el dulce de leche y el mate patrios no quedarían vetados en la residencia de Santa Marta, pero sí al menos regulados en su consumo.

«El problema añadido es la pérdida de masa muscular, que se acentúa a partir de los 50 años, por lo que, entre los ancianos, se acrecienta al dejar de caminar y no moverse por una enfermedad», alerta esta doctora sobre la etapa que afronta Francisco. Por eso, recomienda añadir al menú del plato algo de «ejercicio físico, que combine aeróbico con algo de fuerza». Así, cualquier mayor puede ejercitarse con pedales, cintas elásticas, unas pequeñas pesas…