
Robótica
Así son los primeros robots comestibles
Han sido desarrollados por científicos suizos con el propósito de crear una robótica ecológica.

Hoy en día hay robots casi para todo: desde aquellos que nos permiten viajar, estudiar el cambio climático, internarse en volcanes o en los fondos submarinos de otros mundos, pero ninguno termina siendo comida. Hasta ahora.
En un sorprendente avance hacia la robótica verdaderamente ecológica, científicos suizos han desarrollado diminutos robots acuáticos que monitorean la calidad del agua y son seguros para el consumo de los peces una vez finalizada su misión. La tecnología detrás de estos robots se describe en un artículo publicado en Nature.
Con forma de lanchas motoras en miniatura y propulsados por una reacción química, estos “exploradores comestibles” están transformando la idea de la tecnología desechable en algo mucho más sostenible y sorprendentemente digerible.
Creados por el profesor Darío Floreano y su equipo en la EPFL (Escuela Politécnica Federal de Lausana), cada pequeño robot con forma de lancha motora mide solo 5 centímetros de largo y pesa aproximadamente 1,43 gramos. A pesar de su tamaño, son sorprendentemente rápidos, deslizándose por el agua a velocidades de hasta tres veces su longitud corporal por segundo, lo que equivale a 0,5 km/h.
El secreto reside en su construcción y composición química. Los robots están hechos de pellets de alimento para peces molidos, moldeados y liofilizados para darles forma. En su interior, una pequeña cámara contiene una mezcla inocua de ácido cítrico y bicarbonato de sodio. Esta cámara está sellada con un tapón de gel y cubierta con un depósito lleno de propilenglicol no tóxico.
Una vez colocado sobre el agua, el robot absorbe lentamente la humedad a través del tapón semipermeable. Al entrar en contacto con el polvo del interior, se produce una reacción química que libera dióxido de carbono. El gas expulsa el glicol a través de una pequeña abertura trasera. Esto crea una propulsión natural similar a la utilizada por insectos como los zapateros acuáticos. Gracias a este efecto, el robot se desplaza suavemente hacia adelante sin necesidad de baterías ni motores.
El equipo de Floreano, quiere liberar estos diminutos robots en estanques, lagos u otras superficies acuáticas, donde se moverán a la deriva y recogerán datos valiosos. Equipados con sensores, los robots pueden medir datos como la temperatura del agua, el pH o la presencia de contaminantes, transmitiendo la información de forma inalámbrica o almacenándola para su posterior recuperación.
Pero la verdadera magia ocurre al finalizar su misión. Con el paso del tiempo, los cascos de estos diminutos robots absorben agua, se ablandan y finalmente se hunden. En ese momento, pasan a formar parte de la cadena alimentaria, literalmente. Los peces y otros animales acuáticos pueden consumirlos sin peligro, gracias a su composición totalmente comestible y no tóxica.
También existe la posibilidad de un uso diferente: utilizar los robots para distribuir alimento medicado en piscifactorías. Incluso si no se consumen, todos los componentes están diseñados para biodegradarse por completo, sin dejar rastro alguno.
Un desafío pendiente son los propios sensores. Si bien los cuerpos de los robots desaparecen sin dejar rastro, el siguiente gran paso es lograr que los componentes electrónicos sean igualmente biodegradables, o incluso comestibles.
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