Con apoyo a los residentes
Pisos tutelados, un entorno seguro para la salud mental
Una iniciativa privada proporciona estabilidad a personas con enfermedades mentales en torno a dos pilares: una rutina ordenada y acabar con su aislamiento
Cuando una enfermedad mental entra en una casa el principal afectado es el propio paciente, pero también supone un vuelco en la vida de sus familiares, ya que la convivencia se ve seriamente afectada. En este contexto surgió en 1999 la Asociación de Iniciativas Sociales para personas con enfermedad mental y otros colectivos (Aiss), una exitosa iniciativa privada que ofrece pisos tutelados en Madrid para personas con enfermedad mental, así como ayuda a domicilio y programas de ocio.
El perfil de los residentes en los pisos tutelados es muy variado, aunque son adultos con una media de edad entre los 40 y los 50 años. Respecto a las patologías de estos enfermos, la mayor parte de ellos son personas que padecen esquizofrenia (en todos sus tipos, paranoide, desorganizada, residual...), aunque Aiss trabaja también los trastornos de personalidad (como el bipolar) y la depresión, «que ha ido en aumento, a raíz de la covid nos están llamando muchísimos más casos», señala a LA RAZÓN la responsable de este proyecto, Ana Villota. «Son personas cuya vida se desestructuró, recurrieron mucho al alcohol, hubo rupturas familiares con traumas no superados, pero en general observamos una demanda elevada de personas con depresión sin antecedentes psiquiátricos, esto es llamativo», afirma esta experta.
Respecto a las causas de esta situación que se observa tras la pandemia indica que «como no trabajamos bien las emociones no estamos acostumbrados a pedir ayuda, parece que tiene que dar vergüenza». No obstante, Villota opina que «el más valiente es el que reconoce sus debilidades y sus problemas, teniendo en cuenta que muchas personas que caen en depresión han sido demasiado fuertes durante mucho tiempo». Lo verdaderamente importante es verbalizar la situación y eliminar los prejuicios, como vincular las enfermedades mentales con violencia. Es más, «las personas con una enfermedad mental son menos violentas porque tienden a recluirse, al miedo, al aislamiento». Puede haber crisis, y momentos de recaídas, pero no tienen que ir vinculadas necesariamente a un episodio de agresividad. «Sí pueden ir aparejadas a caídas depresivas, a hospitalización porque dejan de comer, de salir, se recluyen... Es un daño que se hacen a sí mismos».
En este sentido, considera que el cine ha hecho mucho daño, por ejemplo con películas como Psicosis. Por este motivo «me encantaría que grandes figuras públicas como algún político reconocieran que tienen un problema de salud mental y que abrieran camino», asevera la directora de Aiss.
¿Cómo funciona el programa?
Las personas con una enfermedad mental conviven en un piso y comparten las tareas diarias, donde son asistidos por un responsable. Aiss cuenta entre otros con trabajadores sociales, psiquiatras y psicólogos. El principal objetivo es que la enfermedad mental remita gracias a la propia rutina del piso tutelado. Estas patologías «en la mayoría de los casos provocan que quienes las padecen abandonen los hábitos de vida ordenados: se alteran los horarios de sueño, los de comida, se abandonan las dietas equilibradas (lo mismo se hinchan a bollos que no comen carne...), nosotros lo que hacemos es ordenar esos hábitos de vida», indica Ana Villota. Otro aspecto muy importante es que se acaba con el aislamiento, una consecuencia habitual debido al miedo al rechazo. «Nosotros les apuntamos a actividades, de tal forma que tienen su tiempo ocupado y una vida ordenada, y además se trabaja a nivel terapéutico», destaca. Además, disponen de muchos programas complementarios, a los enfermos que se quedan viviendo en su propio domicilio les facilitan terapeutas, y hay programas de excursiones a los que acude toda la red nacional de salud mental, e incluso se los llevan de viaje a múltiples destinos...
