Religión

El Sagrado Corazón de Urgull no es un “símbolo franquista”

El obispo de San Sebastián tumba el intento de Bildu y Podemos de eliminar el monumento

Sagrado Corazón en el Castell de la Mota en el monte Urgell en San Sebastián
Sagrado Corazón en el Castell de la Mota en el monte Urgell en San SebastiánLa Razón

Ni “símbolo franquista” ni “instrumento de exaltación dictatorial”. Con esta claridad, el obispo de San Sebastián, Fernando Prado, defiende la presencia del popular monumento del Sagrado Corazón de Jesús que corona el monte donostiarra de Urgull.

El prelado claretiano responde de esta manera al empeño de EH Bildu y Elkarrekin (Podemos), que buscar retirar el busto de Cristo del enclave, amparándose en la Ley de Memoria Democrática. Bajo este paraguas, ambas formaciones ha instado al Consejo de Memoria Histórica del Ayuntamiento de San Sebastián que solicite al Estado que el monumento se incluya en el catálogo de símbolos contrarios a la memoria democrática, bajo el argumento de que el monumento lo consideran una "exaltación del nacional-catolicismo franquista".

“Frente a esa tesis difícil de probar desde el rigor histórico, particulares e instituciones solventes que conocen y han investigado sobre la historia del monumento han certificado que su génesis y su finalidad responden a una motivación exclusivamente religiosa y popular, ajena a cualquier propaganda político-partidista”, asegura sin dejar margen a duda alguna el obispo en un minucioso informe de ocho páginas en el que radiografía tanto la historia de la construcción de la talla como la devoción popular “viva” que suscita en los donostiarras, amén de sus afinidades ideológicas. “Conserva nítidamente su carácter piadoso y de fe”, incide el prelado.

En un texto pastoral titulado "La memoria del corazón", Prado repasa la razón de ser del monumento, que cumple además 75 años de su inauguración. Aunque su puesta de largo tuvo lugar en plena dictadura, el obispo detalla que se “había soñado y proyectado ya décadas antes”.

El obispo donostiarra, “desde el afecto y el respeto, pero sin ambages”, expone en su documento que el Sagrado Corazón de Urgull “no se diseñó con fines ideológicos en tiempos de la dictadura”. “Desde un ejercicio honesto de la memoria, no hay razones para afirmar o fundamentar con rigor histórico lo contrario”, aclara el pastor, que echa la vista atrás hasta 1926 para explicar que que fue entonces cuando se proyectó, como respuesta a la encíclica "Quas primas" de Pío XI. “Se trata de un proyecto anterior al franquismo institucionalizado”, detalla, a la vez que desvela que la iniciativa “nace de los creyentes y del pueblo”. A partir de ahí, en su informe se detiene en las idas y venidas vinculadas a su construcción para determinar que la motivación para levantarlo “fue exclusivamente religiosa: responder con un signo permanente de fe al anhelo de paz, consuelo y reconciliación que experimentaban los donostiarras y guipuzcoanos tras años de sufrimiento”.

Incluso se detiene aquel 19 de noviembre de 1950, cuando se llevó a cabo la bendición de la efigie. “En aquel acto, ni estuvo Franco, ni ningún otro miembro del gobierno o de la Falange, a diferencia de lo que sucedía en ocasiones similares cuando se inauguraron muchas otras edificaciones y obras públicas en San Sebastián”, recuerda Fernando Prado. “El carácter no propagandístico y exclusivamente religioso de la propia ceremonia de inauguración nos indica claramente la naturaleza del monumento”, insiste.

Por todo ello, al pastor le resulta “chocante, cuando no doloroso” que se tergiverse ahora la finalidad de este símbolo eclesial que forma parte “del paisaje actual y de la memoria ciudadana, urbana y religiosa de Donostia”.

A renglón seguido, el obispo pareciera dejar algún que otro recado a las dos formaciones políticas que buscan eliminar la estatua. Así, explicita que “no se puede pretender vincular todo símbolo religioso propuesto o erigido durante la era franquista con la represión del régimen”. “Tal vinculación no se sigue necesariamente de los hechos ni resiste un análisis histórico riguroso”, deja caer en otro momento, calificando estas tesis de “inferencia errónea” y “leyenda urbana”.

En cualquier caso, en un ejercicio de autocrítica, reconoce que “es verdad que durante la dictadura la Iglesia católica mantuvo un grado de relación institucional con el Estado, y que muchos monumentos marianos o al Sagrado Corazón se levantaron en aquel período”. “No obstante, no todo símbolo religioso erigido durante el franquismo es per se o ipso facto un ‘monumento franquista’ o ‘un símbolo del régimen franquista nacional-católico’”, subraya.

Incluso, valora cómo la ley de memoria democrática tiene como fin “erradicar cualquier exaltación del franquismo”, pero alerta del riesgo de que esto devenga en una “supresión o cancelación de una herencia histórica y religiosa legítima que, además, se ha mostrado benéfica para la ciudadanía”. “En lugar de promover un debate equilibrado y fundamentado en la verdad histórica, tales planteamientos podrían conducir a privar a la ciudad de un símbolo amable que ha convivido con las heridas de la guerra”, comenta el prelado.

El obispo de San Sebastián va más allá en su planteamiento: “A nadie se le ocurriría tampoco demoler el Hospital Donostia por el mero hecho de haber sido construido durante el franquismo y por haber sido inaugurado por el mismo Franco”. “Franco asistió numerosas veces a la pelota en diversos frontones en San Sebastián. ¿Habría que suprimir por ello los partidos de pelota como símbolos del régimen?”, escribe en su documento en relación a uno de los deportes vascos de referencia.

Prado remata su escrito pastoral, no solo defendiendo la permanencia del monumento, sino reclamando a los poderes públicos, esto es, tanto al Ayuntamiento como a la Diputación Foral, que “se sigan comprometiendo en conservar este patrimonio, mejorando si cabe el entorno y el proyecto”. Incluso sugiere que se incluyan paneles explicativos sobre la historia del monte Urgull, remarcando en estas futuribles placas la “aspiración común a la reconciliación, sin levantar muros de confrontación desde preconceptos o sesgos ideológicos”.