Isabel, de 64 años, es una de las pacientes que reside en un piso tutelado, en su caso desde hace 12 años. Padece esquizofrenia paranoide y depresión, y convive con otros siete enfermos. Aunque hablamos por teléfono se adivina su sonrisa al hablar de su experiencia: «Estoy muy contenta, porque en el piso nos cuidan muy bien, nos dan mucho cariño, y los compañeros nos llevamos muy bien entre nosotros, somos como una familia, si a uno le pasa algo estamos todos ahí a ver cómo podemos ayudar», declara.
Sobre su vida en el piso Isabel señala que «nos levantamos, unos se levantan más pronto que otros, yo por ejemplo soy más dormilona por la medicación... Nos duchamos y nos preparamos el desayuno, aunque la comida y la cena no». Ella va a un gimnasio que está al lado de la casa «porque me va muy bien», y por las tardes pasea con su pareja, que conoció en el piso. Aunque no trabaja, Isabel colabora con una librería online que colabora en proyectos en el Tercer Mundo. «Yo estoy contentísima con ello», manifiesta.
Antes de entrar en Aiss vivía en casa de sus padres, «donde nunca había tenido trato con gente como yo», por eso le gustó la idea de convivir con otros enfermos: «Te sientes más arropada, más comprendida, eso me gustó mucho», sostiene. Por eso no duda en recomendar esta iniciativa: «Merece la pena porque uno se desarrolla muy bien en estos pisos», concluye.
La experiencia de Cristina, una mujer de 69 años con tres hijos, también es favorable. Ella padece trastorno bipolar «aunque estoy muy bien ahora, estoy controlada», afirma. «Mis hijos me veían muy sola, y me buscaron este sitio que está muy bien: te lo dan todo hecho, te hacen la comida, te ayudan con la higiene diaria, te eligen la ropa que te tienes que poner si es necesario...». Ella convive con otros seis compañeros, y «la relación es muy buena con todos ellos». Sin embargo, reconoce que alguna vez hay conflictos, «cuando pasa esto hay una coordinadora que convive con nosotros que se interpone y trata de mediar». Gracias a ello, nada ha pasado a mayores. Los fines de semana se ve con sus hijos, y disfruta de su nieto, «que tiene dos años y medio y es muy gracioso», asegura.
La responsable de Aiss, Ana Villota, destaca que la convivencia de las personas que padecen una enfermedad mental con la familia en muchas ocasiones se vuelve «dificilísima», porque no tienen por qué saber de psicología, de medicina... Son casos muy duros y que en muchas ocasiones «te llevan al límite, que requieren mucha paciencia e incluso mucho bagaje profesional, para llevar un piso tutelado no sirve un profesional recién licenciado, tienes que saber». Una vez que entran en los pisos «las familias descansan, porque están bien atendidos y no tienen que negociar sobre temas de salud o discutir, sino darse cariño, de lo demás ya nos encargamos nosotros», sostiene.
La medicación
Uno de los aspectos fundamentales a la hora de mantener bajo control una enfermedad mental es la medicación. «Sin ella no hay espacio para la psicoterapia ni para la normalización de los estilos de vida, la persona debe estar convenientemente medicada», considera esta experta. En muchas ocasiones las recaídas se producen porque los pacientes abandonan la medicación o «porque no tienen conciencia de su enfermedad, nosotros trabajamos en eso, porque aceptar lo que les pasa es fundamental», añade. En ese sentido, en Aiss se persigue que haya coordinación entre las familias y los psiquiatras y psicólogos, en mandar mensajes conjuntos.
A lo largo de estos años Ana Villota ha aprendido muchas cosas, pero sobre todo que «al final los supuestos límites de las enfermedades mentales no son tan incapacitantes como las personas creen, y que todo el mundo tenemos un potencial muy rico, cada uno a nuestra manera. Hay que focalizarse en ver el potencial, no el límite. El error es ver el defecto, que al final enturbia la capacidad global que puede llegar a tener una persona». Ese camino «es el que aún tiene por descubrir la sociedad», afirma sin reparos la directora de Aiss.
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